Terelu Campos ha vuelto a casa tras una experiencia intensa, física y emocionalmente desafiante en ‘Supervivientes 2025’. La comunicadora malagueña, de 59 años, aceptó el reto televisivo que tantos otros han temido, pero lo hizo con condiciones muy claras: su participación no sería como concursante oficial. Consciente de sus limitaciones físicas, no quiso convertirse en una carga para el grupo, aunque sí deseaba comprobar hasta dónde era capaz de llegar por sí misma. Y lo logró, aunque por un periodo de tiempo breve, demostrando que el valor no reside en la duración de la experiencia, sino en lo que se aprende en el camino.
Terelu Campos se enfrenta a sus miedos

Durante 18 días, Terelu convivió con el hambre, la intemperie, la humedad, la falta de descanso y la soledad que caracteriza la experiencia en Honduras. Pero más allá de las incomodidades lógicas del reality, lo que más marcó a la presentadora fue el reto mental. «No para mi mente, pero sí para mi cuerpo», expresó antes de anunciar públicamente que daba por terminada su aventura. Su declaración fue clara y directa, con ese tono sereno que emplea cuando habla desde la experiencia más personal. En esos días en los Cayos Cochinos, lejos de la rutina, los focos y la comodidad, Terelu se permitió poner a prueba su resistencia emocional. La televisión había sido muchas veces un terreno hostil, pero esta vez, el reto era consigo misma. Esta vez, era ella quien decidía enfrentarse a sus propios miedos.
Pocos minutos antes de lanzarse desde el helicóptero que marcó su entrada al programa, Terelu confesó que sentía que, por fin, había recuperado el control de su vida. «Esta vez, quería ser yo la que decidiera por mí misma», explicó con convicción. Sus palabras resumían algo más profundo: un proceso de sanación. En los últimos años, la vida le impuso duros aprendizajes: la enfermedad de su madre, la presión mediática, los cambios físicos, las inseguridades acumuladas. Nada de eso fue opcional. Pero en esta ocasión, sí lo fue. Y eligió decir que sí. No para demostrarle nada al público, sino para demostrárselo a sí misma.
Ya de regreso, fue con Jorge Javier Vázquez con quien se sinceró abiertamente. Le confesó que su mente vivió uno de los mayores retos personales hasta la fecha. Acostumbrada a ser fuerte frente a la adversidad, descubrió una faceta aún más extrema de sí misma. «Siempre he sabido que tenía la capacidad de ser una persona fría ante la adversidad, pero nunca a ese extremo», explicó. La presentadora relató que las horas transcurren lentas y pesadas en la isla, y que si no se tiene la mente muy enfocada, los pensamientos pueden jugar malas pasadas. Recordó el derrumbe de su compañera Makoke al recordar a sus hijos y su pareja, y cómo intentó consolarla repitiéndole una frase sencilla pero poderosa: «Si no hay noticias, es que todo está bien».
«Fue un infierno», dice Terelu Campos

A diferencia de su hermana Carmen Borrego, cuya mayor barrera fue emocional, en el caso de Terelu la dificultad estuvo en lo físico. El hambre, la precariedad, los insectos… nada de eso fue lo que la detuvo. Fue su cuerpo el que, en un momento dado, marcó los límites. La voluntad seguía intacta, pero la energía física comenzaba a escasear. El punto de quiebre, sin embargo, no fue solo el agotamiento acumulado, sino una tormenta que la marcó profundamente. La violencia del temporal fue tal que los participantes debieron ser evacuados de urgencia. Terelu lo recordó como el momento más duro de toda la experiencia. “Fue un infierno. Cuando estás dormida y de pronto te cae una gota y otra… Y a correr a refugiarte”, relató aún con el susto reflejado en sus palabras. Esos instantes de vulnerabilidad, donde la naturaleza impone su ley, terminan por desarmar cualquier coraza.
Durante una intervención posterior en ‘¡De Viernes!’, sus compañeros le preguntaron cuál había sido su momento favorito. Sin pensarlo, respondió que las noches en los Cayos Cochinos habían sido mágicas. Ella, a quien nunca se le había escuchado hablar con tanto lirismo, describió ese cielo estrellado con emoción inusitada. “No os puedo describir lo que es mirar al cielo allí por la noche. Por mucho que lo haga, nunca será suficiente”. En especial, recordó con intensidad su primera noche en Playa Misterio junto a Manuel, Anita y Montoya, cuando descubrió toda la Vía Láctea desplegada sobre sus cabezas. Fue un espectáculo natural que, según ella misma reconoce, no volverá a presenciar jamás de esa manera.
Pese al sufrimiento físico, la tormenta, el cansancio y el hambre, Terelu siente que ha salido reforzada de esta experiencia. Aunque fueron apenas 18 días, la huella que ha dejado en ella es imborrable. No solo emocional, sino también física. Ella misma ha reconocido, entre bromas, que ha perdido peso y que su figura se ha modificado visiblemente. Lo comentó con humor, sin pudores: “El culo ni verlo porque entonces ya es para llorar. Este pellejo es para llorar”, dijo riéndose al verse en un espejo tras su regreso. No obstante, la pérdida de peso fue solo un símbolo más de su transformación. Con un nuevo look, se muestra más ligera, despojada de inseguridades, e incluso ha bromeado con que ya no teme a los paparazzi cuando llegue el verano.
La experiencia de Terelu Campos

Pero quizá lo más revelador ha sido su capacidad para exponerse como nunca antes. Enseñar los brazos en televisión, algo que siempre evitó, fue uno de los grandes retos superados. Nada más llegar a la isla, apareció en bañador, sin complejos, lanzando un mensaje poderoso a otras mujeres que, como ella, arrastran inseguridades. Con este gesto, Terelu se convirtió en inspiración para muchas. Ya no es solo la hija de María Teresa Campos, ni la colaboradora de televisión; es una mujer que ha vencido su vergüenza, que ha aprendido a convivir con sus cicatrices y que se reconoce más fuerte de lo que pensaba.
En su despedida, Terelu Campos brindó por sí misma, como símbolo de una etapa cerrada y un aprendizaje personal. «Voy a brindar por mí, porque he sido capaz de venir y porque en el fondo agradezco a quien me preguntó si sería capaz de ir». Y sí, lo fue. Contra todo pronóstico, contra sus propias dudas, contra las miradas ajenas, y también contra los fantasmas que la han perseguido durante años. No necesitó ganar una edición ni alzarse como favorita. Lo verdaderamente valioso fue la batalla que libró consigo misma. Y esa, a ojos de todos, la ganó.