viernes, 22 noviembre 2024

No necesitas un coach, necesitas un puñetazo

¡Seguro que conoces algún coach! Me divierte la moda del coaching. Sí, porque en cierta medida el coaching está de moda porque nos lo merecemos. Somos muy tontos. El otro día leí un artículo en el diario ABC que definía el coach como un “gestor de la felicidad” . La verdad es que casi me caigo de espaldas, pero luego pensé, “bueno, no es tan grave, a fin de cuentas ¡era el ABC!”.

La definición oficial de la RAE es menos pomposa y aun así suena pretenciosa. Habla de una “persona que asesora a otra para impulsar su desarrollo profesional y personal”. Sin embargo, para mí, como para muchas más personas, la figura de la mayoría de los coaches dista bastante poco de la de vendedores de crecepelo, que recorrían pueblos y ciudades en el salvaje Oeste en busca de presas fáciles a las que colocar el absurdo mejunje.

Lo más espectacular de ser coach es que no hay que hacer nada para convertirte en uno. Sólo decir que lo eres. Como profesión no puede ser más fácil. Tal vez por eso proliferan como las hormigas en primavera. En Linkedin, la red social por antonomasia más de 10 millones de personas en todo el mundo se autoconsideran coaches. Es para ponerse a temblar.

Siempre que pienso en ellos me acuerdo este fragmento delirante de una película española, “El año de la garrapata”. Me encanta verlo de vez en cuando, me río siempre que lo hago, tan sólo son 2 minutos, y te recomiendo que lo veas:

Debo decir que, aunque el concepto es ridículo y pretencioso, se empezó a ponerse moda hace años. ¡De hecho yo mismo tuve un coach! En 2010, cuando publiqué el libro “Ha llegado la hora de montar tu empresa”, empecé a dar conferencias. En algunas para mí era incómodo y no estaba a gusto. Yo me sentía seguro hablando en público si estaba sentado, en una mesa o tras un atril, pero no estaba cómodo cuando el formato era más libre, moviéndome por el escenario. En ese momento pensé que tendría sentido hacer un cursillo que me enseñara técnicas para hablar en público. Así contraté a una persona para ello.

Para mí, era un «profesor particular», llamado así de toda la vida de Dios. Una persona con un objetivo concreto, enseñarme técnicas para hablar en público. Pero esta persona se identificó como un coach. No pasaba nada, como si se identifica como un alienígena de Venus. Si mejoraba mi técnica de hablar en público, todo correcto. Durante varios meses me dio algunos buenos consejos para hablar en público. Cuando el tema degeneró en resúmenes de libros de autoayuda de tres al cuarto, fue el momento de terminar. Creo que la línea se cruzó cuando empezamos con “cómo meterías un elefante rosa en una habitación”. Punto y final, muchas gracias y poco más.

Hoy el coaching está tan extendido, que necesitan prevalecer unos sobre otros. Así que ya hay asociaciones en las que los coaches se agrupan y titulan para ser coaches más coaches que los demás. Una de ellas es ICF. Una de las principales preocupaciones de esta asociación es “la lucha proactiva contra el intrusismo y la mala praxis que desde hace unos años sufre la profesión del coaching”. ¿Cómo lo resuelven? Un curso y una certificación propia por la que has de pagar. Asunto resuelto. Así hay dos negocios; ser coach y certificar a los dignos de serlo.

La mayoría de los coaches son meros vendedores de crecepelo

No me cabe duda que hay gente que puede ayudar a otra a lograr metas personales y profesionales. Pero el 90% de los que lo intentan son cazadores de pardillos sin formación ni credenciales suficientes.

Y los medios de comunicación tenemos la culpa de que se hayan extendido tanto. Buscan la visibilidad y siempre están dispuestos a dar su opinión, a desplazarse a un programa, a rellenar espacio… ¡la mayoría no tiene nada mejor que hacer! Son un relleno barato y habitual de tertulias y programas de televisión. No aportan valor alguno. Se han leído 10 libros de autoayuda, bastante malos generalmente, y recitan varias frases rotundas pero tan vacías que dan vergüenza ajena. Pero, como en el salvaje Oeste con el crecepelo, hay personas que piensan “vaya cantamañanas” y personas que asienten y sacan embobadas el billete de 50 euros de la cartera.

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El coaching se ha ido de las manos hasta el punto de que han aparecido asociaciones consideradas como estafadoras de la autoestima, denominadas “sectas del coaching

Hace más de una década conocí un personaje, de enorme éxito profesional y social, que, para tomar decisiones importantes, jugándose en ellas millones y millones de euros, consultaba antes a “su brujo”. Hoy ese brujo se llamaría coach y no llevaría túnica, pero daría lecciones desde su púlpito en Twitter. Cambian los tiempos, cambian los nombres, pero el riesgo sigue siendo el mismo. Acaba en el traspaso de tu dinero hacía esos personajes que se aprovechan de la inseguridad.

Algunas de las sandeces por las que podemos conocerlos son del tipo de “No hay límites”, “Empodérate”, “Tanto si crees que puedes como si no, estás en lo cierto”, “En China la palabra crisis significa oportunidad” … Todo ello entre 50 y 200 Euros la hora. En ForoCoches hay una buena recopilación de las más delirantes.

Son frases manidas, que, por supuesto ni son suyas, y que, ni son ciertas, pero a ellos les importa un carajo. Buscan captar personas con inseguridades, que necesitan ayuda y así se hacen, previo pago, con un hueco en sus vidas sin ningún rubor. Cuando esto pasa con un directivo al que le prometen potenciar su vida profesional, pues hasta te puedes echar unas risas. A fin de cuentas, se trata de una persona formada y adulta, y con medios económicos suficientes. Por tanto, si compra crecepelo, allá ella.

Pero cuando se trata de parados, a los que se acerca un “coach especialista en ayudarles a encontrar empleo” me da mucha pena. Normalmente son miserables, que se aprovechan de los problemas para arrancarles algo de dinero e ilusiones. No siempre siguen el mismo patrón. Pero generalmente no han hecho más en su vida que dar charlas, exponerse en redes sociales y haberse leído un par de libros de autoayuda. Profesionales de la charlatanería.

Me apasionan los que hablan de “la ley de atracción”. Se han leído uno de los libros más absurdos y espantosos de todos los tiempos. “El Secreto” de Rhonda Byrne. Si te lo has leído, lo siento, ya qué le vamos a hacer. Olvídalo cuanto antes. Si además de leértelo te lo crees y lo practicas, lo siento, eres un caso perdido.

Estos libros se han convertido en una pseudociencia, que ni siquiera es original. La “ley de la atracción” no es nueva, es un subgénero de un libro de autoayuda de principios de siglo XX “La Ciencia de Hacerse Rico”, escrito por Wallace Wattles, en 1910.

El concepto es tan delirante como divertido. La tesis postula que los pensamientos positivos atraen riqueza, salud, felicidad y relaciones positivas, y los negativos enfermedades, desgracias etc. Hay un secreto para ser feliz, hacerte rico, vivir en un mundo idílico rodeado de mariposas de colores. Empieza gastándote en uno de estos libros 25 euretes y te lo cuentan. ¡Qué suerte!

Se trata de una “ley”, que comparan y ponen a la altura (así, con dos cojones), de la ley de la gravedad. Es decir, está ahí, no la vemos, pero no es discutible. Se trata de focalizar y actuar hacía tus objetivos. Si tú quieres tener 10 ferraris en el garaje y no los tienes, no es porque no tengas dinero suficiente. Es porque no te focalizas correctamente. Debes pensar en los ferraris, avanzar hacía los ferraris, y comportarte como si tuvieras los ferraris. Comprarte llaveros y gorras de Ferrari, pensar que estás conduciendo tus ferraris. Tremendo. Así, mucha gente que vende estas burras, construye su discurso evolucionando la formula del crecepelo de Wallance Wattles, de 1910.

Y parte de razón tendrán. Tú no vas a ser más feliz, ni te vas a hacer rico, pero si lo ha hecho la gente que ha escrito estos libros (hay decenas de ellos de gran éxito). En cierto modo es un negocio multinivel. Esos libros los han comprado los coaches de la nada, y son ellos los que ahora deben recuperar su dinero sacándoselo al resto de los mortales con el subproducto. Es el negocio piramidal de la palabrería.

PELIGRO, NO ÉRAMOS POCOS Y AHORA LOS COACH ENCIMA SE ESPECIALIZAN

Ahora ya no contentos con estar por todas partes, se especializan. Hay coaches nutricionales, de yoga de la felicidad, coaches expertos en risoterapia…

Tal vez mi favorito es el “coach-gurú para mascota influencer”. Como hay masa crítica suficiente, dado el alto grado de imbéciles que hay distribuidos por todo el mundo, incluso se han creado StartUps para fomentar el fenómeno. Se trata de empresas orientadas al coaching de mascotas, para convertir a la nuestra en una «mascota influencer» y así ganar un pastizal y forrarnos con ella.

coach gurú mascotasConvertirte en coach te posiciona, te eleva de plano, eres un gurú, un experto, o eso dices ser. Es una salida atractiva a no ser nadie y no tener trabajo. Las redes sociales, y los medios de comunicación hacen el resto, te posicionan, engordan tu ego. Creer es mucho más fácil que pensar, por ese motivo hay muchos más creyentes que filósofos. Son presas fáciles.

Hay profesiones muy dignas. Por ejemplo, es muy digno ser nutricionista. No es necesario ser un coach nutricional… a no ser que de verdad ni siquiera seas nutricionista, y así se camufle. Los que pagan el pato son los auténticos profesionales. Que son los menos, pero los hay.

La mitad de las personas que, teniendo una vida plena y normal, sienten que es imprescindible un coach en su vida, lo que de verdad necesitan es un puñetazo. La otra mitad, los que tienen problemas de verdad, y necesitan ayuda, en ocasiones se sienten mucho más reconfortados pensando que necesitan un coach en vez de un psicólogo.

¿CÓMO DETECTAR A LOS CHARLATANES?

Quevedo no se equivocaba, «todos los que parecen estúpidos lo son, y también la mitad de todos los que no lo parecen». Pero pese a lo acertado de la cita, intentaremos aplicar un método más científico aunque sencillo. Una única regla. Aplicar la lógica.

Me encanta asistir a conferencias de personas que son expertos. Expertos de los de verdad. Es decir, gente que han hecho algo en su vida, y por lo tanto ha extraído conclusiones que comparte. Atender una conferencia de un ex presidente del gobierno, un reputado economista o un empresario de éxito tiene bastante sentido. Pero si se trata de “profesionales de las conferencias, los medios de comunicación y las redes sociales”, que no han hecho destacado en su vida profesional más que dar conferencias, hay que sospechar.

Se definen a sí mismos como “gurú”, “ninja”, “conferenciante profesional”, “speaker motivacional”, “expertos en liderazgo”. No digo que alguno no lo sea, pero sí que la combinación de varios de estos elementos en una biografía, por encima de un currículo profesional brillante, es demoledora. Cuando alguien te ofrece este tipo de servicios, lo mejor es pensar ¿Y este tipo que ha hecho en su vida? Si es Bill Gates, cállate y siéntate en primera fila, atiende todo lo que puedas. Si es un pollo que no hace más que dar charlas por ahí como forma de vida, mejor vete a tu casa o te colarán el crecepelo.

Si Cristobal Colón no necesitó un coach para llegar a América, es bastante probable que tú no lo necesites para llegar a fin de mes

Cuando un coach se acerca a un directivo prometiéndole “posicionarle como un líder”, no estaría de más hacerle dos preguntas.

Primera, “¿A qué otras personas ha convertido en líderes?”, y segunda, “¿Por qué demonios no lo eres tú?”. Tras eso, no hay más preguntas señoría.

Una anécdota divertida sobre esto la generó hace años Ben Goldacre, médico británico y reconocido autor del diario The Guardian, quiso demostrar que vivimos rodeados de pseudociencias y charlatanes. Puso su ojo en los coaches nutricionales. Para ello demostró cómo su fallecida gata, Henrietta, lograba sin demasiado problema el título de la AANC (Asociación Americana de Consultores Nutricionales).

Henrietta coach

DEP Henrietta Beecham, la mejor y más titulada coach nutricional del mundo felino.


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