Netflix es una de las empresas de moda. Ya sea por sus series, sus campañas de marketing o simplemente por el boca a boca, prácticamente nadie es ajeno a la firma. En el mundo financiero, ocurre lo mismo. La acción está disparada, en un año se ha más que doblado, merced al crecimiento de su tridente mágico: suscriptores, ingresos y beneficios. Las lustrosas cifras de Netflix parecen casi un milagro, aunque en realidad es un milagro caro, muy caro.
En Netflix, la velocidad a la que suma suscriptores solo es superada por la velocidad a la que el dinero sale de la empresa. En los últimos años el volumen de efectivo que ha salido de la plataforma respecto al número de usuarios se ha multiplicado por 8. En 2014, Netflix pagó 2,24 dólares más de lo que ingresó por usuario; en 2017 esa cifra alcanzó los 16,1 dólares. Aun así, esta cantidad la mejoró respecto al valor registrado en 2016 que superó los 17 dólares. Desde el 2013, ya han salido casi 5.000 millones.
En el Finantial Times iban más allá de si era sano quemar tanta caja para ganar suscriptores, y señalaban directamente a que los directivos se embolsaban importantes bonus por aumentar el número de ellos. El rotativo americano explicaba que si bien tener un producto tan barato ayudaba a generar más suscriptores, las cuentas podrían alcanzar un punto de no retorno.
La evolución de los flujos de efectivo es una parte imprescindible en cualquier análisis. El flujo de caja libre no es más que la suma de otras dos cuentas: los cambios en el efectivo de explotación y los cambios en el efectivo de inversión. La primera, son los cobros que generas al desarrollar la actividad comercial. La segunda, son los pagos que realiza la empresa para desarrollar la actividad, cómo indica su propio nombre. No siempre es posible generar un flujo de caja libre positivo, aunque es lo deseable, pero sí es un problema que esa partida se vuelva negativa crónicamente. El problema de Netflix es que dicha partida se ha vuelto negativa de manera crónica.
Un saldo negativo en la cuenta de flujo de caja libre se da normalmente por dos situaciones. La más lógica es que la empresa invierte más dinero del que genera su negocio. La idea principal es que dichas inversiones supondrán flujos mayores en un futuro. Se podría pensar que Netflix es de este primer grupo, que invierte –genera mucho material propio– más que lo que ingresa. En definitiva, todavía es una empresa en crecimiento. Aunque nada más lejos de la realidad, Netflix pertenecen al segundo tipo de estas firmas y es bastante peor escenario que en el primero. La plataforma tiene flujos negativos de efectivo de explotación. Esto es, de manera simplifica, que desarrollar su actividad le cuesta dinero, o más resumido ‘pagar para trabajar’.
LA INGENIERÍA CONTABLE DE NETFLIX
Lo anterior plantea un escenario perturbador: Netflix se apunta cada año beneficios, con importantes aumentos año a año, y sin embargo cada vez sale más dinero de su empresa, ¿cómo se explica? Es sencillo, a través de ingeniería contable. Las inversiones se pueden camuflar ya que una gran mayoría de dichas inversiones se camuflan en el tiempo y se amortizan a muchísimos años vista. Netflix es una experta en alargar amortizaciones hasta casi el infinito, de hecho, presenta activos por más de 11.000 millones en balance, y sus pagos por amortización apenas llegan a 80 millones de dólares. Esto es, que hay activos que podrían amortizarse a los 150 años. Pese a ello, la cuestión más aterradora en las cuentas de Netflix es su capacidad en los últimos años de generar flujos negativos del efectivo de explotación y presentar beneficios positivos.
Netflix se ha endeudado en cuatro euros por cada euro extra de ingresos que ha captado
Las salidas netas de efectivo, como las de Netflix, se traducen en una mayor necesidad de financiación. La tercera pata de la cuenta de cambios en el estado de flujos de efectivo. En Netflix, las necesidades de financiación se han multiplicado por 9 desde 2013 lo que ha elevado fuertemente su deuda. De hecho, mientras los ingresos se han multiplicado por 3, la deuda lo ha hecho por 12. Explicado de otra manera: Netflix se ha endeudado en cuatro euros por cada euro extra de ingresos que ha captado.
El modelo de Netflix, en su estructura básica, no difiere del clásico que sigue cualquier canal. Atraer al mayor número de espectadores, en este caso suscriptores, con los contenidos que ofrece que pueden ser propios y de terceros. Incluso podría decirse que es algo más complicado por dos razones: la primera, es que los servicios de terceros pueden ser compartidos, la misma película se puede ver en Netflix y Amazon Prime. La segunda, es que al ser servicios de pago se demanda una mayor calidad.
Lo anterior lleva a la conclusión que Netflix está obligada a fuertes inversiones para generar nuevos suscriptores. El problema es que dichos pagos reducen el beneficio, a no ser que se puedan alargar hasta casi el infinito. Eso mismo hace Netflix, alarga en muchos años sus inversiones y de esta manera las amortizaciones que restarían al beneficio son mínimas.
El problema de la contabilidad de Netflix, es que presenta algunas dudas más que razonables. Sus amortizaciones a largo plazo, se pueden ver desde la óptica de que una vez producida cierta producción, se puede ver en uno, dos o cinco años. En principio, su depreciación es casi nula. Aunque existe otro punto de vista, que de tomarse podría dañar seriamente las cuentas de la plataforma. Las amortizaciones de producciones tan temporales, estrenos y demás, tienen una depreciación muy alta porque al año dejan de ser novedad y pueden perder su atractivo. No encaja muy bien la idea de que el suscriptor se le gana con novedades, pero que las amortizaciones de dichas producciones es a tanto tiempo.
TODAVÍA NO ES RENTABLE
Las salidas de caja, los flujos negativos en el efectivo de explotación o las fuertes necesidades de financiación delatan a Netflix como una empresa todavía frágil. Con una repercusión mediática enorme, y un volumen muy alto de suscriptores pero que todavía debe dar el paso hacía la rentabilidad. Es el último gran reto de la plataforma.
El problema es que tiene, o va a tener, una competencia abrumadora –Amazon, Apple o Disney– que le obligarán a seguir realizando inversiones enormes en productos propios. Aunque sin duda el gran reto es competir con Amazon Prime, que a su vez ofrece más servicios y genera mayor valor. Por ello, Netflix además de generar un gran volumen de suscriptores necesitará subir los precios, que ya lo ha hecho, en ese momento se verá la fortaleza de la firma. Al final, la plataforma se enfrenta al mismo examen que las grandes tecnológicas: ser capaz de rentabilizar la ingente masa de usuarios que posee.