BBVA se hunde en Bolsa. En apenas diez días, la entidad ha perdido más de 4.000 millones de su ‘market cap’, esto es un 10%. La razón no es otra que la desesperada evolución de Turquía, su tercer mercado más importante. El país marcha inexorablemente hacia un colapso financiero cuya única incógnita es el momento en que se produzca oficialmente.
En diez días han sido más de 4.000 millones, en lo que va de año son más de 5.000 millones y desde máximos, marcados en enero, supera los 7.000 millones. La evolución bursátil de BBVA ha entrado en una fase deprimente que refleja los muchos frentes abiertos de la entidad. El zénit lo ha marcado el pasado viernes en el que perdía más de 3%.
El problema más acuciante lo tiene en su tercer mercado, Turquía, que de forma irremediable parece abocado a colapsar económicamente
La entidad vasca tiene en la actualidad varios frentes abiertos. En su principal mercado, México, las expectativas electorales y financieras no son optimistas. En España, dónde tampoco ayuda la estabilidad política, el banco está muy castigado por la competencia y con una clara contracción de su balance. Aunque ahora, el problema más acuciante lo tiene en su tercer mercado, Turquía, que de forma irremediable parece abocado a colapsar económicamente.
La historia de Turquía es calcada a otros tantos experimentos económicos a lo largo de todo el mundo. En España a más de uno le recordará a lo ocurrido años atrás. Lo primero, es necesario que los flujos de capital empezarán a llegar a los países en desarrollo. El crédito tiene que fluir. Con el inicio de la crisis, los flujos de capital salieron de Europa y Estados Unidos y empezó a llegar a países en desarrollo. Uno era Turquía, de hecho, en 2010 BBVA adquiere una participación importante de Garanti, su firma en el país.
A la llegada de flujos le sigue una tasa muy pequeña de ahorro interno, en Turquía era incluso más baja que en España. El dinero sigue llegando, la economía se calienta, y los desequilibrios empiezan a ampliarse. Las importaciones se disparan con lo que se eleva el déficit por cuenta corriente. Con la economía caliente y Banco Central poco independiente, el siguiente paso es una inflación desbocada. En este caso, casi tres veces superior al objetivo marcado. Si una economía necesitada de préstamos del exterior le sumas un déficit importante por cuenta corriente, se termina acumulando mucha deuda. Con mucha deuda se es más proclive a tensiones.
Los desequilibrios se convierten en problemas cuando los flujos de capitales se secan. En este caso, se produce porque dichos flujos han empezado a virar, en realidad lleva varios años ya, hacía economías más estables. Cuando la demanda de la moneda nacional cae, por el cambio de flujos, y la oferta aumenta, al crecer las importaciones, el desequilibrio se traduce en una depreciación. Un movimiento de manual. En lo que va de año, la depreciación de la lira se acerca al 15%, y ojo, en Argentina al llegar al 20% han tenido que pedir rescate.
A todo lo anterior, que donde pone Turquía se puede poner cualquier otro nombre de multitud de países que colapsaron financieramente, se le debe añadir los problemas típicos del país. En primer lugar, no es una economía desarrollada. Ni el Banco Central ni el sector es ajeno a las decisiones de Erdogan. Como ejemplo el presidente pidió a los bancos que debían bajar los intereses de las hipotecas, poco después los estatales Ziraat Bank y Halkbank reducían sus tasas. Por otro lado, Erdogan y su gobierno siguen calentando la economía mediante estímulos y facilidades al crédito, ya que en junio hay elecciones nacionales. A estas alturas cualquiera sabe lo que a un político le gusta alargar el ciclo alcista hasta unas elecciones. Por último, y no menos importante, Turquía tiene un 15% del total de su deuda a corto plazo, el problema no solo implica tener que refinanciar una cantidad muy grande sino hacerlo con la lira hundida.
El desenlace que barajan los analistas, también el más normal es que una vez pasen las elecciones la política económica cambie. El Banco Central deberá actuar como dicen los manuales: subir las tasas de interés y vender reservas. ¿Con ello se salvará Turquía? Es muy probable que no, por dos motivos. El primero y más importante, ya se está haciendo y no ha servido de nada. En 2017, la tasa de interés se ha aumentado en 450 puntos básicos pero la inflación no ha retrocedido. Además, según el Banco Central turco tiene “una capacidad limitada dadas las pocas reservas internacionales que tiene”, según explica Bloomberg. La segunda razón, cómo se ha visto en el caso de Argentina, si el Banco Central no tiene independencia muchas de sus medidas no tienen realmente eficacia.
¿POR QUÉ AFECTARÁ TANTO A BBVA?
Turquía genera una fuente importante de ingresos para BBVA. En margen de ingresos fue el tercer mercado, pero solo un 12% menos que España pese a tener 3 veces menos de activos. Además, su beneficio año sobre año creció un 37% frente al 1,2% que creció en España. En definitiva, Turquía es un mercado muy importante en BBVA, se debe recordar que por su participación se pagaron 7.000 millones.
El desenlace más probable, tras analizar la marcha del país, es un colapso financiero más o menos agresivo. Subir las tasas de interés, para rebajar la inflación en un 25% en un año, como esperan los inversores supone una política monetaria contundente. Una subida de tipos de interés aumentará el coste de los créditos y con ello seguramente la mora. De hecho, en 2017 la tasa de morosidad de Garanti, la marca de BBVA, se disparó un 44%. Además, en el sector bancario turco han crecido un 50% los préstamos ya declarados de riesgo 2, que implican mayores provisiones.
En definitiva, BBVA está expuesto a un coctel explosivo en Turquía, que desgraciadamente ya se ha visto en otros muchos países. Y prácticamente ninguno salió indemne. Una combinación de déficit fiscal, y déficit exterior que cuenta con la benevolencia del Banco Central y el ‘suicida’ apoyo del gobierno turco. Por ello, el mercado está castigando duramente a la entidad.