Señalado como el rival a batir en la lucha contra el calentamiento global, el dióxido de carbono (CO2) también puede ser un socio activo en la acción climática. El mismo gas de efecto invernadero que se emite a la atmósfera se puede capturar y reutilizar en favor del planeta, gracias a la tecnología.
‘Reciclar’ este gas es posible gracias al desarrollo de sistemas que permiten retirarlo de la atmósfera y reintroducirlo en la cadena de producción como materia prima, completando un proceso circular que contribuye a la transición ecológica. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) estima que, actualmente, ya se capturan cerca de 40 millones de toneladas de CO2 al año. Aún estamos lejos de las casi 8 gigatoneladas que el organismo señala como necesarias para poder cumplir con el objetivo de neutralidad climática para 2050 pero, sin duda, es un primer paso.
Detrás de este hito encontramos varias de las tecnologías más prometedoras para la descarbonización; en concreto, los sistemas de Captura y Uso del Carbono (CCUS, por sus siglas en inglés). Son un conjunto de técnicas que buscan neutralizar la emisión a la atmósfera del CO2 que se genera en procesos industriales. Un caso particular es la Captura Directa del Aire (DAC), que busca atrapar el CO2 directamente del aire, con independencia de donde se haya generado. Ambas opciones cumplen con su función de retirar el gas de la atmósfera para almacenarlo y darle un uso posterior.
“El hecho de tener una industria que captura CO₂ hace posible que se pueda utilizar como materia prima e impulsa la descarbonización de sectores como el cemento, el acero y la petroquímica”, destaca Jordi Pedrola, científico senior de Repsol Technology Lab especializado en tecnologías de separación de CO₂.
Pero, ¿para qué podemos utilizar el CO2 que sobra en la atmósfera? La respuesta más obvia es como sustituto del que ahora mismo se produce de manera industrial y que emplean multitud de sectores en sus procesos de producción. Y es que, aunque en muchos casos lo desconozcamos, este gas es un ingrediente estrella en productos como bebidas carbonatadas, refrigerantes, combustibles sintéticos, materiales de construcción o agentes extintores de incendios. Una larga lista que suma nuevas posibilidades de la mano de estos desarrollos tecnológicos.
Materiales de construcción seguros y sostenibles
Una forma que tiene la naturaleza de deshacerse del CO₂ es convertirlo en roca, si bien este proceso químico requiere de largos periodos de tiempo. Pero hoy es posible transformar el CO₂ en materiales de carbono de distintos tipos mediante procesos químicos.
Varias empresas, como Solidia, CarbonCure u OCO, han optado por acelerar las reacciones, en algunos casos utilizando productos de desecho de otras industrias químicas o consiguiendo compuestos secundarios también comercializables, como el bicarbonato sódico.
Otra aplicación llamativa de este gas tiene que ver con la fabricación de ecoáridos que sustituyan a los tradicionales (que obtenemos de las canteras) como materia prima para elaborar hormigones, morteros o firmes de carretera.
“Se producen a través de una reacción entre el CO₂ y materiales alcalinos provenientes de la industria en condiciones específicas de temperatura, presión y tiempo”, especifica Ainhoa Martín Morante, técnico de innovación en Petronor, la filial de Repsol que abrirá en Bilbao, a mediados de 2024, una planta de producción comercial de ecoáridos. En ella se convertirán cada año 22.000 toneladas de residuos y 2.200 toneladas de CO₂ en 56.000 toneladas de estos nuevos áridos. Este proyecto ha sido seleccionado por la Comisión Europea en el programa de ayudas Innovation Fund, concediéndole 3,2 millones de euros para su ejecución.
Fabricación de combustibles sintéticos o efuels
Utilizando hidrógeno renovable y CO₂ retirado de la atmósfera, se pueden fabricar combustibles sintéticos o efuels, compatibles con el parque automovilístico actual y con la ventaja de que son cero emisiones netas ya que el CO2 que emiten en su combustión es equivalente al utilizado durante su producción. Los efuels serán clave para la descarbonización del transporte pesado y de larga distancia (camiones, barcos, aviones), segmento donde aún hay barreras para otras alternativas de movilidad sostenible como la electrificación.
En Europa hay varias iniciativas en marcha para escalar la fabricación de combustibles sintéticos, como la planta que Repsol está construyendo en Bilbao, una de las mayores del mundo en este campo.
Química: elaboración de metanol, disolventes, polímeros
El carbono y el oxígeno presentes en el CO₂ pueden realizar el mismo papel que desempeñaban tradicionalmente los derivados del petróleo en los procesos químicos que permiten producir metanol y polímeros. El primero es una forma básica de alcohol que tiene aplicaciones como disolvente, combustible o líquido anticongelante.
Por su parte, los polímeros obtenidos empleando CO₂ capturado se destinan principalmente a la industria del confort. De hecho, ya se trabaja en su utilización como materia prima para la fabricación de espuma de colchones u otras piezas de mobiliario como asientos.
Una muestra más del abanico de oportunidades que la retirada de CO2 abre para la economía, gracias a la transformación del exceso de esta sustancia en una materia prima imprescindible para desarrollo sostenible.