Gracias a los avances de hoy en día, resulta mucho más fácil realizar investigaciones en torno a un tema concreto. Un claro ejemplo de ello es el análisis de ADN en la ciencia forense, que ha permitido que las investigaciones sean mucho más rápidas y directas que hace algunos años. Los análisis de restos de vasos, huellas y demás han permitido atrapar a varios delincuentes a lo largo de la historia de la criminología.
Un claro ejemplo de ello tuvo lugar en los años noventa, cuando los cuerpos de varias mujeres aparecieron en los bosques cercanos a Río Verde, en Washington, Estados Unidos. Todas estas mujeres habían sufrido el mismo trágico final, habían sido violadas y estranguladas. La policía de este estado sospechaba del asesino de Rioverde, pero no tenían pruebas suficientes para conseguir meterlo entre rejas.
Hasta el año 2003, año en el que se le pudo relacionar con todas sus víctimas gracias al análisis de las muestras de ADN que se obtuvieron en los lugares donde aparecieron los cuerpos. Se analizaron chicles, colillas e incluso el semen que había en algunas de las víctimas. Este análisis de ADN fue lo que llevó a este ser a la cadena perpetua. Sin las nuevas y avanzadas técnicas de investigación no habría entrado en prisión.
Pero el análisis de ADN no solo ha ayudado a meter en prisión a ladrones y asesinos, sino que también ha ayudado a sacar a personas totalmente inocentes que cumplían una condena que no era para ellos. Un claro ejemplo de ello es el joven Adam Scott, acusado y detenido de una violación basándose en una prueba de ADN.
¿Cómo es esto posible? En un principio, aunque Scott negaba rotundamente haber cometido este crimen, los resultados del análisis de ADN situaban a Scott como principal causante de la violación a pesar de que él insistía en que nunca había pisado la ciudad de Manchester, donde se produjo la violación. Claro está que la posibilidad de que el ADN no perteneciese a Scott era de una en mil millones, por lo que para los forenses estaba claro, Scott había sido el criminal.
Después de recurrir en varias ocasiones el caso, se pudo averiguar que Scott no fue el violador y que todo había sido un grandísimo error cometido en el laboratorio.
Los errores de laboratorio
Finalmente se descubrió que las muestras de ADN tomadas en la escena de la violación se habían contaminado en el propio laboratorio con ADN de Scott. El día anterior al análisis de las muestras tomadas en el lugar de los hechos, los científicos del laboratorio habían manejado una muestra de ADN de Scott perteneciente a un esputo. Por error, la placa de plástico desechable que usaron para analizar la saliva de Scott también se usó para el caso de la violación, por lo que el joven fue señalado como culpable.
Desgraciadamente, el verdadero criminal nunca apareció, pero por suerte se demostró que Scott no había sido el culpable de los hechos y lo pusieron en libertad. Esto demuestra que los análisis de ADN no son siempre infalibles en la escena del crimen y que hay que prestar mucha atención a la hora de analizar muestras de ADN y señalar culpables. ¿Cuántos Scott habrá por el mundo cumpliendo condena sin haber sido culpables?