Vestido con un abrigo de paño, bufanda al cuello, y un sombrero tapándole la cabeza. Fuera, nieva. Hace frío. Es el último día del año 2018. El guardia de seguridad le abre la puerta y le agradece el gesto con un sencillo gracias. En su mano, un maletín. Tras dar cuatro pasos, se vuelve. Y mira la grandiosidad del edificio de ‘La Vela’. Una lágrima parece querer salir de sus ojos. FIN.
Salvando las distancias, este podría ser el final de la película de Francisco González al frente del BBVA. Un largo adiós, tras más de dieciocho años en el cargo, del que ha sido el único ‘mandamás’ de la entidad desde que se fusionasen BBV y Argentaria.
No sólo por el momento, en pleno invierno, sino también por el personaje, hay una cierta similitud entre Francisco González y James Stewart, el actor que se metió en la piel de George Bailey, el protagonista de ‘¡Qué bello es vivir!’.
Recapitulemos: George Bailey dirige un pequeño banco familiar. Con la llegada de la Navidad, decide suicidarse, pese a haber sido una persona responsable, generosa y altruista. Más que suicidarse, Francisco González, alargando su estancia en la entidad financiera, lo que más bien ha pretendido es ‘morir’ al pie del cañón, con las botas puestas.
¿Las cualidades del protagonista de ‘¡Qué bello es vivir!’ podrían trasladarse al banquero español? Para empezar, a Francisco González nunca le ha gustado hacer autocrítica. Y eso que en su largo caminar por el banco ha tenido momentos donde un acto de contrición le hubiera venido bien tanto a él como a la entidad: la crisis turca, la salida de China…
Ortodoxo y luchador infatigable, nunca se le ha visto hacer autocrítica a pesar de sus evidentes errores
Pero sí ha sido muy meticuloso con su trabajo, en concreto a lo referente al cumplimiento normativo. Y eso ha potenciado su credibilidad a nivel internacional. Ortodoxo a más no poder, ha sido un luchador infatigable, sobre todo cuando ha visto tambalearse la poltrona sobre la que se asentaba su figura.
Que se lo pregunten a Luis del Rivero que, a los mandos de Sacyr, lanzó su particular operación de asalto al banco, bajo el auspicio del por aquel entonces ministro de Industria, Miguel Sebastián, a quién FG había abierto las puertas tras trabajar con él como jefe del Servicio de Estudios. Y todo porque a su ‘lacayo’ no se le ocurrió otra cosa que poner en duda las políticas económicas del entonces súper ministro Rodrigo Rato (hoy entre rejas), gran amigo e impulsor de la carrera bancaria de González. Tanto Rato como José María Aznar fueron sus principales valedores para que acabara aterrizando en Argentaria que, después, se fusionó con BBV.
Tampoco se asemeja al personaje interpretado por James Stewart porque FG se ha caracterizado por mantener las distancias, por ser una persona hosca y antipática. Huraño. De carácter agrio. Por lo menos en lo profesional. Quienes le conocen fuera de las ‘bambalinas’, los más allegados, dicen que es un hombre afable y sencillo.
FRANCISCO GONZÁLEZ Y SU REINADO
Dando el salto desde el mundo del celuloide al de la literatura, a Francisco González le viene como anillo al dedo la obra de Francisco de Rojas Zorrilla: ‘Del rey abajo, ninguno’. Animal político donde los haya, ha sabido moverse por los hilos de la política como lo hace un funambulista por el alambre (pero con la red debajo).
Porque si bien la obra del dramaturgo versa sobre el honor, no menos cierto es que también trata sobre la lealtad inquebrantable debida al Monarca. Que se lo pregunten a José Ignacio Goirigolzarri o a Ángel Cano, que en su momento fueron su mano derecha, pero que acabaron de patitas en la calle por, entre otras razones, ansiar la poltrona. Había que decapitar, y decapitó. ‘Manu militari’. Puño de hierro. Ojo con hacerle sombra.
¿Absolutista? ¿Tiránico? Como Saturno, devoró a sus hijos. No sólo a CEOS. También a máximos responsables de áreas claves para la entidad como banca privada (Daniel de Fernando), o finanzas (Manuel González-Cid), además del ya citado Miguel Sebastián, por nombrar sólo algunos ejemplos. Ahí no le tembló la mano ni el bolsillo, porque no era suyo, y les reportó indemnizaciones millonarias. Mantener el bastón de mando, y estar rodeado de validos afines, tenía un precio.
Egocéntrico, su imagen personal sobrevolaba sobre el resto como ese ‘gran hermano’ que todo lo vigila y que todo lo controla. Y, quien se moviera de la foto, como diría Alfonso Guerra, no salía en la misma. Fotos en las que siempre quiso aparecer distinguido y elegante, por lo que llegó a hacerse un lifting y teñirse el pelo. Narcisismo en una palabra.
Incluso llegó a decir en una entrevista en El Mundo que no se había retirado antes “porque no fui capaz de ensamblar un equipo para llevar a cabo todo eso por lo que yo estoy luchando desde hace tanto tiempo: la transformación de un banco convencional en una compañía digital global”. Como dicen en los pueblos, FG no tiene abuela.
No poner en el número uno del ranking de las alegrías que le ha dado al banco la citada transformación digital sería como una especie de sacrilegio hacia su persona. Por fin, tras más de una década, ha encontrado a quien puede dirigir la nave tal y como él la había diseñado: Carlos Torres Vila. Un superviviente al ‘rey’ del BBVA.
En la actualidad el 40% de las ventas de la entidad y la mitad de sus clientes ya son digitales. Según Forrester Research, la app de la entidad está a la cabeza de la banca móvil a escala global. Un botín no de 500.000 dólares, como la película dirigida por Michael Cimino, sino que le supuso a la entidad un desembolso de más de 3.500 millones de euros.
Un cruce de caminos, entre la banca tradicional y la online, que se desarrolló durante varias etapas. En la primera, y que duró unos ocho años, sirvió para crear una plataforma tecnológica propia que impulsara la nave digital. La segunda tuvo un destino claro: poner el banco en el bolsillo de los clientes, es decir, en los dispositivos móviles. En este momento, Carlos Torres Vila comenzó a granjearse los parabienes de su jefe como su posible sustituto. Y la semilla ha dado su fruto.
Otro motivo para la sonrisa es haber transformado la forma de trabajar del banco. Nada de reuniones maratonianas entre las altas esferas para hablar de lo divino y lo humano. Mejor trabajar al estilo startup, en grupos de no muchas personas, y con un objetivo común. Es el llamado método Agile. También, si se ha puesto a tiro, ha sabido seleccionar la compra de empresas digitales.
Y si se le preguntara qué le ha hecho sentirse orgulloso (la lista para él podría ser más larga que los participantes en Eurovisión), es posible que se pusiera dos medallas (en el caso de que se limitase su número). Una: no participar en la Oferta Pública de Acciones (OPV) de Bankia mientras el resto de entidades fueron como borregos tras la llamada del ejecutivo socialista y del Banco de España. Dos: hacer lo propio y dejar con un palmo de narices a Luis de Guindos cuando éste lanzó un grito a voces para que la Sareb no naufragara. El banco malo impuesto por Bruselas para que las cajas quebradas respiraran recibió tantos noes por parte de FG como veces lo dijo el actor Bruno Ganz en la escena del búnker de Hitler en la película ‘El hundimiento’.
LOS NÚMEROS ROJOS DE FG
Estas dos acciones tuvieron un efecto balsámico sobre los accionistas de BBVA al ahorrar millones en pérdidas. Sin embargo, quien haya recorrido el camino como accionista de la mano de Francisco González no es que tenga muchos motivos para estar satisfecho.
Cual Titanic, la capitalización no ha hecho más que desinflarse. Cuando entró por la puerta FG, era de 50.620 millones de euros. Sus números han menguado hasta los 31.522 millones de euros. Por tanto, la rentabilidad negativa ha sido del 37,7%.
Es que ha retribuido a los accionistas con 22.000 millones de euros, podrían decir sus seguidores. Casi la misma cantidad que ha pedido en ampliaciones, podrían argumentar sus detractores. Además, estos últimos podrían situar en la balanza otro hecho de los que escuecen, aunque las comparaciones dicen que son odiosas.
Allá por el año 2000, la capitalización de su gran rival, Banco Santander, era pareja a la de BBVA. Hoy, está situada en 64.783 millones de euros. Por tanto, frente a los números rojos del 38% de BBVA, la entidad de la llama roja ha tenido números verdes: 27,9%.
Dicho de otra manera, aquel inversor que pusiera 100.000 euros en una y en otra entidad hace 18 años, vería el banco azul como un auténtico desastre, ya que su dinero habría menguado hasta los 62.300 euros, mientras que la entidad ahora presidida por Ana Botín le habría reportado 127.900 euros. Por eso, la junta general de accionistas durante los últimos años ha sido un altavoz para denunciar tamaña pérdida. FG ponía cara de palo y escuchaba impertérrito el rapapolvo. Tocaba tragar.
El mal momento de la acción, por tanto, le ha hecho acreedor al título de banco menos rentable en lo que llevamos de siglo. La máxima de que todo dirigente debe maximizar valor para sus accionistas no ha sido un mantra cumplido. Incluso durante 2015 llegó a salir del top ten de bancos sistémicos mundiales.
No es la única cruz que debería llevar a sus espaldas FG. En su afán por ser Marco Polo y conquistar el mundo, las experiencias en Turquía (donde llegó a perder la mitad de la inversión), China (de donde salió con minusvalías) o Venezuela no han sido lo que se dice un acierto. Así mismo la opa sobre el italiano BNL (2005) fue un fracaso. Todo lo contrario que Chile (que generó plusvalías) o México, aunque en este último caso estuvo a punto de meter la pata al querer partir del país azteca para desembarcar en Brasil.
Tenaz, contumaz, de derechas, y del Real Madrid, como Dios manda (aunque su gran afición es el golf), se ha pegado a la poltrona del BBVA como un percebe a la roca de su Galicia natal. Tanto, que va a ser el último negrito (apodo con el que se calificó a los nombrados a dedo por Aznar) en abandonar la nave más de doscientos meses después de su desembarco. Hasta el ex gobernador del Banco de España, Luis María Linde, llegó a decir en el momento de su marcha que “ninguna prolongación es posible, no como en otras entidades”. Toda una pullita a FG.
Pero no se va a ir como el rey desnudo. Su nómina, al contrario que la acción del banco, ha ido engordando año tras año, para situarse en el entorno de los seis millones de euros anuales. De ahí que su fortuna se estime en una cantidad que ronda los cien millones de euros. Sin olvidar que en el morral se llevará también una pensión más que jugosa.
¿Cómo hubiera sido BBVA sin Francisco González o marchándose, cuando en principio le correspondía, sin esas prórrogas que se inventó para eternizar su carrera? Habría que llamar al ángel de la guarda que le mostró a James Stewart lo que sería el pueblo sin su participación para verlo. Pero eso es otra película.