Las consecuencias de la guerra de Ucrania en el sistema agroalimentario español son evidentes. La gran mayoría de los alimentos se han encarecido con especial mención al aceite de girasol, que ha triplicado su precio. El suministro de cereales y oleaginosas está en riesgo y se prevé que por lo menos en los dos próximos años será necesario buscar el aprovisionamiento al otro lado del Atlántico, lejos del Mar Negro. Estados Unidos y Argentina pueden ser los países que sustituyan las exportaciones ucranianas de este tipo de alimentos hacia nuestro país.
«La guerra desencadenada por Rusia en Ucrania afectará al suministro de materias primas necesarias para el funcionamiento del sistema agroalimentario español». Esta fue una de las principales conclusiones del seminario organizado por la Asociación Nacional de Ingenieros Agrónomos y la Fundación Foro Agrario en el Instituto de Ingeniería de España (IIE) con la participación de expertos que analizaron el contexto geopolítico del conflicto y representantes de los sectores que previsiblemente se verán más impactados: la ganadería, el comercio y la logística de granos, la fabricación de alimentos para animales y la de fertilizantes, quienes alertaron de las dimensiones de los efectos de la invasión.
Sobre las consecuencias globales de este conflicto internacional, a tenor del análisis efectuado, la presidenta de la Asociación Nacional de Ingenieros Agrónomos (ANIA) María de la Cruz Díaz, en declaraciones al término de la sesión, aseguró que la situación en la que vivíamos ha dado un giro de 180º: «Nos enfrentamos, con toda probabilidad, a un nuevo orden mundial. La guerra ya ha marcado un antes y un después, estamos ante un cambio de tendencia relevante que afecta a toda la UE». Todo apunta a que, «en lo económico, estamos cerrando un ciclo de 30 años de globalización, tal como la hemos conocido».
UCRANIA, EL GRANERO DE EUROPA
En concreto, y por lo que se refiere al sistema agroalimentario español, se ha puesto de manifiesto la importancia del territorio ucraniano como proveedor del sistema, cuya capacidad de producción de cereales lo sitúan entre los más influyentes en el comercio agroalimentario internacional, siendo el quinto mayor exportador de cereales y piensos del mundo, a cuyo fin destina el 75% de su cosecha.
En 2021, las importaciones españolas procedentes de este país representaron más del 40% de todos los cereales que se importan, a escala global, más del 60% del aceite de girasol y cerca del 15% de las leguminosas de grano, a lo que se unen importantes compras de fertilizantes.
Los efectos de la guerra están provocando una gran incertidumbre sobre la producción futura de Ucrania (considerada como el granero de Europa), estimándose una superficie dañada en las zonas de cultivo que supera el 30% de la superficie agraria útil (SAU).
En este contexto, y con la producción de este país prácticamente paralizada, será necesario buscar el aprovisionamiento lejos del Mar Negro, al otro lado del Atlántico, en países como EE. UU. y Argentina, entre otros. El problema no es solo de España o la UE, es un problema mundial.
El mayor inconveniente radica en que abastecerse en estos países encarecerá indefectiblemente estos alimentos al tener que traerlos en barcos. En una situación de subidas importantes del coste de los fletes, de 6 a 10 veces, conducirá sin duda a mayores tensiones en los precios y graves problemas de carácter social para los países, como los africanos, que tienen en los cereales la base fundamental de la alimentación de sus poblaciones.
ESPAÑA TIENE QUE APOSTAR POR EL SECTOR
España es una de las principales potencias mundiales en el sector agroalimentario, la octava del mundo teniendo en cuenta el valor de sus exportaciones, – con primeros lugares en algunos sectores agrícolas tradicionales, a los que recientemente se ha unido la ganadería, y dotada de infraestructuras logísticas e industriales, en materia de fabricación de piensos y de fertilizantes, de primer nivel –.
Con esta coyuntura, España puede y debe mantener esta posición, pero eso requerirá abordar los procesos de innovación y de relevo generacional de los titulares de las explotaciones agrarias sin los que muchas de ellas verán su futuro comprometido. En particular, en la España vaciada, donde se necesitan incentivos para fijar población y que el Gobierno atienda sus necesidades y deje de dar la espalda a unos ciudadanos que son fundamentales para mantener vivo el sector primario.
Los cambios necesarios afectarán de manera muy diferente a sectores y explotaciones, pero existe una coincidencia total entre los ponentes de los sectores representados en el seminario en que la alimentación, por su carácter estratégico, necesita de una sensibilidad política especial, a nivel de la UE, en cuanto a garantías de abastecimiento en productos básicos.
RESERVAS ESTRATÉGICAS PARA UN NUEVO ORDEN ALIMENTARIO
Para ello, sería necesario disponer de reservas de alimentos cuya constitución debe dotar a la UE de suficientes garantías para la seguridad alimentaria en los países miembros y el adecuado funcionamiento de las cadenas de suministro, según coincidieron los especialistas que intervinieron en la mesa redonda. Sin prejuzgar cuál podría ser la forma de llevar a cabo la tarea de constituir estas reservas, la colaboración público-privada, como ya se aplica en otros sectores estratégicos como el energético, debería ser un modelo a considerar.
Los ponentes de los sectores referidos mostraron unánimemente la necesidad de que las administraciones competentes tengan en cuenta las condiciones que impone la situación sobrevenida del conflicto bélico desencadenado por Rusia.
En este sentido se considera imprescindible reformular los objetivos que orientan el Pacto Verde Europeo y diferentes estrategias, como la estrategia «de la Granja a la Mesa” y la “Estrategia de la UE sobre Biodiversidad para 2030”.
También se antoja necesario reformular las orientaciones de la propia Política Agrícola Común, de tal manera que, por su aplicación en estas circunstancias, se potencie su carácter fundacional, la producción y el abastecimiento agroalimentario, sin poner en riesgo la soberanía de la Unión Europea en este terreno y sin perjuicio de compatibilizar la más que necesaria producción con los aspectos medioambientales y la lucha contra el cambio climático.