sábado, 23 noviembre 2024

La industria del automóvil allana el terreno para fuertes subidas de precios  

Los fabricantes de vehículos pueden sobrevivir sin los ciudadanos rusos. Ahora bien, hacerlo sin sus productos es otra historia. La excepción, quizás, es Renault que no puede aguantar sin ambas, lo que le ha llevado a tomar decisiones críticas que la exponen frente a las autoridades. Y es que la acción bélica de Rusia y las sanciones recibidas han tensado los mercados de algunas materias primas básicas para los productores. Por ejemplo, algunas clases de níquel, un elemento vital para las baterías de los vehículos eléctricos. También los precios del platino o el paladio. Al final, la única opción que aparece en el horizonte es subir todavía más los precios.  

TESLA DA EL PASO

Sin ir más lejos, Tesla, la firma estrella de los coches eléctricos, subió el precio de sus modelos en Estados Unidos este mes. El fundador e icónico líder de la compañía, Elon Musk, se excusó a través de Twitter (como no podía ser de otra manera) aludiendo a una “importante presión inflacionaria reciente en materias primas y logística”. Y es que la guerra en Ucrania está siendo la continuación a la espiral de precios en el sector del automóvil que se inició hace cerca de un año. Cuando la falta de microchips redujo con fuerza la oferta.

Una sobrecarga de costes que, auspiciada por esa caída de la producción, ha podido ser trasladada a los consumidores. De hecho, Gabriel Adler, analista del banco Citigroup, señala que hasta ahora los fabricantes de automóviles han logrado pasar sus costos a los consumidores. Pero ese poder de fijación de precios envidiable, también tiene sus límites. Eso implica que en algún momento, los consumidores no estarán dispuestos a absorber los aumentos.

Un punto de inflexión que podría estar cerca, dado el desequilibrio actual del mercado ha llevado a un coche usado a valer más que cuando era nuevo.  

DE LA LOCURA DE PRECIOS AL DESABASTECIMIENTO

Pero el sector también apunta a que los problemas ahora parecen ser más serios. Al fin y al cabo, no solo falta un componente clave, sino que el desabastecimiento o los precios desbocados se extienden a lo largo de la cadena. Volkswagen y BMW han recortado la producción en Europa. La propia industria calcula que la difícil situación en Ucrania conllevará a que se produzcan hasta cinco millones menos de coches, eso supone un recorte adicional superior al 60% de los que ya se habían ejecutado en 2021. 

Para entender esos desafíos hay que entender que no solo hay problemas con los precios, sino que también hay desabastecimiento. Por ejemplo, los productores europeos están ahora buscando desesperadamente fabricantes de arneses que agrupan kilómetros de cables eléctricos en sus automóviles para reemplazar a los proveedores ucranianos fuera de servicio. También se está volviendo un auténtico infierno encontrar cantidades suficientes de níquel, un elemento básico para la fabricación de las baterías de los coches eléctricos, a medida que Rusia, el mayor exportador del mundo, cierra sus fronteras.

Ese difícil contexto se puede apreciar de manera más clara siguiendo la evolución del níquel como activo bursátil. Un material que antes incluso de la invasión rusa o de las sanciones ya estaba disparado. Pero con el ataque a finales de febrero todo se volvió más difícil, hasta que Rusia dejó caer que pararía sus exportaciones de algunas materias que directamente pasó a ser un caos. En una jornada histórica el metal inició una subida vertical hasta tocar los 89.000 euros (100.000 dólares), lo que llevo a suspender su cotización. Unos cuantos días después, todavía no se ha recuperado la normalidad. 

LA CADENA DE PRODUCCIÓN MÁS ESTRESADA QUE NUNCA

El resultado es que hay algunos fondos pillados. También que muchas empresas, incluidas algunos de los fabricantes de vehículos, también han quedado expuestos por las coberturas y derivados que mantienen sobre las materias primas. El verdadero dolor de esa historia todavía no se conoce, pero poco a poco irá saliendo a la luz con el paso del tiempo. Mientras, el coste directo para los consumidores será el de vehículos más caros. Para Morgan Stanley, una firma de inversión estadounidense, los precios actuales del níquel implican agregar 1.000 dólares más de coste a la producción de un vehículo eléctrico.

Un sobrecoste que podría elevarse a medida que el conflicto se enquiste. Al fin y al cabo, el paso del tiempo es el peor enemigo posible porque la oferta se reducirá, a medida que la economía rusa colapse, y la demanda de vehículos eléctricos, ayudada por las subvenciones de los países, debería seguir creciendo notablemente. Pero no solo es el níquel. También el platino ruso es realmente importante para los productores de vehículos, ya que se utiliza para eliminar las emisiones tóxicas de los gases de escape de los vehículos. De hecho, casi el 60% de las importaciones de paladio las hacen entre Estados Unidos (EE.UU.), Gran Bretaña y la Unión Europea (UE).  

LOS CONVERTIDORES Y EL PALADIO

Por último, el elemento que también está presentando ciertas tensiones en su oferta es el paladio que se utiliza para los convertidores catalíticos. Se trata de un metal de transición, que está dentro del grupo del platino, que también se extrae de las minas donde se obtiene el níquel, lo que vuelve a poner a Rusia en el mapa. Aunque por suerte también se extrae de otras excavaciones de cobre, lo que permite a su producción estar mucho más compensada a nivel global. Aun así, presenta un problema curioso de logística y es que el paladio suele transportarse en aviones de pasajeros y muchos países han detenido los vuelos hacia y desde Rusia.

ELEMENTOS DISPARADOS

En definitiva, la situación no parece sencilla, ya que sin dichos materiales no se pueden hacer los vehículos tal y como los conocemos. También porque hay más elementos que están disparados. Los costes energéticos, por ejemplo, están llevando a que muchos productores pongan la lupa en su huella geográfica para hacerla más eficiente. La mano de obra, con la inflación disparada en muchos países desarrollados, suponen un freno en sus fábricas (como se ha visto en España), mientras que las monedas devaluadas (como la lira turca) son un reclamo. Hasta el caucho para las ruedas sube incluso más que los anteriores elementos en el año, un más 67%. Al final, mientras se encuentran soluciones se seguirá optando por lo más fácil: cargar al consumidor con todos esos incrementos de precios hasta que la cadena se rompa por algún lado.


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