La central térmica de Endesa en As Pontes ha vuelto a funcionar esta semana y, previsiblemente, seguirá quemando carbón por tiempo indeterminado. El Gobierno no está mostrando diligencia a la hora de tramitar la autorización de cierre que permita la clausura y desmantelamiento de la planta de generación eléctrica, según lo programado. La guerra de Ucrania ha dado un vuelco al panorama geoenergético. Fuentes consultadas por MERCA2 concretan ese giro en un 1.000.000 de toneladas de carbón que As Pontes podría recibir en los próximos meses.
Por lo pronto, en la central de Endesa se trabaja día a día con objetivos a corto plazo, pero lo que parece claro en este contexto incierto es que se seguirá necesitando aportar electricidad al sistema generada a partir de carbón, ante el disparado precio del gas y la convulsión del mercado energético. El futuro de la comarca gallega sigue en el aire, aunque respira gracias al balón de oxígeno para trabajadores y transportistas que supone la vuelta a la actividad en la térmica.
La central se vio obligada a parar el grupo que estaba operando por un problema en la junta de expansión, que ya está arreglado y funcionando a mínimo técnico en torno a 200 MW porque tiene pocas reservas de carbón para hacerlo a un mayor ritmo.
El objetivo europeo de acabar con la dependencia del gas ruso ha resucitado al carbón
Este sábado llegará a El Ferrol un barco con casi 83.000 toneladas de carbón y también está prevista la recepción en puerto de otro buque a finales de mes con otras 162.000 toneladas más, ambos procedentes de Indonesia, para garantizar la continuidad de la operatividad en la planta hasta el 31 de mayo. Esa era la fecha tope prevista hace unos meses para que As Pontes dejara de funcionar, pero la situación ha cambiado radicalmente desde el mes de noviembre en que se volvió a quemar carbón en la central gallega, hasta que se averió el equipo que se acaba de reparar.
As Pontes emplea en la actualidad a 40 trabajadores, al estar tan solo operativo un grupo de los cuatro de los que dispone la térmica. Para poner en funcionamiento el grupo 2 se necesitarían como mínimo otras 20 personas más, pero en la actualidad no se contempla esa opción, por los problemas que implica traer de vuelta a trabajadores a los cuales se deslocalizó, sin saber además por cuánto tiempo más deberían volver a sus puestos.
En paralelo, el Gobierno busca diversificar el mix de generación, y frente a los precios actuales del gas, y con el objetivo europeo de acabar con la dependencia energética de Rusia, está claro que el carbón es una opción a tener en cuenta y, además, a un precio más competitivo que el gas.
DEMORA EN LA AUTORIZACIÓN DE CIERRE
La autorización definitiva de cierre se lleva demorando varios meses. Al principio era por una documentación que retenía la propia Xunta de Galicia. La Xunta ya entregó esa documentación tras una reunión entre el presidente gallego, Alberto Núñez Feijoó y la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, y ahora la pelota está en el tejado del Ministerio para la Transición Ecológica.
Desde el Ministerio se excusan en la elevada carga de trabajo que impide avanzar en la autorización por ahora, aunque afirman que están trabajando en ello, pero la realidad apunta a que la necesidad de garantizar la cobertura de la demanda energética aconseja que la instalación de As Pontes se mantenga operativa durante varios meses más.
En el seno de Endesa no hay consenso al respecto. Por un lado, el carbón en estos momentos es rentable por los precios que ofertan otras energías, pero la estrategia marcada por la compañía aboga por no dar ni un paso atrás en su política verde, por lo que deja el destino de la central en manos del Ministerio. Si la autorización de cierre llega antes del 31 de mayo, ese día terminará la historia de la térmica. Si se sigue demorando, seguirá operando los meses que haga falta.
El precio de los derechos de CO2 está bajando. En diciembre de 2021 rozaba los 100 euros por tonelada, pero la retirada de especuladores rusos debido a las sanciones económicas por la guerra de Ucrania ha provocado su desplome. Y, por lo tanto, aunque para quemar carbón se necesita pagar más derechos de CO2 que para quemar gas, los precios de cada commodity hacen que en la actualidad el carbón sea más competitivo.
Endesa ha hecho público en numerosas ocasiones su intención de deshacerse de la generación convencional (energías fósiles) lo antes posible. Los parques de generación, los bombeos y los huertos solares son su apuesta de futuro. Pero en la actualidad España no se puede permitir el lujo de prescindir por completo del carbón, como ha pasado en otros países.
En Alemania, por ejemplo, el estado tiene una importante participación en el sector energético y, por eso, en la situación actual ha dado una moratoria de un año a las centrales de carbón, que tenían que haber cerrado en septiembre del año pasado. Con ellas se genera el 40% de la electricidad necesaria para el país.
EL SÍ, PERO NO, DE RIBERA
Ribera enarbola hasta la saciedad la bandera ecologista, pero a la vez no agiliza la tramitación del cierre de la central de As Pontes, ni tampoco de la térmica de Los Barrios, de EDP. Si por ella fuera las habría cerrado hace tiempo, pero el sentido común y la necesidad se imponen: no parece el momento adecuado para llevar a cabo esos cierres, aunque su discurso poco realista de encomendar la demanda energética exclusivamente a las renovables y a un almacenamiento energético que no llega, contradiga sus actos.
Cuando se trazó la hoja de ruta de la transición ecológica se pensó que el plan saldría redondo. Se asentó sobre unas bases que no estaban ni de lejos consolidadas. Las renovables no cubren la demanda sin energías de respaldo más contaminantes, pero almacenables y gestionables. Y aunque se aspire a un mix renovable con vehemencia, lo cierto es que la realidad se impone.
El Gobierno no calibró todos los problemas que podía acarrear la renuncia al carbón y la retirada gradual del gas que, como se está evidenciando, son muchos. En Europa tampoco se tuvo en cuenta la posibilidad de la especulación con los derechos del CO2, ni de la avaricia de los países productores de gas, ni del crecimiento acelerado de China, que compra todo a cualquier precio rompiendo el mercado ni, muchísimo menos, de la posibilidad de una invasión de Rusia a Ucrania y el estallido de una guerra. En definitiva, hubo poca previsión y ahora demasiadas consecuencias y muy caras para los consumidores.