Rusia se ha convertido en un gigantesco campo de pruebas para China. Un experimento en tiempo real que permite ver a los funcionarios asiáticos de primera mano el terrible poder económico de Occidente. Pero también cuál es la mejor manera de combatirlo y devolver el golpe. En primer lugar, para frenar ese mazazo (como el que se ha llevado el rublo) es imprescindible que su sistema financiero pueda funcionar de forma alternativa a SWIFT. En segundo lugar, fortalecer una desconexión digital, cómo ya se está ejecutando. Por último, utilizar su poder en el sector primario (agricultura, ganadería o minería) para orquestar un contraataque
TALÓN DE AQUILES
Desgraciadamente, para Occidente, es la última parte la que más avanzada está. Aunque no siempre ha sido así. De hecho, durante mucho tiempo ese mismo apartado era considerado el talón de Aquiles de la economía china. Al revés, por ejemplo, de Rusia, que es el mayor exportador de trigo, el segundo energético (petróleo y gas) y uno de los principales de fertilizantes. Mientras, China se encuentra con una terrible realidad: con una quinta parte de la población mundial, solo un 10% (o incluso menos) de su tierra es cultivable. Por no hablar de que es el principal importador de energía del mundo.
En otras palabras, en una guerra con Occidente la población china saldría muy mal parada. Al fin y al cabo, las revueltas populares son mucho menos agresivas (y virulentas) si el estómago de los ciudadanos está lleno. Esas enormes complejidades llevaron a Xi Jinping a reorganizar toda su estrategia en el exterior y comenzar la mayor conquista del sector agropecuario mundial nunca vista. En este contexto, las empresas chinas han adquirido cerca de 6,5 millones de hectáreas de terrenos para el cultivo, la ganadería, la minería o la silvicultura en la última década.
DOMINAR LAS SEMILLAS, ES DOMINAR LA ALIMENTACIÓN MUNDIAL
La cifra, ofrecida por la consultora Land Matrix, supone más del doble de la suma de las compras realizadas por las compañías británicas, estadounidenses y japonesas. Además, ese proceso se ha ido escalando con el paso de los años. En un principio, las adquisiciones se hacían de forma abrupta en zonas agrícolas poco desarrolladas (y fuera de las jurisdicciones de Occidente) como África o América. Una vez se tenían las tierras que en China no se pueden conseguir, lo siguiente fue hacerse con la tecnología para mejorar la producción. Con ello, se intentaba mejorar no solo los rendimientos y la eficiencia en aquellas regiones, sino también en su propio país.
Para ello, se optó por la adquisición de empresas que se integrarían dentro de los gigantes estatales chinos para adquirir sus conocimientos. Un elemento primordial cuando tienes una economía centralizada donde la innovación es inexistente. Y la política fue extensible tanto al sector industrial como alimenticio. Un ejemplo fue la compra por parte de la firma estatal China National Chemical (más conocida como ChemChina) del fabricante de neumáticos italiano Pirelli. Pero el paso más importante fue el de 2016 cuando la misma ChemChina se hizo con el fabricante de pesticidas y semillas suizo Syngenta.
La operación fue la más grande ejecutada jamás por una compañía china en territorio extranjero al abonar hasta 43.000 millones de dólares. Un movimiento arriesgado, pero con un objetivo todavía más ambicioso: monopolizar el mercado de las semillas. Jack Kloppenburg, profesor de la Universidad de Wisconsin-Madison alerta de que «el control de las semillas significa en muchos sentidos el control del suministro de alimentos. La cuestión de quién produce las nuevas variedades de cultivos es absolutamente crítica para nuestro futuro”. De ahí, la importancia de los movimientos chinos.
CHINA SE CONVIERTE EN LA TIERRA DEL CERDO
En términos de ganadería, su posición también se ha vuelto dominante. En especial, en cuanto al cerdo. Durante la II Guerra Mundial y los años posteriores, los chinos apenas se alimentaban con calorías de origen animal y todavía menos del cerdo. De hecho, se estima que tan solo representaba un 3% de toda la ingesta calórica de un ciudadano chino, pero en la actualidad esa cifra ha llegado a multiplicarse por cinco Y lo más satisfactorio para las autoridades chinas es que una gran cantidad de esos cerdos que se consumen, se producen en el país.
Para mayor satisfacción todavía, el Estado es el propulsor de gran parte de este consumo. Así, algunas de las instalaciones industriales más grandes de China que pertenecen al gobierno producen hasta 100.000 cerdos al año. También se vela no solo por su continuidad, sino por ir mejorando la especie. Y es que el gigante asiático tiene un banco nacional de genes (básicamente un congelador gigante con semen de cerdo) y una red de criaderos de cerdos autóctonos. A pesar de todo, ese control tiene dos problemas y es que todavía importa una cantidad considerable (de España, por ejemplo) y dar de comer a toda esa piara puede llegar a ser una utopía en casos extremos.
“ORIENTE MEDIO TIENE PETRÓLEO Y CHINA TIENE TIERRAS RARAS”
Aún así, los avances son lo suficientemente importantes para que China pueda respirar más tranquila en caso de un aislamiento como el ruso. Pese a todo, su gran baza no es tanto la agricultura y la ganadería, sino sus avances en términos de minas. Y todavía más cuando se habla de unos materiales llamados ‘Tierras Raras’. Se trata de una serie de elementos, que van desde el escandio hasta el lutecio, que se necesitan en todas las cosas electrónicas. Incluidos, cada vez más, los vehículos eléctricos. China posee dos quintas partes de las reservas mundiales y ya en 1992, Deng Xiaoping bromeó al señalar que «Oriente Medio Tiene petróleo y China tiene tierras raras».
Una década más tarde, el gigante asiático acaparaba casi la totalidad de la producción mundial. Ahora, dos décadas después su control sigue siendo casi absoluto. Incluso, en aquellos minerales claves que no están en sus propios dominios. Uno de los mejores ejemplos es el caso del cobalto. Pese a que China no posee un dominio sobre él, sí lo tiene sobre los sulfatos y óxidos de cobalto necesarios para fabricar los cátodos más importantes para las baterías de iones de litio. En concreto, cuatro quintas partes de esas sustancias se refinan en China y el resto (que se hace en Finlandia) pertenece a una empresa estatal china, China Molybdenum.
En definitiva, China está logrando a base de talonario hacerse imprescindible para Occidente, tanto en alimentos como elementos únicos como las tierras raras. Se trata del primer paso de conquista, según han aprendido de tantos años de relación con Vladímir Putin. Ahora, el siguiente paso es aprender a utilizar esas reservas como arma para lo que está haciendo un curso acelerado con la invasión de Ucrania. También lo hará próximamente dando a Rusia acceso a su nuevo sistema de pagos y actividad financiera, CIPS, para enfrentar las sanciones. Muy probablemente, cuando tenga toda la información necesaria se decidirá a poner fin a la guerra actual. Hasta entonces, los funcionarios chinos seguirán con sus habituales malabarismos sobre la cuerda.