Poco a poco están surgiendo voces en el mercado que apuntan a que se avecina una crisis financiera global, de la cual todavía no conocemos ni su extensión ni alcance, pero que preocupa a los analistas e inversores hasta el punto de que algunos de ellos están modificando sus estrategias y carteras para protegerse del impacto.
Las sanciones económicas impuestas a Rusia tras su intervención militar en Ucrania terminarán golpeando a los países occidentales que las han diseñado, no sólo en términos de inflación, sino también en la pérdida de estabilidad de un sistema financiero que lleva años caminando a lomos de la política monetaria ultraexpansiva de la banca central.
En España ha sido la aseguradora Mapfre una de las primeras en poner el dedo en la llaga, al considerar que existe la posibilidad de que se produzca una recesión económica y crisis financiera por los efectos económicos de la guerra en el Este de Europa. Así lo expuso el economista jefe del departamento de inversión de la firma, Alberto Matellán, en un webinar celebrado el pasado martes.
Y no es el único que piensa así, el presidente de BBVA, Carlos Torres, ha advertido a los accionistas de la entidad que la nueva situación geopolítica y económica que crea el escenario bélico actual tendrá «importantes repercusiones a largo plazo» en la economía mundial que afectará a la relación entre los distintos bloques y que supondrá un reto para el comercio internacional.
Otros bancos, como el Santander, ya incluyeron la guerra en Europa como uno de los riesgos para este año, según recoge su informe financiero de cierre de 2021 que remitió al regulador bursátil de EEUU (SEC, por sus siglas en inglés) el pasado dos de marzo.
CRISIS DE LIQUIDEZ RUSA
Al otro lado del Atlántico los mensajes son más explícitos y la agencia Bloomberg ya avisa de que «la crisis de liquidez de Rusia puede convertirse en una crisis de crédito global». Así lo están reflejando indicadores como los Credit Default Swaps (CDS), derivados financieros que sirven para cubrir el riesgo de impago y que en el caso de la banca se están disparando en los últimos días. Bancos europeos como Credit Suisse y Deutsche Bank, o estadounidenses como Goldman Sachs ven cómo el mercado comienza a descontar que tendrán problemas para hacer frente a sus obligaciones.
La política monetaria de los últimos años ha hecho muy dependiente al sector financiero de la liquidez de la banca central. Los tipos interés de interés en mínimos históricos ha destruido por completo la parte alta de las cuentas de resultados de las entidades (la del margen de intereses), al no permitir que la ingresos vinieran de la mano del negocio tradicional bancario: captar depósitos y conceder créditos.
Este escenario estaba comenzando a cambiar tras la decisión de la Reserva Federal de retomar parcialmente la ortodoxia monetaria, subiendo las tasas de referencia y empujando a otros bancos centrales, como el europeo, a hacer lo mismo. Esto explica el buen comportamiento en Bolsa de la banca en lo que va de año, hasta que ha llegado la guerra y ahora existe incertidumbre sobre los próximos movimientos de las autoridades monetarias globales.
«EL MERCADO PUEDE SER INCAPAZ DE DIGERIR LAS PÉRDIDAS QUE LAS SANCIONES Y LA CRISIS DE LIQUIDEZ POSTERIOR PUEDEN PROVOCAR»
«Aunque algunos especulan con la idea de que el mayor riesgo a corto plazo [del efecto económico del conflicto bélico] para los mercados es que se produzca una restricción de la financiación, lo que realmente nos preocupa es el riesgo crediticio que se avecina (…) el mercado puede no ser capaz de digerir las pérdidas de crédito que las sanciones y la crisis de liquidez posterior pueden provocar», señala el responsable de estrategia global de Toronto-Dominion Bank, en un informe para inversores.
Por su parte el departamento de análisis de ING advierte de que por «el momento es difícil estimar el impacto potencial que tendrá la nueva situación económica en los bancos europeos», aunque «es probable que todo el sector se vea afectado por los efectos de la primera ronda que se producen en forma de movimientos del mercado, como mayores diferenciales en los bonos». No obstante, desde el banco holandés se considera que las entidades que no tengan exposición al Este de Europa podrían soportar mejor el golpe.
Oficialmente hay unos 100.000 millones de dólares de deuda rusa en bancos extranjeros y la Agencia Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés) indica que las entidades europeas con un mayor riesgo son Société Générale, Raiffeisen Bank International, UniCredit, OTP-csoport y RCB Bank. Sin embargo en un mundo globalizado como el actual, las perturbaciones en la cadena de pagos se transmiten al resto del sistema de forma imprevisible.
“Un impago en un área tiende a provocar más impagos en otro lugar y, finalmente, la cadena experimenta una gran ruptura en forma de un evento crediticio importante. Con la expulsión de Rusia del mundo de las finanzas internacionales, que va a crear muchas interrupciones en los pagos, existe la posibilidad de que se produzca esta ruptura. La undécima economía del mundo tiene muchos vínculos con el exterior a través de las exportaciones de materias primas y la exposición bancaria, así como miles de millones de dólares en bonos denominados en dólares. Muchos de estos vínculos tienden a ser opacos debido a las sanciones anteriores impuestas al país tras la anexión de Crimea, lo que hace que el impacto de los impagos sea difícil de calibrar”, indica Tracy Alloway, especialista en finanzas de Bloomberg.
¿UNA CRISIS COMO LA DE 2008?
Gestores de inversión van incluso más lejos y apuntan que estamos a las puertas de una crisis financiera de una magnitud comparable a la que se produjo tras la caída de Lehman Brothers. «La crisis económica y financiera ya ha comenzado con la invasión de Ucrania. Será la mayor desde 2008», apunta el gestor de True Value, Alejandro Estebaranz. En una línea de análisis similar está Cathie Woods, CEO de Ark Invest y una de las gestoras estrellas de Wall Street, que ya venía avisando de la fragilidad de los mercados tras años de adicción a la droga monetaria.
Y es que la guerra de Ucrania ha provocado que muchos olviden que ya antes de la decisión del Gobierno de Putin de romper el statu quo los principales bancos de inversión anticipaban volatilidad y correcciones bursátiles debido, sobre todo, a que la inflación obligaría a la banca central a tomar medidas, restringiendo la liquidez o al menos no favoreciéndola como hasta ahora. La FED y el BCE se han convertido en gigantescos hegde funds con unos balances que han crecido como la espuma, sobre todo tras la pandemia, y ahora que toca poner todos esos activos en el mercado el miedo se extiende en el mercado.
Por eso la guerra lo que puede provocar es un fin anticipado del ciclo económico que ya había comenzado a dar síntomas de agotamiento. Y el problema es que los bancos centrales no tienen margen para aplicar medidas que solventen el problema inflacionario sin anticipar la recesión. Aunque se están debatiendo nuevas medidas no convencionales para detener la sangría.
El BCE REVISA A LA BAJA SUS ESTIMACIONES DE PIB
En el caso de Europa, el BCE ha puesto en marcha su war room dirigida por Christine Lagarde, el español Luis de Guindos y el italiano Andrea Enria, que son las tres cabezas visibles de la autoridad monetaria comunitaria. Se avecina un aluvión de revisión a la baja de proyecciones económicas, que justificarán políticas fiscales y monetarias, de forma similar a marzo de 2020 pero con una diferencia fundamental: que la inflación está en niveles nunca vistos en los últimos cuarenta años.
En el caso de la banca española, el crecimiento de la morosidad es el gran riesgo del que nadie quiere hablar pero que existe y que ha sido maquillado gracias a los creditos ICO, avalados por el Estado en un 80% en el caso de los préstamos concedidos a pymes y autónomos, y entre el 60% y el 70% para el resto de empresas.
EL FANTASMA DE LA MOROSIDAD Y LOS CRÉDITOS ICO
El Gobierno decidió usar esta vía para reducir el impacto de las restricciones durante la pandemia para que los negocios sobrevivieran, pero muchos de ellos no han logrado volver a ser rentables y no devolverán el dinero, algo que ya puso de manifiesto el Banco de España el pasado noviembre.
Las entidades financieras son conscientes de que los impagos de los créditos ICO terminarán afectando a sus balances (aunque menos que a las cuentas estatales) y por ello llevan semanas intentando convencer al los reguladores –tanto al BCE como al Banco de España– para que les permitan no reconocer la morosidad de estos préstamos en sus registros. Incluso han acudido al Ministerio de Economía para convencer a Nadia Calviño de que les permita realizar esta ingeniería contable, sin que hayan tenido éxito, por el momento.
Y todo esto se produce en un contexto de reducción de provisiones y reparto de dividendos una vez despejado el riesgo sanitario, rumbo que podría truncarse con la llegada de esta nueva crisis.