Los próximos días prometen ser clave en el conflicto entre Rusia, Ucrania, EEUU y la OTAN. La escalada de la tensión es máxima con casi 150.000 militares rusos a un paso de la frontera ucraniana, y EEUU y la OTAN enviando armamento pesado, fragatas y demás hacia la zona. Las conversaciones entre Rusia y el frente conjunto EEUU-OTAN intentarán calmar las cosas, pero de momento, ninguna de las partes cede en sus pretensiones. La situación se asemeja cada vez más a la Crisis de los misiles de Cuba, pero esta vez el eje central es especialmente un gasoducto, el Nord Stream 2. El juego del gas ruso puede dejar helada a Europa.
La crisis de los misiles de Cuba es el nombre que se dio al conflicto entre los Estados Unidos y la Unión Soviética con Cuba de por medio en el mes de octubre de 1962. La tensión se disparó durante unos días tras el descubrimiento por parte de Estados Unidos de bases de misiles nucleares de alcance medio de origen soviético en la isla cubana. Fue de tal tamaño el conflicto que amenazó con desencadenar la tercera guerra mundial.
En aquella ocasión, la templanza de John F. Kennedy y la diplomacia al más alto nivel evitaron el estallido de una guerra, convenciendo al presidente soviético Nikita Jruchov de que retirara los misiles desplegados en Cuba, a cambio de una serie de concesiones como el compromiso de Kennedy de no invadir Cuba o la retirada de los misiles nucleares estadounidenses instalados en Turquía e Italia.
El comienzo de la crisis actual ha sido muy parecido al de hace casi 60 años. En esta ocasión EEUU descubrió hace ya varios meses un anómalo despliegue de tropas rusas que se han ido situando cerca de la frontera con Ucrania, y que a día de hoy alcanzan casi los 150.000 efectivos. Todos esos militares rusos, y los vehículos pesados que se congregan en la zona no están de vacaciones precisamente y tienen atemorizados a los dirigentes ucranianos que ya saben como se las gasta Putin.
DE LA GUERRA FRÍA, A LA GUERRA DEL FRÍO
Si en 1962 la cosa trataba de proteger a Cuba y de mostrar el potencial militar del eje comunista, en esta ocasión la cosa trata de evitar el avance hacia el este de la OTAN, y de energía. Sí, de energía. Porque ahora, tras el desarme nuclear de americanos y rusos de hace años, la energía se ha convertido en una de las armas más poderosas a la hora de imponer criterios o de defender posturas.
Hemos pasado de la Guerra Fría a la Guerra del Frío. Putin lleva meses jugando con su gas y con la Unión Europea, y jugando a atemorizar a todas Europa. El exdirectivo de la KGB se mueve como pez en el agua en este tipo de situaciones, que suele provocar él y donde suele salir victorioso, porque a él no le importa meter a su país en una guerra, mientras que al resto del mundo occidental sí, incluidos los Estados Unidos, que han salido escaldados de zonas como Afganistan e Irak.
NORD STREAM 2 EN EL EJE DEL CONFLICTO
En medio de toda esta tensión, que tiene al mundo en vilo, se encuentra al gasoducto Nord Stream 2. No hablamos de una infraestructura energética cualquiera, hablamos de una infraestructura submarina que transita por el fondo del mar Báltico y que ha costado unos 11.000 millones de euros, capaz de suministrar unos 55.000 millones de metros cúbicos de gas al año, y que enlaza directamente Rusia con Alemania, sin pasar por ningún otro país, evitando de esta forma a Ucrania.
El gasoducto se terminó en el mes de septiembre y desde entonces está pendiente de que Alemania y la Unión Europea den su aprobación reglamentaria, y aquí es donde viene uno de los grandes problemas. Rusia quiere evitar que su gas pase por Ucrania, para estrangular de alguna manera la economía de su vecino y debilitarlo. Ucrania, que se ve cada vez más débil en la zona, quiere entrar en la OTAN para sentirse protegido. EEUU quiere que Ucrania entre en la OTAN para estar más cerca de Rusia y vigilarle mejor. Y Rusia no quiere ni oír hablar de que Ucrania entre en la OTAN, porque lo considera un ataque directo a su país.
Por su parte, la OTAN afirma por activa y por pasiva, que cualquier país es libre para solicitar el ingreso en su organización y que no puede negarse a ese ingreso si Ucrania cumple con los requisitos exigidos.
Desde luego el conflicto tiene difícil solución. Alemania está presionando a Rusia evitando conceder la certificación reglamentaria del Nord Stream 2, respaldada por el Gobierno de Biden, por lo que el gasoducto sigue sin poder operar. Es más, si Rusia no retira las tropas desplegadas esa certificación no llegará, aunque eso sea contraproducente para los intereses alemanes, que necesitan más que nadie el gas ruso. Pero aquí, Alemania está claramente alineada con su aliado americano.
POCAS RESERVAS DE GAS EN LA UE
EL Kremlin sabe que Europa tiene las menores reservas de gas de los últimos años, y Alemania no es una excepción, y está vendiendo a la UE el gas justo para cumplir con sus contratos a largo plazo, despreciando hacer caja con ventas a corto plazo ahora que el precio del gas está desbocado.
Si en las próximas semanas se recrudeciera el frío en Europa, habría países que podrían pasarlo mal, ante la escasez de gas. Y si finalmente las tropas rusas invadieran parte de Ucrania las consecuencias energéticas para la Unión Europea serían impredecibles, pudiendo dispararse los precios por encima de los 1.000 euros el MWh de electricidad.
El mundo espera que la diplomacia triunfe aunque se antoja difícil una salida airosa, por lo enfrentadas de las posturas de uno y otro lado y también porque ni Biden es Kennedy, ni Putin es Jruchov. El primero no tiene ni el carisma ni el liderazgo de su homólogo en los años 60 y el segundo es mucho más peligroso y tiene menos respeto a los Estados Unidos que el entonces líder soviético.