Ibercaja finalmente ha anunciado su intención de salir a Bolsa. Así, la antigua caja aragonesa prevé ejecutar una oferta pública de venta secundaria de acciones. En otras palabras: trasmitir los títulos que ahora posee la Fundación Bancaria Ibercaja a otros inversores para así reducir su peso en el accionariado; en concreto, del 88% actual al 46%. Un movimiento obligado para cumplir con la Ley de Fundaciones Bancarias que exige una participación en el capital social por debajo del 50%. Una operación esperada que se estructura principalmente bajo tres claves.
La primera, y quizás la más importante, es la obligatoriedad de la operación. De hecho, muy probablemente, sino fuera porque la Ley de Fundaciones Bancarias, o la ley de cajas como se la conoce, obliga a ello no se habría producido. Aunque dentro de que era una necesidad imperiosa, el movimiento se podía haber articulado de distintas maneras. Una de ellas era la de encontrar un socio que ostentase una parte importante del capital. Otra, la más factible, era haber buscado un movimiento corporativo que hubiera dotado de mayor tamaño al banco. Como hizo, de hecho, Unicaja.
Ambas opciones eran válidas, incluso la segunda garantizaba mejor el futuro de la entidad, pero adolecían de un problema: le quitaban poder a la Fundación Ibercaja. Un contratiempo que en términos de rentabilidad ni inversores ni analistas entienden. De hecho, un poder más repartido permitiría una mejor puntuación en gobernanza, la G de los conocidos criterios ESG. Pero que es vital en el concepto español de negocio. Sin ir más lejos, las últimas noticias de la guerra abierta en Unicaja o por el control de Naturgy, entre otros muchos, dan buena cuenta de ello.
EL PODER EN IBERCAJA NO SE TOCA
Así, pues la salida a Bolsa cumplía con el único requisito real que tenía la Fundación aragonesa: reducir su peso en el accionariado sin que disminuya su poder. Por ello, la operación es perfecta, dado que el resto de accionistas de Ibercaja estarán muy atomizados y no tienen excesivo poder sobre las decisiones de la compañía. Lo anterior, se resume a la perfección en palabras del propio presidente de la entidad aragonesa, José Luis Aguirre, al señalar que “es la mejor opción disponible para impulsar la competitividad de nuestro proyecto corporativo y, a la par, cumplir la Ley de Fundaciones Bancarias”.
La salida a Bolsa tenía que ser sí o sí, y no había escapatoria
Aun así, esa propuesta tiene un problema de fondo importante. Y es que un accionariado muy atomizado, sin grandes inversores (o manos fuertes, como también se les conoce) se puede terminar convirtiendo en un valor muy volátil en Bolsa. En otras palabras, que las acciones de la entidad tengan excesiva volatilidad en su precio y sobrerreaccionen ante las noticias poco positivas. Lo anterior, no debería ser un problema demasiado importante para cualquier cotizada, aunque no sea lo ideal, pero sí lo es para un banco.
Al fin y al cabo, una entidad es una empresa en quiebra por definición, que se sostiene por la confianza de sus clientes. Una caída excesivamente vertical podría dañar la reputación de Ibercajaprovocando situaciones de riesgo. Por ello, la Fundación intentará buscar colocar algunos paquetes representativos, con un porcentaje del accionariado del 3%, entre inversores cualificados. Como así mismo detalla: “Se espera que la Oferta amplíe la base accionarial del banco mediante la incorporación de inversores institucionales y una base diversificada de accionistas”.
EL FUTURO DEL NEGOCIO DE IBERCAJA
Un segundo elemento clave es: ¿Cómo beneficia al negocio bancario de Ibercaja el movimiento? A simple vista es difícil de ver realmente ganancias en este aspecto. A diferencia, por ejemplo, de la segunda opción que estaba sobre la mesa que era la de intentar acometer un movimiento corporativo. El caso de Unicaja es un claro ejemplo. La fusión con Liberbank está dejando algunas grietas en términos de poder, pero en el aspecto más puramente del negocio bancario parece un acierto. Los inversores han valorado positivamente la operación porque generará sinergias, mayores ingresos y menores costes, y un mayor tamaño.
A pesar de ello, la dirección intenta hacer ver que este movimiento repercutirá positivamente en el desarrollo del negocio de la compañía. Así, la entidad coloca este punto como una de las claves en la información que ha hecho pública este jueves 20 de enero de 2022: “La oferta contribuirá a impulsar las tres transformaciones en curso del Banco: la comercial, la operativa y la financiera”. Pero la realidad es que una a una es muy difícil de mejorar simplemente inyectando dinero. Quizás, la mejor opción es que una mayor inversión puede suponer una mejora evidente en la digitalización del grupo. Eso se traduce del resto de variables.
Pero tampoco es seguro. Los algo más de 1.000 millones que recibirá, de lo que se debe descontar una parte que se quedara como fondo de garantía, no es una suma demasiado elevada. En los últimos años, firmas como BBVA, Banco Santander o Caixabank han gastado cantidades mucho más elevadas en este cometido. Y aunque se pueda pensar que Ibercajaal ser más pequeño no tiene que gastar tanto, no terminar de ser un buen razonamiento. De hecho, si la tecnología ha demostrado algo en los últimos años es que es un coste fijo en el número de clientes no es un parámetro importante. De hecho, los grandes grupos bancarios primero está invirtiendopara después expandirse.
LA SALIDA A BOLSA TAMBIÉN SUPONE ENTRAR EN EL BAILE DE FUSIONES
BBVA es uno de los mejores ejemplos. La firma vasca ha gastado grandes sumas de dinero en su aplicación y plataforma digital y ahora está intentado rentabilizarla expandiendo su negocio a diferentes países. En primer lugar. La firma vasca ha llegado a Italia, pero próximamente llegará a otros más. En el caso de Ibercaja, no solo es que esa circunstancia sea difícil, sino que sus mercados actuales tampoco parecen excesivamente amplios. El consejero delegado del banco, Víctor Iglesias, explica que el grupo mantiene “un liderazgo de mercado fuertemente arraigado en nuestras zonas tradicionales (Aragón, Rioja, Guadalajara, Burgos y Extremadura)”.
En total, todos esos territorios apenas suman tres millones de ciudadanos, de los que obviamente solo una parte son clientes. Y, además, el grupo está perdiendo cuota de mercado en ellos. Por ejemplo, en Aragón la cifra de créditos ha pasado del 33 al 31% entre el 30 de junio de 2020 y el de 2021, según los datos del Banco de España. En La Rioja la fusión entre CaixaBank y Bankiale otorga una cuota del 30% quedestroza el dominio de Ibercaja. Y Extremadura, donde se mantiene fuerte, tampoco es una de las regiones más prósperas del país con un PIB per cápita entre los más bajos.
Finalmente, Iglesias señala que también posee “una implantación consolidada en las zonas más dinámicas del país (Madrid y Arco Mediterráneo)”. Pero Madrid es la región donde más oficinas ha cerrado el grupo y la costa está dominada con puño de hierro por CaixaBank con cuotas de mercado cercanas al 40%. Por todo ello, una de las opciones es que esa inversión sirva para intentar adquirir algún banco, o alguna gestora, más pequeño con el que poder ir sumando activos. Aunque ser una cotizada también tiene otro efecto y es que da visibilidad al balance, lo que puede ayudar a que otros peces mayores se interesen, quizás por ello la insistencia de la dirección de no perder un ápice de su poder.
En definitiva, las opciones de crecimiento sin el marco de una operación corporativa es difícil en banca en mercados maduros. Más si cabe, cuando todavía estás anclado a la banca del siglo XX de oficinas y poder territorial. Y peor cuando tu rentabilidad, lo que más valora el mercado, no solo tiene historial paupérrimo, sino que tu propio consejero delegado pone en último lugar como “garantías” de la firma: “A lo largo de los últimos ciclos estratégicos, hemos mejorado de manera relevante nuestra solvencia, calidad de activos, perfil de riesgo, gobierno corporativo, eficiencia y rentabilidad”.