Hay pasos que se dan en el camino correcto. Otros que acaban cambiándose, porque hay otra senda mejor. Y hay malos pasos, trompicones, o meteduras de pata hasta el corvejón. Esto último es lo que ha hecho Juan Rosell, todavía presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE).
La visita de Juan Rosell al preso Oriol Junqueras, ex vicepresidente de la Generalitat y presidente de ERC, ha sido de una estupidez supina, de esas que quedan grabadas en los anales de la historia como tremendo patinazo. Dejar a la institución por los suelos, desacreditarla, no es la mejor manera de representarla.
Quizás sea porque le quedan cuatro días al frente de la organización por lo que lo ha hecho. Quizás porque le une una amistad personal con Junqueras, cuyas decisiones políticas han hecho que miles de empresas de Cataluña emprendiesen su particular éxodo. Quizás porque considera injusto que una persona procesada por rebelión y malversación de fondos públicos no debería estar en la cárcel hasta que sea juzgada. Quizás…
No hay excusas: la posición de la CEOE en defensa de la Constitución es tan clara como el agua. Rotunda. Categórica. Contundente. Incondicional. No hay peros que valgan. Rosell lo sabía. Y se la ha saltado a la torera. La indignación es grande. Tanto, que hay quien opina, dentro de la institución, que habría que darle la patada. Dimisión con mayúsculas.
Garamendi no se va saltar ninguno de los principios que son santo y seña de la CEOE
Hasta el próximo 21 de noviembre Rosell seguirá ahí, inamovible, aferrado a un sillón que ya no le pertenece. Roma [en este caso, la CEOE] no debería pagar a traidores. Porque la actitud de su máximo dirigente no ha sido la que se esperaba de él: si la CEOE emitía un comunicado oficial, Rosell se salía del guion defendiendo una segunda Transición en España que abarcara una reforma de la Constitución. Incluso, un día antes, quiso frenar dicho pronunciamiento de la CEOE.
Rosell ha sido light en sus declaraciones personales sobre el independentismo. Le ha faltado contundencia y compromiso. Todo lo contrario que la CEOE, que ha repetido por activa y por pasiva su postura contraria al intento de secesión y su defensa del orden constitucional.
EL RELEVO DE ROSELL ES GARAMENDI
La buena noticia para la institución creada hace cuatro décadas, justo un año antes de la Constitución, es que sólo quedan poco más de dos meses para el relevo. Una permuta que se hace más necesaria que nunca.
Antonio Garamendi, vicepresidente de CEOE y presidente de Cepyme, será su sucesor. Y ahí la CEOE saldrá ganando porque Garamendi representará la posición de la institución sin devaneos, sin medias tintas, ni salidas de tono.
Gran sabedor de la idiosincrasia empresarial, y de los problemas que le afectan, no se va a meter en charcos políticos. Los políticos a la política, y los empresarios a sus negocios.
Hace cuatro años se quedó a las puertas, y más de uno dentro de la institución, se habrá lamentado de haber depositado su confianza en aquella ocasión en Juan Rosell.
Garamendi no se va saltar ninguno de los principios que son santo y seña de la CEOE. Siempre ha dejado claro que la ley es la base de la democracia y de la sociedad española. Dentro de la ley tiene cabida todo. Fuera de ella, las metas no se cumplen. Así piensa el que será el próximo presidente de una CEOE que le espera como agua de mayo después de la tormenta Juan Rosell.