En las últimas semanas, un niño de 5 años de Canet de Mar y su familia están siendo acosados y señalados por sus compañeros de clase, sus familias, profesores y resto de la comunidad educativa, vecinos, asociaciones e incluso por el propio gobierno de la Generalitat que desde luego está consintiendo, cuando no alentando, la discriminación y el señalamiento hacía esa familia.
¿El motivo? ¿Qué delito han cometido para generar ese odio? Simplemente querer ejercer su derecho constitucional a recibir educación en la lengua común de todos los españoles. Su delito es querer disfrutar de la libertad que la Constitución a todos los españoles.
¿Cómo se ha llegado a esta situación? Para remontarnos al origen deberíamos irnos bastantes décadas atrás cuando determinados partidos y gobierno catalanes, para ocultar su falta de ideas, inacción o sencillamente su nefasta gestión, comenzaron el diseño de un enemigo común, España, que – según su propia versión de la historia- ha oprimido al pueblo catalán durante siglos.
Para lograr que ese odio fructificase se han dedicado a inventar una versión sesgada de la historia de España en la que no faltan supuestos, y totalmente falsos, agravios y ataques de la nación española a los catalanes y, por supuesto una lengua propia.
El componente de la lengua es relevante porque el lenguaje configura nuestra visión del mundo y además permite crear una barrera más entre nosotros, el pueblo catalán, y nuestros enemigos, los pérfidos españoles.
Así, durante décadas han pervertido el sistema educativo catalán para generar nuevas generaciones de catalanes, y españoles, que odian su lengua materna y el país en el que nacieron.
El perfecto caldo de cultivo para tener a una buena parte de la sociedad, afortunadamente no toda, catalana radicalizada y con un sentimiento de odio al diferente, al que no cree en esos falsos derechos históricos del pueblo catalán y al que se niega a hablar exclusivamente en una lengua porque tiene derecho a usar las dos, castellano y catalán.
Un odio y una política de exclusión y señalamiento que se extiende a los que utilizan el castellano para nombrar sus negocio.
Una política de exclusión y señalamiento que obliga a aquel que quiere desarrollar su vida personal y profesional en Cataluña, a amoldarse a sus exigencias e ideología si quiere tener éxito.
Una política que además, a fuerza de culpar al “diabólico” estado español de todos los males y crisis que se suceden en Cataluña, oculta los fracasos de sus dirigentes que han llevado a la ruina a una de las comunidades más prósperas y emprendedoras de España.
Cataluña es la última comunidad española en cuanto a competitividad fiscal ya que tiene 15 tributos propios vigentes trasladando a la economía ese afán intervencionista que se manifiesta en otros ámbitos sociales.
Desde hace ya demasiados años, ha dejado de ser la primera región española en cuanto a crecimiento, recepción de inversión extranjera y capacidad para crear empleo porque ese odio a lo español lleva a que los políticos catalanes rechacen propuestas, como la que hubiese permitido instalar una empresa en la Zona Franca de Barcelona empleando a 200 personas, simplemente porque se fabricarían vehículos blindados para el Ejército… español.
El nacionalismo catalán está copiando a los más regímenes más totalitarios de nuestra historia…una historia que, lamentablemente, ya sabemos a dónde conduce: a la exclusión, al odio, a la violencia y a la ruina.
Por eso son tan importantes los españoles catalanes que, como este niño de 5 años y su familia o los jóvenes de S´ha acabat, alzan su voz contra la dictadura nacionalista y en defensa de la democracia.
(*) Antonio González Terol, vicesecretario general del PP