Comienza el mes de noviembre con la energía como gran protagonista. En un momento de disonancia cognitiva generalizado, porque mientras los líderes del G-20 impulsan su pacto para descarbonizar la economía, en el mundo real la demanda de hidrocarburos se dispara para preparar un invierno que será especialmente duro para los hogares y las empresas. Quizás por eso la Cumbre Climática del COP26 haya sido descafeinada.
La verdad es que la reunión impulsada por la ONU no podía haberse celebrado en un momento peor, a pesar de que los grandes medios de comunicación –incluso los financieros– destaquen las virtudes de una transición ecológica que está siendo un verdadero desastre. Mientras China y Rusia se ponen de perfil y eluden compromisos en materia de reducción de emisiones de CO2 los gobernantes de EEUU y Europa parecen decididos a elevar la deuda para financiar su camino a 2030 (ahora a 2050) generando una hipoteca verde que pagarán las futuras generaciones. Eso sí, lo harán con la debida resiliencia.
Y mientras los políticos se hacen fotos en la Fontana di Trevi tirando monedas como si fueran colegiales (estos sin mascarilla), en Financial Times nos indican que debemos ser más pobres para así proteger al planeta Tierra. Es inaudito que un periódico de la talla de FT nos explique las bondades de la semana laboral de cuatro días, recogiendo peticiones que en España son propias de la izquierda caviar.
Pero la cosa no queda ahí, sino que el diario (antaño promotor de cierta dosis de liberalismo), reclama que sea el Estado el que decida qué actividad es conveniente realizar en el día libre adicional. No sea que al trabajador le de por realizar alguna práctica que emita más dióxido de carbono que el permitido por decreto. Esto es lo que subyace detrás de todo: modificar nuestros comportamientos y, además, utilizar la excusa climática para subir impuestos y crear nuevos, algo en lo que también incide el rotativo británico.
Así que cuando escuchen a Joe Biden o a Ursula Von der Layen prometiendo una lluvia de millones para luchar contra el cambio climático, preparen la cartera porque a pesar del esfuerzo de los bancos centrales por eludir la realidad monetaria, lo cierto es que las deudas siempre las paga el sector privado. Y esto siempre es así aunque ahora hasta la austera Alemania se plantee modificar su Carta Magna para eliminar las restricciones al endeudamiento descontrolado. El hecho de que este tipo de mensaje se esté planteando en la economía germana nos indica hasta qué punto se ha perdido el Norte.
DEUDOCRACIA E INFLACIÓN
Y precisamente los promotores de la deudocracia, que nos decían que la creación de dinero de la nada para financiar déficits públicos no iba a provocar inflación, son los primeros que nos intentan convencer de que no hay componente monetario en la escalada de precios actual. La inflación de los activos financieros e inmobiliarios ya se ha trasladado al IPC, catalizado por los problemas de oferta pero galvanizados por años y años de barras de liquidez y programas de expansión cuantitativa. En diciembre conoceremos el plan del BCE una vez que ponga fin a su actual Programa de Emergencia Pandémica, que cambiará de nombre pero mantendrá su fin: servir de red de seguridad para salvar la eurozona mediante la eutanasia del rentista.
Y España asiste a este proceso como el alumno que sabe que no ha hecho los deberes y que sabe que terminará el curso con muy mala nota. Los datos de crecimiento del PIB del tercer trimestre confirman que los Presupuestos Generales del Estado (PGE) han sido elaborados con un cuadro macroeconómico de ciencia ficción. El truco de sobreestimar el aumento del consumo interno para que cuadren las cuentas ha caído por su propio peso y la demanda de los hogares, lejos de sumar, resta.
En un contexto como el que estamos exponiendo lo responsable sería que el Gobierno modificara los PGE que ahora están en tramitación parlamentaria, pero ello supondría asumir una derrota y el presidente no va a consentirlo. De hecho ya ha trasladado a sus ministros que su objetivo es acabar la Legislatura como sea y que no le importará prorrogar los Presupuestos las veces que haga falta. Algunos piensan que Bruselas no lo permitiría pero su algo han demostrado las autoridades europeas es que tienen unas enormes tragaderas, al menos hasta ahora.
EL IBEX ACARICIA LOS 9.200
Y en los mercados la semana comienza con buen tono, permitiendo al Ibex 35 acariciar la cota de los 9.200 puntos gracias a las subidas de la mayoría de los parqués asiáticos y a los nuevos máximos históricos de Wall Street.
Los inversores salivan como el perro de Pavlov ante los millones del Green New Deal impulsado por la Casa Blanca, aunque tienen la mirada puesta en lo que haga la Reserva Federal en su reunión de política monetaria de este miércoles. Todos esperan detalles de la retirada de estímulos (el famoso tapering) que, en teoría, comienza ahora con la reducción de compras de activos y el horizonte de una subida de tipos en 2022.
Los resultados corporativos del tercer trimestre en EEUU también han sido un elemento importante a la hora de explicar la subida de la Bolsa norteamericana, ya que los beneficios del tercer trimestre de las empresas que cotizan en el S&P han superado las estimaciones de los analistas, logrando un beneficio del 10% por encima de lo previsto.
Y terminamos nuestro repaso semanal por la actualidad económica mencionando una buena noticia: el fin de la disputa entre Bruselas y la Casa Blanca por el acero y el aluminio. Eso es lo mejor que ha salido de la Cumbre del G20 en Roma. La secretaria de Comercio de Estados Unidos, Gina Raimondo, y la representante de Comercio de Estados Unidos, Katherine Tai, han sellado un acuerdo por el cual se suspenden los aranceles para la compraventa de estos metales. Además, ambas partes desisten de las demandas planteadas ante la Organización Mundial del Comercio (OMC).