Los pisos turísticos han cambiado el sector como lo conocíamos hace unos años. La economía colaborativa reflejada en empresas como Airbnb ha reventado el modelo tradicional de consumo creando una gran variedad de posibilidades. No hay ciudad, pueblo o aldea que no tenga apartamentos turísticos, con lo que ha aumentado el flujo de gente que se va de vacaciones, y en definitiva el consumo. Sin embargo, teniendo en cuenta a todas las partes, este tipo de alquileres están rodeados siempre de polémica al provocar, en muchas ciudades, la subida de los alquileres de uso habitual.
La Comisión Nacional de Mercados y Competencia (CNMC) ha publicado un estudio sobre la regulación de las viviendas de uso turístico en nuestro país, y las conclusiones a las que han llegado son altamente positivas. Por un lado, apunta que se han generado grandes beneficios para los usuarios, los ciudadanos y la economía de las ciudades. Según este organismo el uso de este tipo de alquileres fomenta el crecimiento de la oferta y la demanda, genera mayor competencia, regula los precios, y contribuyen a la utilización eficiente de los espacios, además de los beneficios que aportan a la economía local, bares, restaurantes, trasporte, etc.
La CNMC sale en defensa de Aribnb, pero apunta que es necesaria una revisión de la regulación vigente que sea “necesaria y proporcionada”, y que posibilite el desarrollo de las innovaciones en el mercado. Además, matiza que deben eliminarse las barreras de entrada, lo que redundará en un mayor bienestar para los consumidores, empresas, y administraciones públicas, a quien este tipo de empresas tienen enfrente. El informe es contundente ya que señala que “no existe evidencia de una relación directa y exclusiva entre la oferta de vivienda turística y el precio de las viviendas”.
En España las competencias turísticas corresponden a las Comunidades Autónomas, que son quienes regulan este tipo de alquileres. Por eso dependiendo de cada una de ellas las exigencias son distintas. Entre los requisitos exigidos están la estancia mínima, número de registro en publicidad, prohibición y restricciones en la cesión de habitaciones, equipamientos mínimos, placa identificativa exterior, atención telefónica 24 horas, hoja de reclamaciones o libro de registro entre otros.
Galicia encabeza la lista de CCAA que más requisitos cumple a la hora de exigir unas normas de uso y calidad, se ajusta casi a la excelencia y solo deja por el camino la declaración responsable de registro y la distinción entre proveedores, y particulares y profesionales. Detrás de los gallegos se sitúan Andalucía, Aragón, Baleares o Madrid, (que cumplen ocho de las once obligaciones), y a la cola se encuentra Extremadura, con muy deficiente, ya que solo se ajusta a tres de los once requerimientos dejando de lado las placas identificativas, los requisitos mínimos en cuanto a mobiliario, la atención 24 horas, la estancia mínima o el registro. Solo aprueba en cuanto al uso de la publicidad, y en la disponibilidad de hojas de reclamaciones. La Rioja y Navarra le siguen por la cola.
LA SITUACIÓN EN EUROPA
En Europa nos llevan la delantera, la economía colaborativa comenzó a desarrollarse algo antes que en España, y por tanto las normas de uso también lo hicieron. Si atendemos a la demanda, París encabeza el ranking de las ciudades europeas donde más ha crecido este tipo de alojamientos. Desde el año 2008 hasta el 2016 (últimos datos registrados), el total de casas asciende a más de 65.000. Le siguen de cerca Londres y Barcelona donde el uso de este tipo de viviendas ha aumentado exponencialmente en los últimos años.
Londres es la ciudad del continente donde mayor diferencia de precio existe entre los hoteles tradicionales y los pisos turísticos, según un estudio publicado por la Comisión Europea, con una media de un 40.7%. La estancia por noche en un hotel tiene un coste medio de 182 euros, frente a los 108 euros que se puede pagar por una habitación que se oferte en Airbnb. Le sigue Atenas con una diferencia de precio entorno al 36,2 % y después Bruselas con un porcentaje del 29,1. La ciudad donde menor diferencia de precio se registra es Ámsterdam, donde la noche de hotel cuesta entorno a los 162 euros frente a los 157 euros de coste en un alquiler turístico, esto supone una diferencia del 3,1%. Barcelona es la tercera ciudad, de las estudiadas, con menor diferencia de precio entre las dos opciones. Oscila en torno al 11,3 %, el precio medio a abonar por la estancia en un hotel se sitúa en 142 euros y frente a los 126 euros que se paga de media por la estancia en un piso turístico.
La diferencia en las distintas ciudades europeas depende de las normativas de cada país, Berlín es la ciudad de toda la UE donde más restrictivas son las leyes. En 2016 se prohibió el arrendamiento de corta duración de viviendas completas sin licencia, pero no las habitaciones. No obstante, esta normativa se ha flexibilizado a raíz de varias resoluciones judiciales que han dado la razón a los propietarios. Al otro lado está Estocolmo, donde no existe regulación específica, ni impuestos turísticos. El resto de ciudades siguen sus especificidades propias y en cada una hay un punto de vista distinto. Destaca Florencia, una de las urbes más visitadas del mundo, donde el uso de pisos turísticos ya supera al de los hoteles. Veremos si en los próximos años no es la única.