Las alegrías son efímeras cuando los tiempos que corren son difíciles para tu sector. Y el claro ejemplo de esta situación son las cuentas de Telefónica.
La pasada semana el operador presentó sus resultados del primer semestre del 2018. Interesante analizarlos, en primer lugar, porque batieron las previsiones del mercado, cosa que no sucedía hace tiempo, y desde luego es positivo. De hecho, el mercado lo premió con una subida de la acción desde los 7,4 euros, donde se movía en las ultimas semanas, hasta los 7,7 euros. Penauts para lo que ha sido Telefónica, pero una pequeña alegría. Todo suma.
Telefónica crece un 3,7% interanual, y a la vez reduce un 10% su deuda en datos igualmente interanuales. Eso hace que la monstruosa deuda del operador se situé hoy en los 43.593 millones de euros.
Desde que se nombró a José María Álvarez-Pallete presidente ejecutivo en 2016 una de sus obsesiones ha sido la reducción de la deuda. Y lo está haciendo paulatinamente con cierto éxito, pero para que el ritmo sea más significativo serán necesarias desinversiones que hasta la fecha no han podido hacer.
Pero en mi opinión toca cambiar el foco. Hace tan sólo 3 o 4 años la reducción de la deuda era una exigencia a gritos de los mercados. Hoy, es más necesario que nunca que pase a un segundo plano. El problema no es la deuda en sí mismo. El problema es la falta de expectativas de negocio reales, y la deuda versus la capitalización.
Telefónica, de forma surrealista, debe más de lo que vale. Con la cotización desplomada (en agosto de 2015 los títulos cotizaban al doble, 14 euros por acción), hoy la empresa vale 38.460 millones en Bolsa, y debe a los mercados 43.593 millones. Ya en enero del presente año publiqué en MERCA2 el artículo “¿Y si la deuda en realidad no importa?” y hoy está más de actualidad que nunca. La prioridad para el operador debe ser desarrollar, con carácter de urgencia, una hoja de ruta que permita incrementar su capitalización. Éste es el único objetivo porque a este precio, lo único que está salvando a la empresa española de una operación hostil, es precisamente la deuda. Cuando hace poco la empresa valía en bolsa 75.000 millones, la reducción de deuda era una prioridad estratégica. Hoy, valiendo 38.000 millones, la urgencia no es reducir la deuda, la urgencia es devolver el valor perdido a los accionistas, que están que trinan.
Vemos que, además, el mercado no está premiando esa reducción de la deuda como se esperaba. El 10% interanual, unos 4.300 millones menos, no va acompañado con un premio en la cotización, sino todo lo contrario. Hace un año la acción cotizaba a 9,56 Euros. La pérdida desde entonces es sideral, el esfuerzo de reducir la carga financiera, en términos de cotización, no ha servido de nada.
SOS. TELEFÓNICA NECESITA UN PLAN ESTRATÉGICO INDUSTRIAL
El equipo de Álvarez-Pallete se está viendo hasta la fecha incapaz de ilusionar con sus iniciativas al mercado. La reducción de la deuda no parece hoy el camino para atraer a los inversores y generar expectativas. Se necesita algo más que sentarse a esperar la revolución del 5G.
Se hace necesario un nuevo plan estratégico. ¡Buenas noticias para McKinsey, que parece tener el monopolio! De hecho, me cuentan que ya estarían en ello. Es la hora de un plan centrado en lo INDUSTRIAL, que ponga en valor los activos de la empresa (la fibra, las redes, 5G), y defina hacía donde debe caminar el negocio de la compañía. Un plan centrado en incrementar el valor de la empresa. No un plan de “pinta y colorea” como el actual, que ya en 2016 o 2017 estaba muerto y no atendía a las urgencias que hoy acechan.
El actual plan estratégico de Telefónica se aprobó en 2015 bajo la presidencia de César Alierta y tenía una vigencia hasta 2020. No sólo no es el plan del actual presidente, aunque este era Consejero Delegado, sino que además desde entonces pareciera que ha pasado una eternidad. Las circunstancias del mercado han cambiado totalmente. Aquel plan estratégico se señaló bajo el lema “Elegimos todo” y con el objetivo de convertir a la telco en una “online telco”. Hoy es papel mojado, se necesita una nueva hoja de ruta.
El tiempo y el crédito se agotan. Hay agencias que ven el precio de la acción a medio plazo a seis euros y pico, y eso, de cumplirse, sería una catástrofe.
La gestión de Álvarez-Pallete empieza a necesitar de un retrovisor para mirar hacía atrás. Son casi 3 años de presidencia y aunque ha habido hitos interesantes, la destrucción de valor-empresa es evidente. Este año, más del 20%. Es obvio que la gestión se empieza a cuestionar entre los accionistas, que asumen pérdidas importantes.
La cotización de Telefónica se mueve como barco a la deriva en los mercados a la espera de alguna buena noticia sectorial o alguna afortunada desinversión, rezando además para que el factor divisa no penalice demasiado.
Pero hoy la empresa tiene un referente donde mirarse, la “revolución Naturgy” (antes Gas Natural). Cómo el equipo de Francisco Reynés, en tan sólo 6 meses, ha puesto patas arriba la compañía, desarrollando un nuevo plan estratégico con el objetivo de aumentar valor a tres años vista para los accionistas. Esto se ha hecho de forma valiente, asumiendo pérdidas contables de activos, renovando acuerdos con Argelia, estableciendo una hoja de ruta y cambiando hasta el nombre…
Las principales iniciativas impulsadas en estos años no han resultado, posiblemente porque nunca han tenido mucho sentido. Las más conocidas son sólo ideas románticas, ideas felices, grandilocuentes y absurdas, que no tienen incidencia alguna en el negocio. Aura nació como un bluf y lo sigue siendo dos años después, y eso que el producto no tiene nada que ver en la idea original para la que fue diseñado. Se diseñó para revolucionar el tratamiento de los datos personales, y ha terminado en poco más que una App para cambiar el canal de televisión y las tarifas. Expectativas y fuegos artificiales, para nada. Incidencia en la cuenta de resultados, cero.
Ahora hablamos de una “constitución digital”. Otra idea grandilocuente, alejada del negocio y no parece que sea el papel de Telefónica (ni de ninguna telco) liderarla. Estas ideas no aportan nada al resto de los mortales, distraen del negocio y tienen una incidencia cero en el mismo. Son palabrería, y aquí hace falta negocio real, que es lo que premian los mercados. Los grandes fondos que son los principales inversores de la telco, quieren saber qué se va a hacer para generar euros nuevos los próximos doce meses. Si les cuentas que dos años después tendrás una App para cambiar el canal de televisión o que vas a escribir una constitución digital, flipan, te dan una palmadita en la espalda y te echan del despacho. Lo peor es que pierdes el crédito.
Y curiosamente de las cosas que van más allá del marketing, y que SÍ tienen incidencia en el negocio apenas se habla. Y han sido éxitos de gestión. Por ejemplo, no se ha puesto suficientemente en valor, la importancia de la adjudicación por parte de Telefónica del espectro de 5G en el Reino Unido, por un precio razonable de 600 millones de euros. Eso sí es una noticia positiva, con incidencia directa en el valor compañía y en el negocio. Eso sí puede capitalizarlo el equipo de Álvarez-Pallete. Ni Auras, ni constituciones digitales, ni chorradas. Plan, negocio y valor. El resto es cancamusa. Y la cancamusa no cotiza en el mercado.
PESIMISMO A MEDIO PLAZO
Lo bueno de los resultados de este semestre está todo dicho y cotizado. Lo malo, es que subir un 4% en bolsa cuando llevas perdido más de un 25% es efímero y estéril, sigues casi en mínimos históricos. Y lo peor es que la lectura de las cuentas anticipa una evolución de peores resultados para el próximo semestre.
El efecto divisa en Brasil es un factor de riesgo. Telefónica está expuesta en menor medida a mercados maduros como UK, o Alemania, pero la parte internacional más importante está expuesta a emergentes, fundamentalmente en Latinoamérica. Cuando no se trate de Brasil será Venezuela (plenamente descontado ya), el desastre de México o Argentina. Es el riesgo de la zona y nunca habrá un pleno de alegrías. En Brasil, la realidad es que, además del efecto divisa empieza a vislumbrar como un mercado más maduro donde la competencia empieza a notarse y cada vez es más difícil para Telefónica crecer. Es el gran rival y un caladero para la competencia que erosionará su cuenta de resultados.
La inversión en la compra de derechos de fútbol se notará en las cuentas los próximos meses. Nuevas inversiones millonarias destinadas a algo efectista y etéreo, que no genera valor en el largo plazo. Los responsables de Telefónica decían que “acudir a la puja no era rentable y creaba un riesgo financiero”, tras hacerlo dicen que se trata de “una oportunidad para crecer en España”.
Lo más singular del caso es que, la estrategia lejos de conseguir mejor precio ha servido para encarecer el producto, y para más inri los derechos no serán compartidos con Vodafone. Esto ha sorprendido ya que se daba por hecho que Orange y Vodafone acudirían.
Una pequeña diferencia de cálculo de varios cientos de millones contra las cuentas de la telco española. En su descargo podemos decir que es cierto que Vodafone es una compañía a la deriva en nuestro país y parece querer pasar a la más absoluta de las irrelevancias con sus bandazos. Vodafone declaró hace unas fechas por medio de su número dos en España Andrés Vicente, y su responsable de televisión, Nacho García-Legaz, que su gran apuesta serán las series y el cine.
Si al final se atreven a prescindir del fútbol (no descarten aun nada), ese ahorro podrían reinvertirlo dando un giro a su estrategia (móviles por fútbol). Eso erosionaría doblemente a Orange y Movistar. Pero con la incompetencia habitual de Vodafone nunca se sabe. No se aclaran entre ellos y llevan un lustro demostrando una incapacidad para competir con acierto en España. Parece que Antonio Coimbra, actual CEO, podría irse a final de año, y es una evidencia que poco a poco, MásMóvil les está comiendo la tostada.
Si Telefónica necesita con urgencia un plan estratégico, los chicos de McKinsey podrían hacerles un dos por uno, e irle sirviendo otro a la carta al operador británico…