martes, 26 noviembre 2024

Pablo Casado o el abismo

Hace tan sólo 10 días de las históricas primarias del Partido Popular. La ex vicepresidenta del Gobierno ganó las primarias con el 36,95% de los votos, frente al 34,3% que obtuvo Pablo Casado. Pongámosle números al asunto; 21.513 militantes de las filas conservadoras se decantaron por Sáenz de Santamaría y 19.967 apoyos fueron a parar al joven diputado de Ávila. Una diferencia de 1.546 votos.

Curiosamente, para algunos la gran vencedora fue Soraya Sáenz de Santa María. En mi opinión, esa diferencia de tan sólo 1.546 votos, anticipa una posible hecatombe, el principio del fin político de Soraya Sáenz de Santamaría. Si pierde, y posiblemente lo hará, la enviarán a un destino de segunda división.

A Soraya no le salen ni le van a salir las cuentas. Pero peor, mucho peor que eso, es que no le sale ni un admirador dentro de su partido. Bueno, tal vez sólo uno, Javier Arenas (campeón, esta vez vas a pinchar en hueso).

Eso cambia, lentamente pero de forma irreversible. Hoy, ni es vicepresidenta ni controla el CNI. Eso sí, aún sigue imponiendo respeto por las altas dosis de información que ha ido recopilando.

Poca gente la quiere en el partido, pocos la aguantan y, lo que es más grave, cada vez menos la respetan. Ya no impone el miedo que generaba antaño, ni habla al oído del presidente. Y es que es así, literalmente. Soraya en los últimos tiempos, generaba miedo, no admiración.

Un número importante de votos en la primera fase de las primarias provenían de cargos que consideraban que “deberían ir con el que gana, para así posicionarse para el futuro”. Entre Soraya y Cospedal elegían por posibilidades reales a la primera. No valoraban, y hoy si lo hacen, una tercera vía liderada por Pablo Casado. Antes la veían un riesgo;  con pocas posibilidades. Eso ha quedado despejado y todo el mundo se quita la máscara.

Los que así pensaban hoy están realmente convencidos de las posibilidades reales de Pablo Casado. De hecho, es difícil que no gane, sólo necesita pescar mayoría de votos de Cospedal, y recoger algunos de los de Soraya, que la van a abandonar de forma inmediata, al ver que otro candidato tiene posibilidades serias.

Soraya ya no da miedo a nadie, y el malestar acumulado hace que la pierdan el respeto. La conocen como «la albondiguilla» o «bolita de azufre»

Muchos de los votantes son cargos del partido, y eso es especialmente importante. La aureola del favorito, -y ahora Pablo Casado lo es, cosa que no ocurría hace un mes-, ofrece arrastre de votos. Ese efecto ya se está produciendo y Soraya lo va a pagar.

De hecho, las mofas sobre ella, y su gestión son el pan nuestro de cada día. Antes la temían y callaban, imponía respeto. Hoy, con cierta maldad, cada vez son más las voces en Genova que se refieren a Soraya como “bolita de azufre” o “la albondiguilla”.

Maldades aparte, son muchas las personas dentro del Partido Popular que además ven como una aberración que la vicepresidente, tras el desastre de su gestión en Cataluña y el desastre de sus dos últimos dos años en el Gobierno, pueda optar a algo con el más mínimo apoyo interno.

Pablo Casado se presenta como la única alternativa de una generación joven, sin mochila, y sin un pasado ligado a los peores tiempos del Partido Popular.

MERCA2 publica en el día de hoy una encuesta de intención de voto que muestra un escenario claro.

Con Pablo Casado, el PP estaría en una posición de empate técnico con el PSOE. Si la candidata fuera Soraya, el escenario para el hoy partido más votado en las últimas elecciones sería aterrador; el PP apenas sería la tercera fuera política.

Pablo-Casado

De hecho la presencia de Soraya como cabeza de lista del PP haría radicalizarse un importante número de votos populares, que terminarían en la lista de VOX.

Soraya-Saezn-SantaMaria

En plena reconversión del partido es difícil pensar en 6 años de vacío, y ese parece ser el destino con Soraya. El PP necesita posibilidades reales a dos años vista, y ahí, los votantes del partido saben que el único candidato renovador es Pablo Casado, que además contrarresta a la perfección a Albert Rivera, pudiendo considerárselo su némesis.


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