El humanismo tecnológico será clave en el mensaje del Gobierno para lo que resta de legislatura. Al menos en materia digital. La ‘Carta de Derechos Digitales’ ha sido un ejemplo. Aunque no es sencillo transmitir el mensaje, sobre todo por su significado real, lo que ya conocemos es el precio de difundirlo: cerca de un millón de euros.
En concreto, la entidad pública empresarial Red.es, adscrita al Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital, a través de la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, ha licitado un contrato para el servicio de diseño, producción y difusión de contenidos para la campaña de fomento del humanismo tecnológico. El presupuesto se fija en 768.000 euros, y tiene la misión de difundir ante la sociedad estas ideas.
Pero no es sencillo. En primer lugar porque se debe definir el concepto. Algo costoso. Aunque para ejecutar el contrato no queda más remedido que acotarlo. Desde Red.es lo han definido como “la corriente de pensamiento que promueve poner la tecnología al servicio de la condición humana, potenciando un uso responsable y fomentando una innovación guiada por principios éticos, que faciliten el desarrollo individual del ser humano, la convivencia en sociedad y el progreso sostenible de la Humanidad”.
Para desarrollar y organizar esta amplia temática se plantean diez ejes de contenido sin intención de excluir otros aspectos susceptibles de formar parte de la misma: 1. Derechos digitales; 2. Datos y privacidad; 3. Seguridad en la Red; 4. Aspectos psicológicos; 5. Economía y trabajo; 6. Comunicación social; 7. Exclusión y brechas sociales; 8. Política y crecimiento sostenible; 9. Educación; y 10. Sanidad y ciencia.
Pese a esta claridad conceptual -más o menos-, desde Red.es asumen que “el humanismo tecnológico, como corriente de pensamiento, es un concepto de amplio alcance y alto grado de abstracción”. Por eso, señalan que “conviene destacar la existencia de la ‘Carta de Derechos Digitales’, que delimita el marco de aplicación del humanismo tecnológico mediante una relación de derechos de carácter transversal, y que permite cristalizar el discurso humanista en derechos concretos que asisten al individuo en su relación con la tecnología. La Carta tiene como objetivo reconocer los retos que plantea la adaptación de los derechos actuales al entorno virtual, y proponer un marco de referencia para contribuir a su protección en ese contexto”.
MÁS ALLÁ DEL HUMANISMO TECNOLÓGICO
Al margen de lo pragmático, donde la tarea de avanzar el concepto de humanismo tecnológico es necesario, y el Gobierno hace bien al andar este camino, la realidad es que los huecos por llenar este concepto son demasiado amplios.
A nivel empresarial, uno de los actores que ha tenido mayor protagonismo en este espacio ha sido el presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete. Su mensaje, como implicado directo, ha ido en esa visión humanista a la hora de hacer frente a los algoritmos robotizados. Y nunca le ha faltado razón. El auge de la inteligencia artificial, y su menú basado en ‘big data’ y digitalización de tareas, invita con motivo a plantear el debate. Pero es complejo.
En estos momentos, por ejemplo a nivel genético, hay diversos frentes que tienen ideas dispares sobre cómo aplicar su uso entre los humanos. Y sucede con la biotecnología y otras áreas de innovación donde no existen criterios claros y unificados. Eso por no hablar de cuestiones éticas (aludidas en esa Carta) en las que discrepan muchos países, tales como las leyes referentes a aborto o eutanasia.
Así, en esta máquina de mezclar tocino y velocidad, ¿por qué mezclar el aborto con el humanismo tecnológico? Toca volver al inicio de este contrato de Red.es. Se pretende lanzar -y difundir- un mensaje, una serie de ideas y conceptos sobre cómo debe impactar la tecnología, su evolución, el desarrollo de la inteligencia artificial… y esa es la clave. ¿Cómo vamos a dotar de normas al comportamiento digital si analógicamente seguimos ordenando nuestro mundo con serias discrepancias?
Quizá hemos tenido toda una vida para ordenar esos comportamientos, y no hemos sido capaces. Pero no debe limitarnos andar en paralelo con nuestra vida digital. Vida que dentro de muy poco será solo una. Y entonces no habrá humanismo tecnológico. Volverá a ser, si alguna vez lo fue, humanismo. Aunque sea entre personas y máquinas, o máquinas y máquinas.