La Comisión Europea ha anunciado este jueves una multa de 875 millones de euros que deberán afrontar entre el grupo Volkswagen -incluidos Audi y Porsche- y BMW por actuar de manera coordinada y frenar el desarrollo de la tecnología ‘AdBlue’ para reducir las emisiones contaminantes de los motores diesel.
El fabricante Daimler también participó en la alianza ilegal que sanciona Bruselas, pero los servicios comunitarios le han eximido de pagar una multa que hubiera alcanzado los 727 millones de euros a cambio de su colaboración en el caso.
El grupo de Volkswagen, Audi y Porsche y la marca BMW, por su parte, han reconocido su participación en el acuerdo ilegal y aceptado pagar la sanción, lo que les ha permitido también beneficiarse de una reducción en la multa.
De este modo, el grupo Volkswagen tendrá que pagar algo más de 502 millones de euros tras conseguir una reducción del 55%, mientras que BMW asumirá el pago de casi 372 millones de euros, tras aplicársele un 10% de reducción por aceptar el pago.
Volkswagen, Audi, Porsche, Daimler y BMW tenían la tecnología necesaria para reducir las emisiones nocivas más allá de lo exigido legalmente por las normas sobre emisiones de la UE, pero evitaron hacerse competencia al no hacer uso de todo su potencial», ha explicado la vicepresidenta del Ejecutivo comunitario responsable de Competencia, Margrethe Vestager.
PRIMERA VEZ QUE ACTÚA CONTRA UN ACUERDO ILEGAL
Preguntada por la razón por la que la multa no es excesivamente grande en comparación a otros carteles, Vestager ha defendido que es la primera vez en que Bruselas actúa contra un acuerdo ilegal cuyo objetivo es «restringir el uso de una tecnología».
Las compañías «deben competir» para beneficiar a los consumidores y «acordar no hacerlo es simplemente ilegal», ha continuado la vicepresidenta. Además, recalca que este caso abre una nueva vía y el Ejecutivo comunitario «no dudará» en actuar si detecta nuevas prácticas ilegales en el desarrollo de tecnologías innovadoras.
Los cinco constructores se reunieron periódicamente durante cinco años, entre 2009 y 2014, para pactar cuestiones como el tamaño y la gama de los sistemas de ‘AdBlue‘ y también sobre el consumo medio estimado de esta tecnología instalada en los coches.
Además, intercambiaron información comercial sensible sobre la misma tecnología y sembraron con ello la incertidumbre sobre su comportamiento futuro en el mercado de cara a mejorar el rendimiento del sistema por encima de los parámetros mínimos fijados por las normas de la UE.