Kim Jung-un, presidente hereditario y absolutista de Corea del Norte desde 2011, es el “político revelación de 2018”. Antes de ascenderle a su propia categoría divina para reunirse con él en Singapur este próximo 12 de junio, tras diversas maniobras teatrales, Donald Trump le llamaba despectivamente “Little rocket man”, pero este “hombre cohete” ha mostrado habilidad en el mundo implacable de la política internacional y en el cruel de su política interior.
Asesinaron a un hermano suyo y fusilaron a un tío. En ciertos regímenes y épocas, el heredero no dudaba en matar a media familia. Por si acaso. Fallecido su padre, la primera necesidad de Kim Jung-un fue, pues, la de consolidar su sucesión.
Luego, consiguió afirmarse internacionalmente culminando el desarrollo nuclear norcoreano (bombasy misiles). Corea del Norte puede tener unas sesenta bombas y capacidad para enviarlas a distancias cortas, medias e intercontinentales.
Ahora quiere asegurar su dictadura. Una reunificación con Corea del Sur y una democratización norcoreana no debiera interesarle. Querrá la supervivencia de su régimen. Más que desnuclearizar la península coreana, pretenderá garantizar su independencia con un tratado de paz. Ningún país nuclear ha renunciado hasta ahora a sus bombas.
Si Trump no obtiene la desnuclearización norcoreana, le quedará asegurar una coexistencia pacífica en la península coreana. Antes, con el abuelo y el padre de Kim, se estuvo cerca de algún acuerdo, cuando el desarrollo nuclear norcoreano estaba en ciernes. En todo caso la paz en Corea no es posible sin los EEUU y China. Beijing puede regular en buena medida la voluntad norcoreana ya que el 90% de sus intercambios comerciales son con China.
Mike Pompeo, antes Director de la CIA y ahora Secretario de Estado, ha cargado en EEUU con la preparación de la cumbre relegando al Consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, al igual que al Jefe del Gabinete de Trump, el General Kelly. Trump parece confiado en un resultado positivo que Kim también necesita, aunque, al denunciar el acuerdo nuclear con Irán, Trump ha dañado la credibilidad estadounidense.
Después, Kim Jung-un podría intentarmejorar económicamente su país,tras una suspensión de sanciones económicas,un objetivo importante, mediante áreas de desarrollo que atraigan capitales internacionales y vías de comunicación que romperían el aislamiento continental surcoreano. Prosperidadnorcoreanasin pérdidadel control dictatorial.
China es un modelo. Capitalismo comunista con notables que pueden enriquecerse. China se desarrolla másque la India democrática. Beijing planifica a cuarenta años y reinstala un Emperador en la persona de Xi Jinping, un presidente sin límite de mandatos.
La mundialización ha conectado los mercados internacionales. Como vasos comunicantes, facilitan la mejora de las clases medias de países en desarrollo y su empobrecimiento en los países desarrollados. En estos últimos, democracia y progreso van juntos con la defensa de los derechos individuales.
China propone otro modelo: desarrollo y orgullonacional. China grande de nuevo. Como Trump con su “AmericaFirst”, pretexto, en este caso, para fomentar guerras comerciales y acabar con el libre comercio (atentos al G-7 de este fin de semana). El modelo autoritario chino podríaser más atractivo que el democrático occidental en Africa, Asía y América Latina.En los países occidentales será más difícil sustituir la importancia del individuo por la del colectivo, perola decadencia de las clases medias favorece los autoritarismos populo-nacionalistas como los de Rusia, Hungría o Polonia.
Si Macron consiguiese convencer a Merkel para que se decida verdaderamente por una Europa integrada, desde la UE se podría ofrecer una alternativa sugerente. De lo contrario, se reforzarán los populismos, la división europeay las disgregaciones separatistas porque cada cual quiere salvar “lo suyo”. Un error. Hay cumbre francoalemana el próximo 19 de junio. ¡Ojo!
Carlos Miranda es Embajador de España