El problema de vivir al límite continuamente es que algunas veces se sobrepasa. Ibercaja ha recibido dos multas «graves» en poco más de un mes. Una del Banco de España (BdE) por 1,08 millones de euros por ofrecer información errónea de la Tasa Anual Equivalente (TAE) en algunos de sus productos. La segunda la interpuso la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) por 240.000 euros por no actuar en el interés óptimo de sus clientes. Ambas sanciones reflejan la difícil realidad de la entidad, tras años de triquiñuelas para sobrevivir a unas rentabilidades pírricas en un sector asolado.
Ibercaja vivió un 2020 al límite. De hecho, sin la intervención del BCE su situación hubiera sido crítica, pero empecemos por el principio (y su principal problema): la debilidad latente de sus ingresos. Así, el negocio bancario siempre ha sido el de anotarse el diferencial entre el dinero que gana por los créditos y el que paga por los depósitos. Un diferencial, llamado margen de clientes, que se ha ido estrechando con fuerza, dado que la cantidad que percibe percibe es cada vez menor por la política de tipos bajos. Además, ese volumen de ingresos se une a lo que recauda la entidad por sus servicios, esto son las comisiones.
Ambos conceptos suponen el llamado negocio core de los bancos, ingresos recurrentes, y en el caso de Ibercaja fue hasta un 3,5% inferior al de un año antes. Pero no solo es cosa del covid-19, ya que en 2019 también fue inferior respecto al de 2018. El problema de fondo es que la partida más importante, el margen de intereses, ha caído a plomo en los últimos años. En concreto, la partida se ha desplomado un 15,5% desde el 2015, aunque como se verá el desplome real es todavía mayor.
IBERCAJA HA DISPARADO LAS COMISIONES
El abultado descenso se ha ido compensando a medida que se incrementaban las comisiones. De hecho, la cifra cobrada a los clientes por los servicios que ofrece el banco se ha disparado en ese mismo periodo hasta un 12,6%, pero este tipo de ingresos tienen un límite. Al fin y al cabo, la partida de comisiones de cualquier banco siempre es un complemento al margen bruto no el principal pilar de este. En concreto, la media del sector está en que dicha partida represente entre el 20 y el 30% del total, pero en el caso de Ibercaja supera ampliamente el 40%.
La razón de ese abultado crecimiento de las comisiones se explica por dos factores: el primero es que la entidad ha empezado a cobrar por prácticamente todo. El segundo, y más importante, es que se ha convertido en un gigante de los fondos de inversión. De hecho, en 2020 Ibercaja fue la segunda entidad del país que más aportaciones netas recibió a fondos de inversión. En parte, debido a que la firma ha empezado a cobrar a cada vez más clientes por mantener su dinero y ofrece como alternativa sus instrumentos de inversión. Al final, la firma aragonesa ya es más parecida a una gestora que a una entidad de crédito.
Pero lo anterior no ha hecho más que empezar. Hasta el punto de que la política de comisiones probablemente se acentúe en los siguientes meses. De hecho, esos cobros por los depósitos a los minoristas ya han impuesto, en todo el sector, aunque se han camuflado como comisiones por mantenimiento de las cuentas a la vista.
Aun así, las cuentas siguen sin salir. Al menos, para obtener una rentabilidad aceptable. Así, en 2020 Ibercaja tuvo que tirar de un aliado inesperado, el BCE, para insuflar oxígeno a sus cuentas incluido su volumen de ingresos por intereses. En concreto, Ibercaja se apuntó hasta 33,1 millones por «los intereses derivados de la aplicación de los tipos de interés negativos sobre las subastas de liquidez del programa TLTRO».
LA INESTIMABLE AYUDA DEL BCE PARA SALVAR 2020
En pocas palabras, la entidad aragonesa se benefició de que de manera excepcional el BCE prestó dinero a un tipo del -1%, mientras que por tenerlo ocioso en su balance solo cobraba un 0,5%. Así, logró incrementar su margen de intereses en un 6,6%. Aunque no fue el único truco que utilizó el equipo directivo para maquillar las cifras del 2020, sino que también se recurrió a la venta de un paquete de deuda española de 1.400 millones de euros a la que sacó una buena rentabilidad, gracias (de nuevo) a la intervención en el mercado de bonos del organismo europeo.
Así, la compra de deuda española (junto a la de otros países) del BCE permitió que su precio en algunos momentos del año se hundiera, lo que implica que los recursos que mantenían los bancos valían más. De hecho, los bonos funcionan a la inversa que las acciones, por lo que cuando el interés que marca en el momento de venta de estos es más bajo que el cupo que remunera aquellos que se colocan en el mercado el vendedor gana dinero. En concreto, la plusvalía que se apuntó Ibercaja (la partida es el denominado RoF) fue de unos 114 millones.
Los ingresos extras permitieron que la entidad no cerrara en rojo el 2020. Aunque tuvieron un efecto todavía más importante y es que el paquete de deuda vendido sirvió para que Ibercaja mantuviera a ralla su morosidad y, además, tuviera dinero suficiente para poder pagar el ERE que ha ejecutado posteriormente. Así, la propia entidad reconoce que «la operación de venta se ha efectuado como respuesta a las circunstancias extraordinarias de la pandemia causada por el covid-19 y la magnitud inusitada de los retos planteados».
CUATRO ERES EN SIETE AÑOS Y LA RENTABILIDAD SIGUE DEPRIMIDA
Al final, la debilidad en los ingresos de la firma aragonesa solo puede solucionarse recortando gastos. Ibercaja se ha visto obligada a ejecutar hasta cuatro expedientes de regulación de empleo en los últimos siete años. Aunque el resultado es ciertamente perturbador. De hecho, la entidad cerró el 2020 con el mismo número de trabajadores totales que mantenía en 2018. Aunque hay más, ya que a finales del año pasado mantenía más empleados que en 2017 pese a las 500 salidas propiciadas por el ERE de aquel año que todavía debe pagar.
Lo anterior solo tiene una explicación posible y, es que, la entidad no era capaz de dar el mismo servicio a sus clientes con menos empleados. Entre otras cosas porque su penetración digital es todavía baja. Entonces, ¿por qué ejecuta las reestructuraciones de plantilla? La respuesta más plausible es para sustituir trabajadores más veteranos, que cobran más por su antigüedad, por otros más noveles y baratos. La diferencia es notable dado que los trabajadores entre 21 y 30 años tienen un salario de 25.000 euros, mientras que los mayores de 60 cobran unos 56.000 euros.
Pero esa patada hacía adelante tiene un coste. Así, Ibercaja mantiene una deuda con sus extrabajadores de 207 millones de euros, de los cuales una parte importante corresponden al ejecutado en 2020. En total, saldrán de la firma aragonesa hasta 750 empleados, pero difícilmente serán suficientes para que el grupo vuelva a dar una rentabilidad aceptable. Más si cabe, cuando una parte importante de sus competidores se están concentrando, lo que les dará un mayor poder de fijación de precios que hará sufrir, todavía más, los ingresos del grupo.
Lo anterior, no es nada nuevo. De hecho, la entidad no ha conseguido en los últimos años salir pese a sus intentos y las exigencias del regulador. Pero ahora queda lo peor. En el horizonte la entidad parece abocada a una fusión o incluso a ser absorbida. Hasta entonces, seguirá caminando por el alambre y con una red cada vez más desgastada.