Da igual si es en Barcelona, Madrid o Valencia, a los españoles les encanta compartir coches, casas, bicicletas y hasta dinero; y eso que desde hace muy poco eran defensores a ultranza de su propiedad. Tener su casa, buena ropa o incluso una segunda residencia es importante. Sin embargo, los españoles, muchos de ellos aún muy endeudados comparado con la media europea (la morosidad en España es de un 8%), quieren tener cada vez menos propiedades sin renunciar a la calidad de vida a la que están acostumbrados. Ahí entra en juego la economía colaborativa.
Al no poseer, sino compartir la cantidad de bienes a los que tenemos acceso, estos se multiplican y las oportunidades que se abren son muchas. Por eso, en los próximos años, nuestra forma de consumir, relacionarnos o trabajar se modificará aún más. “Por las razones expuestas, España es ya una referencia en la economía colaborativa y el consumo compartido”, dice Timo Buetefisch, de Cooltra, una empresa ubicada en Barcelona que alquila Scooters eléctricas por App.
Uno de cada tres españoles usó alguna plataforma colaborativa durante 2017 según un estudio de la CNMV
La empresa fundada por alemanes hace 10 años confirma que España es un país donde la gente tiene muchas ganas de compartir lo suyo y además no tiene miedo a las nuevas tecnologías que promocionan esta economía colaborativa. “Un reciente estudio de la CNMV apunta que el 30% de la población española usó alguna de las plataformas de economía colaborativa el pasado año”, añade Buetefisch.
La economía colaborativa y el uso del móvil
Este nuevo sistema ha destruido modelos empresariales tradicionales y ha creado en tiempo record otros nuevos. En ciudades como Valencia, Barcelona o Madrid la economía colaborativa está sobre todo visible en la movilidad. Pero los recursos infrautilizados u ociosos pueden ser casas, asientos vacíos en coches, coches, habilidades, patrimonio, ideas, pensamientos o tiempo mediante un sistema de redes y mercados.
“No hay fin en las posibilidades de compartir productos y servicios entre particulares”, apunta Buetefisch. Antoni Paz, CEO de la consultora española KIM, manifiesta que “este movimiento está creciendo gracias a la tecnología móvil que nos permite poder ver a tiempo real en un teléfono los bienes y servicios que están a disposición en nuestro entorno”.
De hecho España es, según la empresa de estadística Statista, el quinto país del mundo en el que la gente pasa más tiempo pegada a su móvil. El abogado alemán Georg Abegg, socio de Roedl & Partner en Madrid, cree que ha ayudado también el alto nivel de corrupción que hemos vivido los últimos años en España: “Surgen nuevos partidos como ha sucedido en Barcelona, Madrid y Valencia y cambian el rumbo con un nuevo estilo de economía. Permiten el crecimiento como la idea del bien común y la sostenibilidad”.
La corrupción estimula la economía colaborativa
Según el índice de corrupción de la organización Transparency International, España e Italia son los países que más sufren este lastre en la zona Euro, mientras el norte de Europa es bastante limpio.
Esto quizás también explique que en países como Alemania, que son según el gráfico de Transparency International menos corruptos que el resto de Europa, la idea del bien común o del consumo compartido está mucho menos extendida en la práctica, porque el sistema político vigente cubre ya muchos aspectos sociales y ambientales. “Ayudarse entre vecinos o particulares se convierte así en una necesidad si el sistema público parece ineficiente y en el mercado tradicional hay poca competencia, como pasa en España en algunos sectores”, indica Abegg.
La crisis ha reforzado la economía colaborativa
Antoni Paz, de la Consultora KIM, recuerda que la economía colaborativa o consumo compartido no es una idea nueva: “Solamente ha renacido. Todas las sociedades humanas han compartido. El origen del concepto de economía colaborativa es reciente y se empezó a popularizar entre 2010 y 2011”. Está claro que a causa de la crisis financiera que sufre España desde 2008, la economía colaborativa ha tenido aquí más éxito que en países que no han sufrido tanto la crisis, como Alemania.
Mar Alarcón, fundadora de la plataforma de compartir coche SocialCar, defiende por ejemplo que cada uno debe tener un acceso a un vehículo: “Ofrecemos esto y además hacemos posible un ingreso extra a muchas familias que pasan a alquilar su segundo activo más relevante y costoso.”
Este tipo de economía tiene la ventaja de que normalmente es más positivo para el medioambiente. En un país que sufre altos valores de contaminación urbana, por ejemplo en Madrid, y también en algunos núcleos por la escasez de lluvia, compartir movilidad supone menos coches, menos emisiones y más espacio.
Se crean nuevas startups
La empresa quizás más exitosa en este campo es Wallapop, una plataforma que funciona como un mercado de artículos de segunda mano. Fue fundada en plena crisis en 2013 en Barcelona. Pero también la española Cabify es un buen ejemplo de empresa del nuevo mundo de la economía colaborativa.
La alternativa a Uber hace posible que personas que tienen coche pero no mucha formación tengan un trabajo estable compartiendo su coche con el cliente y con servicio de chófer. Otro ejemplo es Guruwalk, una plataforma ubicada en Valencia, donde se ofrece gratuitamente a los turistas paseos guiados por las ciudades. También el concepto de coworking ha entrado fuerte en España y ha causado hasta turbulencias en el mercado del alquiler y venta de espacios para oficinas por sus bajas rentas.
“Ahora las ofertas para compartir oficina son tan buenas que he decidido trabajar desde casa pero tener un lugar estratégico en el centro donde poder quedar con clientes”, dice el alemán Richard Wolf, fundador de la consultora Bdsky en Madrid. Spacebee es una startup española en este campo.
El boom de startups de economía colaborativa en España se explica también por el éxito del crowdfunding. “Los bancos tradicionales son todavía muy cautelosos con la cesión de créditos dado el todavía alto endeudamiento privado y público, eso explica que plataformas de fintech en España avancen rápidamente”, dice Javier Morillas, catedrático de la Universidad San Pablo CEU. En total, en 2017 se realizaron 1.700 operaciones que captaron 37,3 millones de euros, un 45% más que el año anterior.