Juan Luis Cebrián tiene la peor reputación dentro de Prisa. Es por ello que en el grupo hemegónico en España, mediáticamemte hablando, le tienen ganas. Y se las van a cobrar. Las ganas, decimos. «Janli» está muerto y su panegírico está escrito: «Juan Luis Cebrián, fundador y primer director de El País, abandonará el próximo 21 de mayo todos sus cargos en Prisa después de 42 años en los que ha ocupado las posiciones más importantes del Grupo, Presidente y Consejero Delegado. Ese mismo día será nombrado Presidente de Honor de El País».
Continúa, «superados los momentos más difíciles de la compañía, culmina un proceso de sucesión que él mismo puso en marcha en abril de 2016 y pone fin a sus obligaciones empresariales de los últimos años para dedicar más tiempo a lo que ha sido siempre la pasión de su vida: el periodismo y la escritura. Su salida, sin duda, supone un impacto para esta compañía, en la que Cebrián seguirá siendo siempre un punto de referencia y fuente de inspiración ante los nuevos retos que toque afrontar».
¿Inspiración? ¿Honor? Nada de esto. De Cebrián se dice que vendió la ideología por deudas. Y su cadáver profesional va a ser quemado. Pero no va a ser el único. Antonio Caño, director de la peor etapa del periódico líder, le espera. Él lo sabe. Y por eso homenajea al poderoso y al poder, encarnados en una misma figura. ¿El cadáver? Ha sido compensado con una elegía. ¿Muerto? Dicen que intentó revivir en la prórroga en Moncloa y Zarzuela, palacios desde donde centan que arrojó sumisión.
Y eso que lo venden como a un mártir, con Antonio Caño, que prepara testamento, como escriba: «Aunque siempre se ha asociado a El País con el éxito, no fue la gestión de Juan Luis Cebrián al frente de este diario una labor fácil. Quienes la conocen mejor, recordarán que hubo incertidumbre financiera, obstáculos políticos y dificultades empresariales de todo tipo.
Y añade mostrando un atisbo de humildad: «Aunque yo no fui un testigo directo de aquellos tiempos, me consta que se requirió mucho aplomo y firmeza en la dirección de El País para mantener a flote este proyecto y, sobre todo, para reivindicar a diario su razón de ser: la defensa de la libertad y de la convivencia pacífica en una España reformada y estrechamente vinculada a Europa. Si El País es hoy una marca tan acreditada e influyente en España, América Latina y Europa, si es hoy una garantía de independencia y credibilidad, es porque Cebrián creó, no sin resistencias en su día, las estructuras y los instrumentos que aseguran la misión profesional del director y de la redacción frente a cualquier amenaza.