A la misma hora que el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, entraba en el Congreso de los Diputados para decir la famosa frase de “¡quieto todo el mundo!”, a poco más de 300 kilómetros, diversas personalidades de la localidad zaragozana de Utebo estaban tomando un vino. ¿Qué es lo que estaban celebrando? ¿Adelantaban el triunfo del golpe del estado? Ni mucho menos.
Brindaban por la inauguración del primer hipermercado de Alcampo en España (y, por ende, el primero que la enseña francesa abría fuera de sus fronteras). Fueron más de 8.000 metros cuadrados de superficie de venta, además de un parking gratuito para 1.500 vehículos. Como complemento a su oferta, compuesta por más de 30.000 productos, una galería comercial independiente integrada por 40 establecimientos.
ALCAMPO FULMINA PRECIOS
El lema que utilizó Alcampo para atraer clientes fue: ‘Fulminamos los precios’. Su razón de ser era “hacer posible que el cliente gaste mucho menos dinero y pueda comprar muchas más cosas”, según el folleto lanzado para tal acontecimiento y que constaba de 12 páginas. Un mensaje que todavía sigue presente en el sector y que, por ejemplo, en estos momentos están poniendo en práctica Aldi o Lidl. Gracias a ello, este último ha arrebatado el tercer puesto en cuota de mercado a DIA.
Dicho folleto incluía más de 1.000 referencias cuyos precios iban desde las 11 pesetas de una bolsa de sal, a las 12 pesetas de una barra de pan, las 14 pesetas de un bloc tamaño cuartilla de 40 hojas, o las 14 pesetas de un batido Kaiku.
Otros precios: el Nescafé de 200 gramos costaba 365 pesetas; el wiski DYC, 245 pesetas; las delicias de merluza Pescanova, 82 pesetas; el yogur natural Danone, pack de 4 unidades, 62 pesetas; o el jersey de caballero, 325 pesetas.
“Dada la gravedad de la actual situación económica, la función de un hipermercado como Alcampo resulta cada vez más esencial para la economía familiar”, decía el director del hipermercado, J. L. Heyndricks, en el editorial del primer folleto lanzado por tal acontecimiento. Y añadía: “La especial estructuración de un hipermercado contribuye a cubrir las necesidades del hogar sin alterar el equilibrio del presupuesto familiar”.
FINANCIACIÓN
Los precios antes reseñados son solo una pequeña parte del amplio surtido que ofrecía Alcampo. Pero había más, y de precios superiores. Por ejemplo, una lavadora New Pol costaba 32.900 pesetas; la picadora Moulinex, 2.590 pesetas; una cadena de alta fidelidad Sanyo, 132.000 pesetas; y un televisor color Philips de 22 pulgadas, 81.900 pesetas.
¿Caro o barato? Para facilitar las compras, Alcampo ofrecía un servicio de crédito de hasta 18 meses. La máquina de afeitar Philips costaba 4.099 pesetas; una máquina de escribir Olivetti Lettera, 8.599 pesetas; una cámara de fotos Olympus, 23.965 pesetas; y las bicicletas Orbea oscilaban entre 4.695 y 5.995 pesetas.
Aquella persona que estuviera interesada en algunos de estos artículos, no le quedaba otra que pasar por caja. Y para evitar largas colas, los clientes tenían a su disposición 40 cajas registradoras. “Las diferencias a favor de Alcampo en ciertas categorías de productos son realmente notables, e incluso de bulto, en relación con los precios medio habituales en el mercado”, decía el citado folleto.
A modo de curiosidad, cuando abrió Alcampo en Utebo, la plantilla era de 150 personas. En la actualidad, esa cifra es de 270. De esa cantidad, 36 lo llevan haciendo desde el día de la apertura.
Una apertura que se llevó a cabo a las 10 horas del 24 de febrero de 1981, cuando el teniente coronel Tejero ya había firmado su rendición, y habían comenzado a salir del hemiciclo las diputadas. Los diputados lo hicieron a partir de las 11,50 horas, y Tejero, a las 12,27 horas.
ASI ERA ESPAÑA
La década de los 80 del pasado siglo XX no sólo fue inestable políticamente hablando. En lo que se refiere a la economía, la situación era bastante compleja. El salario mínimo se situaba en poco más de 25.000 pesetas (bastante menos que una televisión, una lavadora, o un equipo de música, como hemos visto).
Productos básicos, como el pan, el aceite, la leche o el azúcar, estaban regulados. La tasa de paro, a finales de 1980, se situó en el 14%, con casi dos millones de parados. Las personas empleadas superaban los 12 millones de personas. Al igual que sucede ahora, la tasa de paro juvenil era elevada: estaba por encima del 30%. Y la inflación llegaba al 15%.
La llegada de Alcampo supuso una revolución de precios en un entorno de elevada inflación. “Conscientes de esta situación, nuestro principal objetivo consiste en proporcionar a los clientes una alternativa interesante a los elevados precios existentes en los mercados convencionales, ofreciendo las tarifas más económicas de la zona”, afirmó J. L. Hendricks en el folleto.
¿Cómo podían ofrecer esos precios? Ahí entraban en juego dos factores: por un lado, la aplicación de unos márgenes mínimos de beneficios. Y, por otro, la compra de productos en cantidades que permitían optimizar los precios. “De ahora en adelante, el cliente podrá encontrar en el hipermercado Alcampo la mejor defensa de su dinero”, añadía el director del Alcampo de Utebo. Porque, los precios de venta al público, eran “prácticamente idénticos a los del costo industrial”.
Un planteamiento comercial que, según se podía leer también en el folleto, atendía “muy primordialmente a los conceptos de alta calidad, higiene, productos especiales, garantía y servicio postventa”. Han pasado cuatro décadas, y ese primer centro de Alcampo en Utebo hoy se ha transformado en 310 centros: 62 hipermercados y 248 supermercados. Además, de 53 gasolineras, y servicio de comercio online. El número de empleados supera los 2.000.