Tesla: el mayor engaño de la historia

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Tesla no es una empresa, es un ideal. Un credo sustentado sobre la idea de un mundo mejor, fortificado por una narrativa apasionante. El éxito de la firma, que inexorablemente va unido al de su fundador Elon Musk, no consiste en el dinero que gane –es una máquina de generar pérdidas– sino en transformar una industria centenaria y con ello desafiar al sector más poderoso del mundo, el petrolífero. El verdadero triunfo, por el que se puede medir semejante hecatombe de números rojos, es hacer ver que el coche eléctrico era posible y empujar a la industria automovilística hacía él.

La firma nació con todos los ingredientes de una gran historia, casi como si se tratase de una nueva religión. Primero evoca hacía la posibilidad de lograr un mundo mejor, un elemento indispensable para unir en una idea al gran público. El coche eléctrico como salvador del planeta es una narrativa que ha asumido todo el mundo. Pese a que el transporte por carretera apenas represente un 15% de todas las emisiones de CO2 que se emiten en el planeta, la idea ha cuajado. En segundo lugar, la historia de Tesla tiene a su mesías que no es otro que Elon Musk. Eso sí, un salvador adaptado a los tiempos que corren, un mesías ‘marvelizado’. El propio Musk nunca ha evitado denominarse a sí mismo como el Ironman real, personaje que por cierto trabaja en crear una energía infinita y limpia. Por último, el nombre con el que se envuelve la historia: Nicola Tesla, uno de los científicos más reconocidos de la historia.

Al igual que Tesla como ideal ha sido excelente, como compañía ha sido un desastre

Tesla como ideal es excelente, porque juega con todos los elementos esenciales. De hecho, la narrativa no ha parado de ‘comprarse’ desde sus inicios. El primer precio con el que Tesla cerró su primera sesión en el Nasdaq fue en los 19 dólares por acción, en la actualidad supera los 300 dólares por acción con máximos –a mediados del año pasado– que rozaron los 400 dólares. La rentabilidad para los primeros crédulos ha sido sobresaliente. Con ello, Tesla al erigirse empresa ha sido capaz de engañar a todo el mundo y captar recursos y atención mundial que de otra manera habría sido imposible. Al fin y al cabo, «es más fácil engañar a la gente, que convencerlos de que han sido engañados» cómo resumió el genial Mark Twain.

El problema, es que al igual que Tesla como ideal ha sido excelente, como compañía ha sido un desastre. Las principales partidas del negocio son tan malas, que sí cayeran en las manos de cualquier analista, sin indicar que son de Tesla, no podría hacer más que preguntarse cómo es posible que un desastre de semejantes dimensiones esté todavía en pie.

Evolución del flujo de caja libre y beneficios de Tesla.
Evolución del flujo de caja libre y beneficios de Tesla.

Entre las diez o doce partidas imprescindibles que estudiar de una empresa, Tesla solo aprueba en una de ellas, la de ingresos. Entre el 2010 y el 2017, último año que presentan cuentas, los ingresos se han multiplicado por un 10.000%, desde los 116 millones hasta superar los 11.500 millones. El problema es que ese ingente incremento de ingresos no ha servido para generar una corriente continua de beneficios, sino que las pérdidas se han multiplicado por 9. Además, para aumentar un 10.000% sus ingresos, ha tenido que aumentar su deuda un 14.000%. En 2010, los ingresos superaban un 80% al volumen de deuda, siete años después ese diferencial apenas alcanza el 14%.

Tesla es una máquina de quemar dinero

Tesla tiene un grave problema en la cuenta fundamental de cualquier empresa, el estado de flujos de efectivo. El flujo de caja libre (Free Cash Flow), que mide la entrada y salida de flujos de efectivo de una empresa, es una completa sangría en la compañía. Desde el 2010, de Tesla han salido más de 9.100 millones de dólares en forma de efectivo en los últimos siete años.

En el último año, Tesla ha gastado cada segundo cerca de 110 dólares de efectivo al segundo, eso son cerca de 400.000 dólares a la hora. La compañía ha iniciado una espiral de gigantescas inversiones. De hecho, el efectivo que gasta la firma en concepto de inversiones entre 2010 y 2017 se ha multiplicado un 31.000%.

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El problema real de la sangría no es que venga por el lado de las inversiones, sino que vienen también directamente de las actividades de explotación. Esto es, que Tesla pierde dinero por cada vehículo que fabrica y vende. Ese es su principal lastre, y también preocupación, que en los últimos años ha más que triplicado sus ingresos y aun así el efectivo de operaciones sigue en negativo. Al ritmo al que Tesla quema caja a final de año se quedará sin dinero a finales de año, según las últimas estimaciones de Bloomberg.

Tesla no es una empresa

La cruda realidad del inversor de Tesla es que el dinero invertido es dinero perdido. Desde el punto de vista de las acciones de la empresa no es así, puesto que se han revalorizado, pero desde el punto de vista de empresa la realidad es así de tozuda. Tesla no ha presentado beneficios en siete años, y solo un año ha generado una entrada neta de efectivo.

La anterior premisa, Tesla no es una empresa sino un ideal se puede alcanzar de una manera sencilla: una empresa que se revaloriza a ese nivel debería ser realmente rentable o tener visos de serlo. Para averiguarlo, lo primero es tomar todos los activos operativos de la firma, a los mismos se les debe descontar la parte de financiación natural de una empresa, especialmente proveedores, y finalmente exigirle una rentabilidad.

Los activos netos que se le pueden achacar a Tesla, si le restamos la partida de proveedores del balance, se acerca a los 25.000 millones. A dicha cantidad se le suman los casi 5.000 millones de beneficios que se han perdido estos años, puesto que es capital que ha salido de los accionistas. Por último, a esos cerca de 30.000 millones se les exige una rentabilidad que difiere según el tipo de negocio que se crea es Tesla. Por ejemplo, si Tesla tuviera una rentabilidad del 5% –que ofrecen negocios mediocres–  debería ofrecer una corriente de beneficios cercana a los 1.500 millones. Si tomásemos a Tesla por un negocio más que decente, esto es una rentabilidad cercana al 12%, la corriente de beneficios superaría los 3.600 millones.

En principio, una rentabilidad aceptable sería situar el beneficio por encima de los 2.000 millones. La realidad es que en 2017 el margen bruto llegó a los 2.200 millones a los que después habría que restar los gastos indirectos que son aquellos que se realizan en I+D, en marketing y publicidad o administrativos entre otros. Es técnicamente imposible que dichos gastos solo puedan suponer 200 millones en una empresa como Tesla.

En definitiva, mientras Musk lanza sus cohetes espaciales y colocas coches en órbita, Tesla está muriendo. Aunque en bolsa ha remontado tras la caída propiciada por el accidente mortal de uno de sus vehículos, en el aspecto financiero la historia es diferente. Sus bonos se devalúan de forma rápida, y en unos meses se quedará sin efectivo. Si en ese momento no es capaz de refinanciarse o tener nuevas inyecciones de capital por unos 2.000 millones, será el ‘Game Over’ de Tesla.

Pedro Ruiz
Pedro Ruiz
Colaborador de MERCA2