Trump ha elevado las tarifas de importación del acero y del aluminio que no procedan de México o Canadá porque está renegociando con ellos el NAFTA. Esto tendrá efectos negativos. Las bolsas quizás empiezan a reflejarlo. El principal Consejero económico en la Casa Blanca, Edward Cohen, dimitió en desacuerdo. Con ello y la sustitución de Tillerson, en el Departamento de Estado, y de McMaster, Consejero Nacional de Defensa, por dos “halcones”, Pompeo y Bolton, Trump se despoja cada vez más de su fina piel de cordero.
En Alemania oriental ha cundido la preocupación por sus propias exportaciones de acero y aluminio, aunque muchos europeos esperan una excepción estadounidense para la Unión Europea. EEUU y Corea del Sur acaban de firmar un acuerdo comercial, pero se trata de un pequeño país cuya dependencia de Washington en materia de seguridad es total.
Será, pues, difícil evitar una guerra de tarifas, revertiendo la tendencia de libre comercio que ha prevalecido en el planeta desde poco antes del final de la Guerra Fría. La mundialización tiene defectos por corregir, pero las barreras arancelarias no contribuyen ni al enriquecimiento ni al progreso.
Llevan, más bien, al aislamiento como ya comprobamos con el franquismo. Fue la constitución de un mercado común, ahora único, lo que sustenta el éxito de la Unión Europea. Los que la quieren abandonar, o frenar su profundización, lo hacen por motivos egoístas (como los separatistas catalanes), para no repartir, porque tienen más, o por xenofobia reaccionaria ante los inmigrantes, necesarios, y los refugiados, aunque deban controlarse mejor estos flujos, pero intentan mantenerse vinculados al mercado único.
Que sean los EEUU los que cambien el libre comercio por barreras arancelarias es muy preocupante. Con esta medida, Trump agita peligrosamente, como si fuese una coctelera, la interrelación mundial al tiempo que, sorprendentemente, entrega el testigo librecambista a China, un país comunista, aunque capitalista con un Presidente que, dicen, aspira a Emperador perpetuo. Ya conocen los lectores la falacia de que da igual que el gato sea blanco o negro mientras cace ratones….
El enfrentamiento bélico entre los EEUU y Japón, en los años cuarenta del siglo pasado, tuvo una de sus causas, aunque no exclusivamente, en un trasfondo económico internacional que estrangulaba el acceso nipón a materias primas inexistentes en su archipiélago. Conviene recordar la Historia.
Por otra parte, esta demagogia trumpiana, como la califican importantes medios informativos norteamericanos, será ineficaz. Muchos expertos indican que la pérdida de empleo en el sector industrial de los países desarrollados obedece cada vez más a métodos de automatización creciente en los procesos productivos. Las barreras arancelarias y los muros antinmigrantes no modificarán el fondo de esta cuestión.
Los expertos políticos estadounidenses consideran, por su parte, que Trump mantiene el núcleo de su electorado principal. Sin embargo, sus niveles generales de aprobación son muy bajos. Un pequeño abandono de esos fieles acérrimos puede costarle algún disgusto en las elecciones parciales de noviembre de este año, cuando se renueva toda la Cámara de los Congresistas y un tercio del Senado. Por eso el lobo intenta volver a aullar su populismo de derechas. ¡Peligroso!
Si ya tiene el Presidente norteamericano problemas con un Legislativo dominado por los Republicanos, qué no sería si los Demócratas recuperan, al menos, una de sus dos Cámaras. Por otro lado, los líos mujeriegos de Trump también pueden costarle caro. No por las faldas, sino por mentir, algo terrible en la mentalidad puritana estadounidense. Sin embargo, el partido Demócrata carece de un buen liderazgo, lo que ayuda a Trump.
Carlos Miranda es Embajador de España