La Unión Europea tiene sus defectos, como el de dilatar los tiempos en exceso, pero nunca ha sido uno de ellos el perder los papeles en ninguna discusión. Por ello, su furibunda reacción contra AstraZeneca, además de sorprender, parece esconder muchos detalles desagradables. El primero, y más importante, es que la farmacéutica podría estar aprovechando los recovecos del contrato firmado entre ambas partes para no cumplir lo pactado. De hecho, la firma informó que ha sufrido una inundación, un incendio y una amenaza de paquete bomba en distintas fábricas, todas fuera de Europa, en los días siguientes a comunicar que no podría satisfacer el contrato inicial.
Curiosamente, los tres eventos están recogidos en el acuerdo firmado por ambas partes como condiciones que eximen a la compañía en caso de incumplimiento. Un detalle que se conoce gracias a que el contrato se hizo público el pasado viernes. Así, en uno de los últimos puntos del mismo (en el 18) aparece un apartado denominado de Fuerza Mayor (Force Majeure) que recoge lo siguiente: «Ni la Comisión Europea ni los Estados Miembros ni AstraZeneca serán responsables ante la otra parte o se considerará que se ha incumplido el acuerdo cuando sea causado por eventos más allá del control razonable».
Entre esos condicionantes se encuentran «incendios, terremotos, huracanes, inundaciones (…) ataques terroristas o embargos». Así, AstraZeneca ha tenido contratiempos en sus fábricas por tres de ellos. El primero se notificó el pasado 21 de enero, un día antes de informar discretamente de que el envío a Europa sería mucho menor, tras sufrir una inundación en la planta de Wrexham (en Gales). La excusa oficial fue que la tormenta Cristoph provocó una «leve inundación» que ponía en riesgo tanto el trabajo en ello como la cadena de suministro.
ASTRAZENECA «GARANTIZÓ» EXCLUSIVIDAD EN LAS DOSIS EUROPEAS
Pero Bloomberg ofreció una versión menos pesimista. Así, el medio publicó que «no hubo interrupciones en la planta (…) se tomaron medidas y funciona con normalidad». La misma planta de Wrexham sufrió recientemente otro contratiempo, ya que tuvo que ser desalojada al recibir un presunto paquete bomba, explicó la compañía. Un nuevo contratiempo que, sin embargo, estaba incluido en los condicionantes de fuerza mayor.
El tercer contratiempo fue un gran incendio en una fábrica recién construida en la ciudad de Pune, la India, que costó la vida a cinco trabajadores. Aunque desde la compañía se hizo público que no habría retrasos por ese problema, dado que posee otras edificaciones auxiliares para problemas como el anterior. En definitiva, demasiados contratiempos en muy poco tiempo y, además, todos ellos fuera de la UE donde los técnicos de la Comisión apenas tienen recursos para verificar los daños.
Todo suena demasiado extraño. Más si cabe, cuando AstraZeneca en principio no tiene un acuerdo firme para la distribución inicial de vacunas a Europa. En palabras del consejero delegado de la firma, Pascal Soriot, simplemente es de hacer el «mejor esfuerzo» para que así lleguen las máximas posibles. Una afirmación que gracias a la publicación del contrato se ha conocido que es una verdad a medias. Así, los papeles firmados por ambas partes incluyen dicha cláusula, pero también que las dosis si se fabrican no pueden repartirse a terceros.
Puede que en ese punto esté la clave del juego de AstraZeneca. En el acuerdo queda constancia de que la firma «garantiza» que «no tiene ninguna obligación, contractual o de otro tipo, con ninguna persona o tercero con respecto a las dosis iniciales de Europa o que entre en conflicto o sea inconsistente en cualquier efecto material (…) que impida el completo cumplimiento de sus obligaciones».
EUROPA PODRÍA EMBARGAR LAS DOSIS SIN ROMPER EL CONTRATO
En otras palabras, el contrato imposibilita a la farmacéutica a desviar dosis hacía otros territorios de las que corresponden a Europa. Por ello, ante la idea de que no solo se estaba produciendo esa circunstancia, sino que además el receptor sería probablemente Reino Unido hizo estallar a la Comisión. Pasó a ser algo personal, especialmente para Alemania. Por ello, el ministro de salud germano, Jens Spahn, pidió a la UE que restringiese las exportaciones de dosis producidas en las instalaciones de Europa.
La decisión de Spahn no fue aleatoria o simplemente un ataque de ira. Más bien fue una respuesta premeditada para pagar a AstraZeneca con su misma moneda. La razón es que en el punto de Fuerza Mayor también se incluyen los embargos, por lo que Europa puede ejecutarlos sin romper el contrato. Además, desde un punto de vista legal, más allá del contrato, también está justificado si se da bajo una condición de imperiosa necesidad de salud. Las cartas están sobre la mesa, aunque ese paso dejaría a la UE más débil en su firme lucha contra los proteccionismos y nacionalismos.
Pese a todo la UE tiene las de perder por el momento. Al fin y al cabo, dar marcha atrás al contrato no es una solución viable, dado que cualquier volumen de vacunas por pocas que sean es mejor que nada. Pero la disputa podría extender más allá. «AstraZeneca ahora está atrapada tanto en el tema de las vacunas como en el del retroceso del Brexit. La farmacéutica está sumida en el fango y no puede escapar por sí sola», advierte Chris Hughes, columnista de Bloomberg. Y, es que, la realidad es que cualquiera que sea el desenlace no va a ser agradable para ninguna de las partes incluido Reino Unido.