viernes, 22 noviembre 2024

Con la miel te engañan como a un chino

La buena noticia es que la miel pura es un producto extraordinario. La mala es que posiblemente no la has probado nunca. La mayoría de las mieles de supermercado son falsas, importaciones de bajo costo, o están incluso mezcladas con sustancias, siropes, azúcar o agua. No me atrevería a decir que en todos los casos no es auténtica miel. Ni mucho menos. Pero es de una calidad muy inferior que pierde las propiedades de la miel pura: la auténtica. Un subproducto.

En España hay miel fabulosa. Pero como el español medio compra casi siempre por precio (¡qué lástima!), la miel española, la de calidad de verdad, acaba en el mercado de la exportación. Nuestra miel es muy apreciada en países que pagan lo que cuesta. Estamos fuera de ese mercado. Eso es lo que provoca que comamos un producto menor, lo que generalmente conocemos por “miel” en la estantería de muchos supermercados.

Una cucharadita de miel pura contiene 20 tipos de vitaminas, 18 tipos de aminoácidos y más de 15 minerales

La miel es fundamental para nuestra salud. Ese remedio de la abuelita de tomarse una cucharadita de miel en el desayuno para no ponerse malo con gripe en todo el invierno funciona, si es miel de verdad, y se hace regularmente. Esto tiene base científica.

Una cucharadita de miel pura contiene 20 tipos de vitaminas, 18 tipos de aminoácidos, más de 15 minerales e importantes dosis de antioxidantes y fitonutrientes. Ese es el motivo por el que la miel representa una sustancia antifúngica, antiviral, y antibacteriana de primer nivel.

Las mieles adulteradas, las de baja calidad, las mezclas y las que no provienen de flores (en ocasiones apicultores sin escrúpulos proporcionan a las abejas azúcar en vez de flores para producir más rápido y más cantidad), no tienen ni de lejos esas propiedades. Si quieres encontrar miel “buena” hay que buscar “miel pura”. La “miel industrial” no es ni buena ni mala, simplemente es otra cosa. Por desgracia, el 90% de los españoles es la única miel que consume, aprecia y conoce.

Casi toda la miel que se vende en nuestro país es de origen chino o ucraniano. El único motivo es el precio. Eso explica el coste irrisorio de los supermercados, muy por debajo del precio de producción en España, salvo contadas excepciones.

La amenaza de la miel China

China es el primer productor de miel del mundo. Eso, que no es una novedad y que también ocurre en otros muchos sectores, tiene algunas particularidades si hablamos de la producción de miel.

En primer lugar, en el mundo se ha perdido en los últimos 50 años el 40% de la producción de miel. Los principales motivos son el cambio climático, con la consiguiente desaparición de las abejas, y las enfermedades de las mismas. ¿Culpables? Pesticidas y herbicidas que merman su población.

En ese escenario de reducción de la producción mundial sólo un país, China, lejos de sufrirlo como el resto del mundo, aumenta su producción de forma exponencial. Este hecho es muy significativo y alimenta las sospechas internacionales sobre el mercado de la miel en China. Muchas voces se alzan para criticar que detrás hay “más laboratorio que abejas”. Hoy China produce 450.000 toneladas de miel al año. Una auténtica barbaridad, y lo hace a un precio tan barato, que sus mieles inundan el mercado mundial.

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España consume 30.000 toneladas de miel al año, y produce 34.000 toneladas. Es decir, deberíamos autoabastecernos y podríamos exportar. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Importamos 30.500 toneladas al año, la gran mayoría de China. ¿Cómo es posible está circunstancia? Sencillo.

Nuestra miel, por la variedad floral del país y la temperatura, es de gran calidad. Producimos el 15% de miel de la Unión Europea. Mercados como el francés, el inglés y el alemán valoran nuestra miel y la importan por sus extraordinarias cualidades. Se llevan 25.000 toneladas del total de nuestras 34.000 anuales. El resto, unas 9.000 toneladas al año, se quedan en España, pero no necesariamente se utilizan bien.

Mucha de esa miel no se vende directamente sino que se mezcla en mínimas proporciones con una gran parte de miel barata, procedente de China, Ucrania o de otros países. Así, nutrimos despensas en países europeos, y nos tomamos la miel importada de bajo coste.

Nuestro mercado productor, por su volumen, es de referencia en Europa. El pasado año producimos un 4% menos de miel por la desaparición de las abejas. Esa caída en el primer productor europeo es una preocupación para Europa.

¿Es malo que tomemos miel barata de otros mercados? Bueno, depende de cómo lo miremos, pero debemos entender que la miel en países como China no tiene los controles de calidad que si tiene la europea. En ella se encuentran, en ocasiones, trazas de pesticidas y herbicidas que están prohibidos en Europa. Se han detectado numerosos casos de miel adulterada con agua, azucares, colorantes e, incluso, aluminio.

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En España hay unos 2,7 millones de colmenas. El coste de producción de la miel pura es de 3 a 5 euros el kilo. La miel procedente de China llega a España a 1,5 euros el kilo, y eso que en ese precio se incluye el arancel de aduanas que la carga con el 17% al entrar a Europa.

Christophe Brusset, ingeniero agroalimentario francés, autor del celebré libro ¡Cómo puedes comer eso! (Península, 2017) declaraba hace años en una entrevista a El País que “el mayor fraude alimentario es la miel de los supermercados”. Y añadía que ha visitado fábricas de exportación de miel en China “cuyo nivel de equipamiento científico y sofisticación es brutal. Técnicamente parecen hospitales. Es terrorífico”.

Hace años la miel China no estaba permitida en Europa. Había un embargo al haber sido detectadas sistemáticamente sustancias como metales pesados, antibióticos y otros elementos. Aquel embargo se levantó tras las promesas de las autoridades del país asiático de aumentar los controles sobre los productos.

Un informe de la Unión Europea determina que, al menos, el 20% de las importaciones de miel son fraudulentas. Eso es especialmente significativo por ser la UE tremendamente deficitaria en la producción de miel, y de largo el primer importador mundial. Del mismo modo la UE señala que la miel es el tercer producto más adulterado del mundo.

La tomadura de pelo del etiquetado

La diferencia de calidad sobre las mieles tiene un añadido. El absurdo etiquetado fomenta la picaresca. Si compras miel en el supermercado verás que casi seguro la etiqueta pone “Mezclas de miel procedentes de la UE y fuera de la UE”. Eso hace que conocer la procedencia del producto que consumimos sea imposible. Bajo esa etiqueta puede esconderse una miel de calidad y, lo más habitual, combinaciones absurdas pero legales. Por poner un ejemplo extremo. Un 99% de miel China y 1% de miel ucraniana, podría llevar la leyenda “mezcla de mieles procedentes de la CE y de mieles no procedentes de la CE”.

De esta forma tenemos varios tipos de etiquetados, sin sentido para el consumidor, ya que uno no sabe a que atenerse. La ley beneficia en este caso al fraude y al engaño:

— «mezcla de mieles de la CE»,

 — «mezcla de mieles no procedentes de la CE»,

— «mezcla de mieles procedentes de la CE y de mieles no procedentes de la CE».

Una de las grandes cooperativas españolas es Montemiel. Fundada en 1978, y situada en comarca de la Siberia extremeña, cuenta con más de 300 socios. Su secretario, José Antonio Babiano, explica a MERCA2 el caos de la reglamentación: “Este etiquetado, «mezcla de mieles originarias y no originarias de la UE», no nos permite interpretar nada. Ese es el verdadero problema, la falta de información al consumidor sobre la procedencia de la miel, y ampara absolutamente todas las posibilidades en porcentajes de mezcla y en países de origen. Sirve para una mezcla de miel de China y española tanto como para una mezcla de miel francesa y mexicana por lo que no existe interpretación posible”.

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Es importante recordar que, aunque sea ridículo, este etiquetado es legal y se encuentra amparado por la directiva 2001/110/CE del Consejo de 20 de diciembre de 2001 a través del Real Decreto 1049/2003, de 1 de agosto, por el que se aprueba la Norma de calidad relativa a la miel.

Ahí entran en el juego una buena parte de nuestras 9.000 toneladas al año de consumo propio en nuestro país. Parte se vende como miel pura, pero otra parte acaba siendo utilizada para mezclar mieles baratas y de baja calidad procedentes de otros mercados. Será miel, pero no es lo que esperas de la miel. Es una engañufa legal y tolerada que no conoce el consumidor y las autoridades. Para José Antonio Balbiano, no hay duda: “Una gran parte de las mieles que se comercializan en supermercados corresponden a mezclas de diferentes mieles de importación (a precios muy económicos) como hemos comentado antes, lo que incrementa el margen de beneficio de las grandes empresas”. Con la actual ley en la mano, es totalmente lícito.

Es obvio que un frasco de 500 gramos de miel no puede costar 1,5 euros en un supermercado. O bien, no es miel o, al menos, no es miel pura.

Así se falsifica la miel

La miel se falsifica de múltiples maneras. Y lo peor es que hay sospechas de que determinados países lo han sofisticado mucho más estos años.

En primer lugar, y aunque parezca mentira, purificándola: la miel tiene ceras y polen; son ingredientes naturales y necesarios. Se pueden filtrar para obtener un producto de más calidad, pero en ocasiones se extraen todas para dar una imagen uniforme. Eso lo hace más atractivo a nivel visual a ojos de un consumidor que quiere ver todo homogéneo, pero resta propiedades y calidad. Esta practica es empleada sin pausa para generar fraude. Al eliminar el polen y las ceras es casi imposible conocer la procedencia de esa miel. De manera que es una practica generalizada para evitar que se detecte el mercado de origen.

En segundo lugar, añadiendo azúcares o agua. Es algo bastante habitual. Todos estos aditivos dan mucho más de si la cantidad de miel una vez mezclados. Por supuesto la calidad resultante queda adulterada, pero el costo se abarata extraordinariamente. Se aumenta el porcentaje de producto de forma paralela pero, a su vez, si era miel pura, deja de serlo inmediatamente.

Por último, según su producción. Las condiciones de recolección de las abejas son importantes. Poco o nada tienen que ver las abejas de bosque, que recolectan polen en su hábitat, con auténticas granjas en países asiáticos en las que las ceban con jarabes y azúcares. Las medican para que produzcan más y no ven una flor ni en primavera. La producción no tiene nada que ver y la presencia de exceso de azúcares, ausencia de propiedades beneficiosas, e incluso detección de metales pesados en la miel, llega a ser constante.

¿Cómo podemos reconocer la miel de calidad?

Desde Montemiel nos ponen sobre la pista. El análisis de la “autenticidad” de la miel (que sería lo más parecido a garantizar su calidad) es complejo y costoso. En estos momentos se está comenzando a utilizar tecnología de Resonancia Magnética Nuclear, lo que puede hacernos ver las dificultades que entraña. Por ello no se disponen de cifras reales de presuntos fraudes o posibles adulteraciones. Esto hace que sea prácticamente imposible detectar estas “presuntas” prácticas a nivel de consumidor.

Las recomendaciones básicas para adquirir una miel con mayores garantías de “autenticidad” serían: huir de las marcas blancas etiquetadas con la leyenda “mezcla de mieles originarias y no originarias de la UE”; adquirir, si es posible, la miel a través de productores o cooperativas apícolas; o bien, adquirir producto que se encuentre etiquetado de manera clara con el país-países de origen (ej. País de origen: España). Igualmente las certificaciones de DOP, IGP, etc, como marcas de calidad, ofrecen garantía para los productos que comercializan. Internet es un gran aliado para ello, permitiendo el acceso directamente a cooperativas donde se puede adquirir el producto directamente sin intermediarios.

Una de las complicaciones más comunes es encontrarse con miel procesada. Esto se hace con la intención de que el producto dure más tiempo pero como contraposición nos encontramos con un tipo de miel a la que se le añade fructosa. De esta forma la miel no se cristalizaría, proceso que es natural en las mieles puras.

Hay diferentes formas para comprobar si estamos tomando miel natural o procesada. En primer lugar, y como ya se ha comentado con anterioridad, la miel se solidificará –o cristalizará– con el tiempo. Otra de las formas para comprobar que estamos comprando una buena miel es mirar la etiqueta y asegurarse de que no aparezca en ningún momento: “jarabe de alta fructosa”.

Si ya tenemos la miel en casa, y queremos saber si se hizo bien en comprarla o no, se pueden hacer pequeños y sencillos experimentos como coger miel con una cuchara e introducirla en un vaso con agua: si esa cucharada se disuelve, la miel es procesada. Por último, podemos mojar un trozo de pan en miel y ver si al rato el pan está blando o sigue duro. Si se mantiene duro, la miel es pura.

Beneficios para la salud

La miel es uno de los alimentos naturales que más controversia crea en el mercado, no solo por la gran diferencia de nutrientes –buenos y malos– que podemos encontrar, sino también por la adulteración que sufre antes de su venta.

A pesar de esto es necesario conocer que la miel es altamente beneficiosa para la salud, ya que es mucho más que simple fructosa líquida. La miel, como alimento natural, contiene diferentes antioxidantes, polen, vitaminas, minerales y aminoácidos como arginina, lencina y alanina. En una porción típica de miel puedes encontrar un 82% de azúcar por peso: del total, un 40% es fructosa.

La miel es conocida por sus múltiples usos medicinales. Puede ayudar a los órganos internos pero también a los problemas que se dan en la piel por sus funciones antibacterianas y cicatrizantes. En muchos de los conocidos como ‘remedios de la abuela’ se pueden encontrar recetas en las que se incluye la miel como herramienta para nutrir el cabello y, al mismo tiempo, para combatir el acné, la sequedad de la piel y las heridas abiertas.

A lo largo de los años se han ido desarrollando diferentes estudios que demuestran cómo funciona la miel en nuestro sistema inmunológico y arterial. Es capaz de reducir la proteína C-reactiva (CRP), proteína que avisa de algún tipo de inflamación. Del mismo modo, consigue reducir los niveles de colesterol LDL –más conocido como ‘colesterol malo’– y triglicéridos en sangre.  A pesar de ser un producto que proviene del polen y las flores, también cumple con la función de controlar las alergias.

La miel no solo le hace frente a pequeñas irritaciones o inflamaciones, también se enfrenta a enfermedades de gran envergadura como lo puede ser la demencia. Según un estudio realizado en el departamento de Biológica Molecular de la Universidad Jahangirnagar de Bangladesh, sus componentes polifenólicos previenen la inflamación de los tejidos neuronales. En esta misma línea, la miel se conoce como un relajante natural que reduce el estrés metabólico; gracias al glucógeno que crea el hígado a raíz de la fructosa se evita la liberación de las hormonas del estrés, se recupera el sueño e incluso puede regular el ciclo menstrual de la mujer.

Todo esto se debe a los diferentes componentes con los que cuenta y de las transformaciones que hace el cuerpo humano con ellos. A pesar de todos estos beneficios no está recomendada para el consumo en niños menores de tres años y para todas aquellas personas que son diabéticas por su alto contenido de azúcar.

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No hay una sola manera de tomar miel y tampoco una única dosis correcta porque cada cuerpo es un mundo diferente. Lo que sí sirve como norma general es que no es bueno abusar de ningún alimento. Lo mismo pasa con la miel. Es beneficiosa en muchos ámbitos pero también tiene un alto contenido de fructosa, lo que significa que el nivel de azúcar es muy elevado. Se recomienda tomar una cucharada al día, ya sea por la mañana o por la noche, o incluso incluir este alimento como condimento en nuestro desayuno o merienda, pero no se recomienda tomar grandes cantidades de miel diariamente.

Diferentes tipos de miel

Se pueden encontrar infinidad de tipos de miel en todo el mundo, ya que dependerá de la flor que predomine en un hábitat concreto. Centrándonos en algunas de las que podemos encontrar con más facilidad en España tenemos:

  • Miel de tomillo. Aunque su color suele variar dependiendo de la época del año, suele tener un aspecto rojizo y un aroma muy intenso. Entre sus propiedades más destacables está la de ayudar a la regulación menstrual. Además, es recomendable consumirla para controlar el asma y la tensión arterial.
  • Miel de tilo. Es uno de los tipos que más fácil se cristaliza. Tiene un color amarillento y un aroma fragante. Es beneficiosa para tratar las ulceras gástricas y la ansiedad.
  • Miel de trébol. Aunque es históricamente conocida por su función como aclarador de cabello y piel por sus pequeñas cantidades de peróxido de hidrógeno, también se conoce por poseer una función energizante.
  • Miel de espliego. Se produce a través de la flor de lavanda y tiene un gran poder antiséptico y bactericida, por lo que se recomienda para heridas e incluso para procesos de diarrea.
  • Miel de eucalipto. Es originaria de Sudamérica y se utiliza como tratamiento para resfriados y para afecciones respiratorias, de la misma forma que se utiliza la flor en sí.
  • Miel de romero. Sirve en gran medida para los problemas digestivos, siendo un gran estimulante hepático, ya que ayuda a la descongestión del hígado.
  • Miel de azahar. En este tipo de miel podemos encontrar un conjunto de propiedades que ya hemos conocido con anterioridad como la función cicatrizante o relajante.

Entre todas, las más recomendables son aquellas que tienen la tonalidad más oscura por su potencial antibacteriano.

Como sucede con los demás alimentos, no se debe abusar de la miel, por lo que hay que saber cuándo y cómo tomarla. Se puede utilizar como endulzante del café o la leche, como acompañamiento de nuestra tostada o yogurt. También como salsa para las ensaladas o simplemente tomar una cucharada al despertar o antes de irse a dormir.

La mejor manera de llevar un control es tomarla en el desayuno o incluso en pequeñas dosis en el café, ya que la miel endulza más que el propio azúcar.

En España piensas en La Granja San Francisco

Cuando hablamos de miel de supermercado, siempre pensamos en La Granja San Francisco. Es la marca más conocida de miel en España. Mucho de ese efecto viene conseguido por medio de la televisión.

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Granja San Francisco es una empresa española con más de 83 años de tradición e historia: desde 1934 ofrece miel y presumen de respetar al máximo el ecosistema de las abejas.

Mi primera duda es de párvulos; ¿existe realmente “La Granja San Francisco” propiamente dicha? ¿O no es más que una marca comercial? La solución es sencilla: no existe una Granja San Francisco. La miel se extrae de colmeneros de diferentes fincas, pero algunas fuentes de época vinculan conventos y monasterios franciscanos de la zona de Valencia con el origen de las primeras mieles que se elaboraron.

La Granja San Francisco llegó a tener una cuota de mercado del 25% en nuestro país. En el último año de registro de cuentas (2016), con la herramienta Insight View, vemos que facturaron 31 millones de euros, con un resultado neto de 393.000 euros, contando con una plantilla de 63 personas contratadas.

Tienen algunas mieles 100 x 100 españolas: son las monoflorales y las ecológicas. Y también de otros orígenes europeos, suramericanos o asiáticos, en función de las épocas del año y el clima.

Podemos ver la diferencia de precios de unas y otras. Miel monofloral 100×100 española 15,57 euros el kilo  Mientras que la miel no española de flores de la misma marca la encontramos a 6,60 euros el kilo. No sólo operan en España sino que presumen de ser la marca de miel no árabe más vendida en países como Iraq, Túnez, Argelia, Líbia, Jordania, Líbano y Marruecos.

 


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