Estados Unidos se enfrenta a unas elecciones presidenciales únicas en su historia reciente. La catarata de acontecimientos de los últimos cuatro años deja un escenario inédito. Donald Trump llega a la cita electoral con el viento de cara que insuflan unas cifras macroeconómicas positivas, pese a la pandemia. El líder republicano no ha defraudado a su electorado: ha cumplido sus promesas o está en proceso de hacerlo. Las encuestas otorgan una ventaja al demócrata Joe Biden, tan moderada, que el complejo sistema electoral americano deja abierta la puerta a cualquier resultado. En este lado del mundo, la expectación de Europa es relativa. En España tampoco se atisban grandes impactos económicos. Nunca candidatos tan opuestos coincidieron en un continuismo económico tan previsible.
Andalucía ha sido la región española que más se ha resentido por la presidencia de Trump y los aranceles estadounidenses a las importaciones agroalimentarias. Las exportaciones andaluzas a Estados Unidos se cifran en 500 millones de euros al año. El aceite de oliva, el jamón, los cítricos o los pimientos pasaron de un arancel del 10% al 25%. Tampoco el vino o la aceituna negra han escapado a las sanciones económicas americanas. Unas medidas que dejaron a los olivareros españoles en clara desventaja competitiva respecto a Italia, Grecia o Portugal.
La guerra arancelaria contra Europa llegó tras el fallo favorable a Washington de la Organización Mundial del Comercio (OMC), sobre la larga disputa comercial relacionada con las ayudas ilegales a Airbus que habían perjudicado a su principal competidor estadounidense, Boeing. Estados Unidos atacó a los países que habían concedido esos subsidios y sus principales objetivos fueron los productos agroalimentarios de España, Alemania, Reino Unido y Francia.
Pero España ha conseguido esquivar el arancel impuesto por Estados Unidos al aceite de oliva y las exportaciones al país norteamericano incluso suben respecto al ejercicio anterior. Para lograrlo las empresas recurrieron a producto de origen extranjero. Según los datos oficiales que manejan tanto el sector como el Gobierno, las aceiteras españolas dispararon sus compras a Portugal y Túnez -entre otros países- para envasarlo y mandarlo a Estados Unidos. Esta estrategia permite evitar el impuesto adicional, ya que el arancel sólo afecta al producto de origen español.
Y aunque Trump ha sido el encargado de promover y alimentar las tensas relaciones con Europa, sigue pendiente del Brexit por la enorme importancia para Estados Unidos de su principal mercado de exportaciones en el continente europeo (66.200 millones de dólares). Pero una victoria de Biden tampoco garantizaría un cambio de rumbo en la deriva comercial, más allá de “suavizar” las relaciones.
En la postura de la Unión Europea ante las elecciones que se celebran este 3 de noviembre en Estados Unidos impera el escepticismo. Fuentes comunitarias declaran que «hay demasiado optimismo con una posible victoria de Joe Biden y es mejor apostar por la cautela», según una información publicada en 20minutos. Lo cierto es que si bien Donald Trump supone un ‘problema’ para la UE, no queda del todo claro que la solución pase por un triunfo demócrata. Todo ello a pesar de la insistencia de Biden por calmar las aguas con Bruselas.
Uno de los motivos fundamentales para estas reticencias reside en el papel del Reino Unido. Trump mira cada vez más hacia el Gobierno de Johnson, pero Biden también lo hará en caso de llegar -o volver- a la Casa Blanca. De hecho, en 2016, cuando todavía era vicepresidente de la administración Obama, aseguró que EEUU mantendría una «relación especial» con los británicos.
QUIEN LIDERA UNA EMPRESA GOBIERNA UN PAÍS
El mandato de Trump se ha caracterizado por incentivar la confrontación exterior -“America First”-, y por reforzar la economía con medidas proteccionistas, incluida la subida de aranceles a los aliados tradicionales de Estados Unidos en Europa. “La inestabilidad política en la que se desenvuelve Trump se ha visto reforzada por su ansia de protagonismo y su voluntad de gestionar el país, en sentido amplio, al estilo de gobernanza aplicado en sus empresas y negocios particulares”, explica a MERCA2, Joan Ripoll, profesor de Empresa y Economía de la Universitat Abat Oliba CEU.
El argumento funcionó cuatro años atrás, cuando “muchos electores apostaron por Trump porque gestionó con éxito sus negocios”, basándose en la idea de que “ese buen gestor, será capaz de hacer lo propio con el conjunto del país”. Bajar los impuestos (política interna), subir los aranceles (comercio exterior), desmarcarse de los acuerdos internacionales que combaten la emisión de CO2 o negar el cambio climático alegando que evitarlo supone importantes costes para las empresas americanas han sido algunas de las estrategias de Trump que, curiosamente “han contribuido a postular a China como una potencia hegemónica a nivel internacional, capaz de aunar y conciliar consensos”, afirma Ripoll.
Además, “ese talante presidencialista está comprometiendo la separación de poderes en una economía que ha resultado ser un paradigma en una democracia avanzada como la norteamericana”, comenta el profesor de la Universitat Abat Oliba CEU. También, el presidencialismo de Trump “ha fomentado un capitalismo de amigos” que ha inducido “cierta arbitrariedad en la toma de decisiones”.
EL IMPACTO EN LA ECONOMÍA ESPAÑOLA
Según explica el profesor Ripoll, el impacto sobre la economía española “no es directo salga quien salga”, en todo caso, “llegará por parte interpuesta, en función de lo buenas o malas que sean las relaciones bilaterales de EEUU y la UE”. Además, el devenir de las medidas en cuestiones de comercio exterior estará condicionado por la mayoría definida en las cámaras de representantes, si bien Biden representa posiciones más afines al libre comercio y a relaciones multilaterales y con la OMC más fluidas.
En cualquier caso, y pese a la importancia de la victoria de uno u otro líder, “la composición de mayorías en el Congreso y en el Senado terminará condicionando las políticas de carácter fiscal, presupuestaria y de comercio exterior.”
Una presidencia demócrata con un Gobierno dividido implicaría “un estancamiento económico, falta de flexibilidad fiscal, escasa capacidad de inversión e incluso una crisis económica derivada de la situación actual”, comenta Ripoll. “Una política fiscal expansiva, a las puertas de un segundo o doble confinamiento, exige el respaldo del poder legislativo”, concluye.
EL DESGASTE POR LA GESTIÓN DE LA PANDEMIA
Una de las bazas electorales que más ha explotado Trump es el perfil de empresario de éxito, sin embargo, lo cierto es que su mandato no ha hecho sino confirmar la tesis que el premio nobel Paul Krugman había formulado casi veinticinco años atrás en el ensayo ‘A country is not a company’. Prácticas que han caracterizado estos cuatro años, como el proteccionismo, el capitalismo de amigos o la toma arbitraria de decisiones, evidencian que liderar un país o una empresa son cosas distintas.
El gancho de Trump como “empresario de país” se desinfla, no tanto por el argumentario de la estrategia como por el personaje en sí. “Las cifras macroeconómicas -tasa de paro o crecimiento económico- avalaban su gestión presidencial”, explica Rippol que, además recuerda que, “hasta marzo su principal fortaleza era económica: su política arancelaria y fiscal avalaba su gestión” y, en este sentido, ”todo lo demás no tiene cabida, porque durante su mandato, EEUU ha vivido el mayor ciclo expansivo de su historia y las cotizaciones bursátiles han seguido una trayectoria alcista en Wall Street”, la figura de “empresario presidente” se engrandecía, cuando menos a nivel interno.
Y todo, pese a que esa trayectoria próspera “no es sólo imputable a las políticas de Trump, sino que se explican por la política monetaria expansiva que la Reserva Federal comenzó a partir de 2019”. Sin embargo, la gestión de la crisis en términos sanitarios, sí es patrimonio exclusivo del todavía presidente y esa “sí ha empañado su capacidad como gestor en sentido amplio” y ha salpicado los buenos registros en términos macroeconómicos.
Si en el segundo trimestre de este año, Estados Unidos registró la mayor caída del PIB de la historia reciente, la economía ha rebotado en el tercer trimestre con un crecimiento del 7%, aunque es previsible que en el último trimestre la actividad se vea afectada de nuevo.
Durante el mandato de Trump, la cotización en Wall Street ha crecido sin cesar. La semana pasada la bolsa se desplomaba, “por efecto de la pandemia y por la falta de acuerdo entre el presidente y la cámara para sacar adelante un nuevo plan de estímulos para familias y empresas, para hacer frente al cese de actividad en EEUU”. La incapacidad para dotar de un nuevo paquete de medidas económicas ante la emergencia, “también está laminando esa credibilidad de buen gestor atribuida a Trump”. También en su mandato “las cifras de paro históricamente más bajas, ahora están en aumentan”, manifiesta el profesor de Economía.
La idea de que un país se gestiona como una gran compañía se derrumba. La cuestión es si un perfil alternativo, más político que empresarial, ofrece más garantías al electorado. A nivel interno, las urnas hablarán. En el ámbito internacional, Europa acogerá el resultado sin demasiadas expectativas.