La cuenta atrás es imparable. La marcha hacia una sociedad más sostenible es una realidad. Las energías de bajas o nulas emisiones serán una de las palancas del cambio, sobre todo en lo relacionado con la movilidad. La electrificación es necesaria en este sector, pero tiene sus limitaciones. Por eso se necesitan tecnologías alternativas para que el desarrollo no se detenga. Y todos miran hacia el mismo lugar: el hidrógeno.
Ahora mismo se trata de un concepto envuelto en grandes dosis de optimismo. Desde hace meses ocupa un lugar eminente en los foros energéticos, especialmente cuando se habla de hidrógeno renovable y de hidrógeno de baja huella de carbono, dos opciones más sostenibles que el hidrógeno convencional usado por la industria.
El primero de estos hidrógenos se fabrica con energía renovable y conlleva cero emisiones de CO2, mientras el segundo se produce por reformado de vapor a partir de combustibles fósiles, pero incorporando sistemas que permiten capturar el CO2 asociado a todo el proceso.
Por eso, el paso natural ha sido relacionar estos dos tipos de hidrógenos con la movilidad y, en concreto, con el sector del transporte pesado (camiones, barcos, aviones, etc.), donde el proceso de electrificación resulta más complicado con las tecnologías actuales.
Además de su uso industrial, el hidrógeno renovable y el de baja huella de carbono pueden convertirse en una de las herramientas clave para descarbonizar el sector de la movilidad en los próximos años. Por ejemplo, el hidrógeno renovable se puede utilizar para producir combustibles sintéticos (e-fuels) con cero emisiones netas o bien para cubrir la demanda de los vehículos eléctricos de pila de combustible propulsados por hidrógeno, una de las opciones para descarbonizar el transporte de larga distancia por carretera, desempeñando un papel complementario con el vehículo eléctrico de batería.
El reto hoy es conseguir procesos de producción de estos hidrógenos más eficientes, de forma que puedan emplearse, sin dejar de perder competitividad, tanto en la movilidad como en el sector industrial, donde sigue siendo una materia prima fundamental. En el caso de Repsol, el hidrógeno es un componente clave para sus procesos de refino. De hecho, la compañía es el primer productor y consumidor de hidrógeno en España, al contar con algunos de los centros industriales más importantes del país.
EL PULSO NECESARIO
A la parte teórica sobre el futuro impacto del hidrógeno le falta un componente esencial: el desarrollo privado. En el caso concreto de Repsol, la compañía recibió autorización en septiembre para construir en el puerto de Bilbao una de las mayores plantas del mundo de combustibles sintéticos con cero emisiones netas, en cuya fabricación se utilizará CO2 e hidrógeno renovable. Este hidrógeno será generado mediante un proceso de electrólisis, a partir de electricidad renovable y utilizando el agua como materia prima.
En la futura planta de Bilbao, el hidrógeno se empleará principalmente en la producción de combustibles sintéticos (e-fuels), que podrán utilizarse en motores de combustión como los que se instalan actualmente en los automóviles de todo el mundo, así como en aviones y camiones y en otras aplicaciones. También se prevé el envío a la refinería de Petronor para su uso en la fabricación de combustibles convencionales, en aquellos momentos en los que la planta de e-fuels esté fuera de servicio. En el medio-largo plazo, una vez que el hidrógeno renovable alcance la competitividad, se podría emplear para cubrir la demanda de hidrógeno de la zona en el sector de movilidad en vehículos de pila de combustible.
La planta, que estará operativa a partir de 2024, será una instalación de referencia en Europa por su tecnología puntera y la utilización de CO2 capturado en la cercana refinería de Petronor, la única refinería de la península ibérica y una de las pocas de Europa que ha integrado procesos de captura, almacenamiento y uso del CO2. En el proyecto participan, además de Petronor, la multinacional Saudi Aramco y la Ente Vasco de Energía (EVE).
Con este proyecto, Repsol sigue avanzando decididamente en la transición energética y en su objetivo de ser una compañía cero emisiones netas en el año 2050. Además, supone un buen ejemplo de cómo España puede basar su estrategia de descarbonización en sus propias capacidades tecnológicas e industriales, generando actividad económica y empleo industrial.
RETOS DEL HIDRÓGENO
En la actualidad, el hidrógeno renovable tiene un coste superior al del hidrógeno producido por procesos convencionales. En el caso de la tecnología de electrólisis, el coste de producción es altamente dependiente del precio de la electricidad, que supone el 70-75% del gasto. En los próximos años se espera que el desarrollo de las técnicas de electrólisis permita reducir la inversión y aumentar su eficiencia.
El otro gran reto es el transporte y el almacenamiento del hidrógeno. A diferencia de otros gases, el hidrógeno posee una densidad muy baja, lo que implica un mayor gasto energético para poder comprimirlo y transportarlo. Por otra parte, el hidrógeno es un compuesto que, para transportarlo en fase líquida, necesita de depósitos especiales criogenizados que mantengan una temperatura muy baja y una presión elevada.
Al margen de todos estos retos, para que las soluciones basadas en el hidrógeno sean competitivas es necesario contar con un marco normativo adecuado que, a partir de la Hoja de Ruta aprobada por el Consejo de Ministros el pasado 6 de octubre, impulse el desarrollo de este tipo de proyectos y haga posible su rentabilidad. Solo de esta forma se podrá producir la verdadera eclosión de esta tecnología.
La siguiente década será clave, por tanto, para el éxito del hidrógeno de baja huella de carbono en la transición energética y desarrollar toda la cadena de valor asociada.