La sopa castellana es uno de esos platos que tu mente, y tu estómago, identifica rápidamente con el invierno. La verdad es que sí, cuando más apetecen las sopas calientes es en las noches de otoño e invierno en las que el frío aprieta. A diferencia de otras sopas, la castellana requiere de muy pocos ingredientes para su elaboración, la mayoría, básicos (pan, agua, ajos, huevos). Ni siquiera lleva pasta. Sienta de maravilla y como receta de aprovechamiento, es la mar de económica. Hoy te descubrimos todos los secretos para que puedas elaborar la receta de sopa castellana y recordar los aromas de la cocina de la abuela.
Como receta, lo tiene todo: sale barata, ya que aprovechas el pan duro o endurecido de los días anteriores, y aunque puedes utilizar caldo de pollo, con el propio agua y buenos ajos, tendrás una sopa calentita que entra sola, sin grasa ninguna. Aprende aquí cómo hacer la sopa castellana tradicional y cómo aderezarla sin que pierda su esencia.
1EL ORIGEN DE ESTA RECETA DE APROVECHAMIENTO
Las sopas castellanas son de esos platos típicos de la España interior, de la España rural. Tiene su origen, y a sus mejores elaboradores, en Castilla y León, entre los pastores y los montañeros. Se hizo muy popular en los años de la posguerra como una forma de comer cuando no había otra cosa que llevarse a la boca. Al utilizar agua, cualquiera puede hacerlo, y aprovechar al máximo ese pan duro y correoso que de otra forma no habría cómo comerlo. Como con muchas elaboraciones de entonces, se utilizaba el pimentón para darle un aspecto menos lavado, y los ajos, para que hubiera algo de sabor. Los huevos fueron otro de los ingredientes utilizados para hacer más sustancial y aprovechable la receta de sopa castellana.