El arte es arte porque genera impacto. Cultural, emocional y, por qué no asumirlo, económico. Y cuando ese arte se ve asociado a un gran creador, más todavía. Por eso, la polémica que azota estos días el municipio de Ajo (Cantabria) es difícil de entender.
Todo arranca con la intervención del faro de dicha localidad por parte del aclamado artista Okuda San Miguel. De un blanco astral y poco llamativo, el artista ha dado un color profundo y visual, dando una segunda vida a una construcción que ahora mismo no tenía reclamo.
Además, por si fuera poco, el presidente cántabro, Miguel Ángel Revilla, lo defiende y todo apunta a que se convertirá en un reclamo turístico para la zona. Se ha inaugurado el pasado miércoles y ya ha empezado a recibir visitas. Y ahí es donde arranca la polémica por parte de los puretas de tradiciones extrañas que a veces quieren que las cosas no evolucionen. Sobre todo cuando generan un impacto positivo.
En concreto, Izquierda Unida ha pedido a la Fiscalía Superior de Cantabria que investigue el “atropello patrimonial” que, a su juicio, se está cometiendo contra el Faro de Ajo y que podría desembocar en un posible acto de “prevaricación y malversación de caudales”.
Así se ha manifestado en un comunicado el portavoz autonómico de IU, Israel Ruiz Salmón, tras registrar la denuncia ante la Fiscalía. Ahora IU responsabiliza al Gobierno de Cantabria, la Autoridad Portuaria de Santander y el Ayuntamiento de Bareyo como impulsores de la intervención artística de Okuda San Miguel en el Faro de Ajo, la cual “podría vulnerar la legalidad vigente”. Entre otras cuestiones, pone en tela de juicio la protección del patrimonio protegido y pide que se investigue si se han producido delitos de prevaricación administrativa, tráfico de influencias y malversación de caudales públicos, “sin perjuicio de otros que la Fiscalía pudiera considerar”.
OKUDA, TURISMO E IMPACTO
Hastiado de polémicas con los «primeros detractores» de su carrera artística internacional y por el cariz político, al que cree se ha derivado su actuación al ser un espacio público, Okuda asegura a que quiere mantenerse al margen y defender el «alma» del proyecto: naturaleza, mar, color y arte.
Pese a estar afincado en Madrid, nació en Santander en 1980 y cada que vez que regresa a Cantabria busca inspiración y reflexión en el mar, por lo que considera que plasmar su obra en la finca del Faro de Ajo, supone una vuelta a ese «mundo nostálgico». Y remarca la importancia de que la actuación se haya materializado en España, y más aún en su comunidad natal, donde reconoce que «suele hacer pocas cosas».
Se trata del primer faro de navegación que le sirve de mural decorativo, aunque ya ha dejado huella en otras estructuras cilíndricas ubicadas en el puerto de Sicilia, en Sacramento (Estados Unidos), o en puntos del interior de Castilla. En este caso, el Faro de Ajo es un formato «bastante cómodo y pequeño», de 63 metros de altura, asegura el artista.