El estado de alarma y el confinamiento de gran parte de la población ha transformado el modelo laboral español. Cada vez son más las empresas que abogan por el teletrabajo, total o parcial, y mantienen sus edificios con aforos limitados para minimizar el riesgo de un posible brote de coronavirus entre sus empleados. Y Repsol es una de ellas.
La compañía presidida por Antonio Brufau lo tiene claro: lo primero es la salud de sus trabajadores. Por eso ha creado un comité interno anti-covid, que se reúne semanalmente y toma medidas para evitar un posible contagio. Una de las decisiones acordadas es que, por el momento, los edificios deben tener un aforo del 50%, e incluso menor en el caso de instalaciones como el Tech Lab.
Con esta medida, un 50% de la plantilla trabaja de forma presencial, y el otro 50% restante en remoto desde su casa. De este modo, los empleados que se encuentran en las instalaciones pueden respetar la distancia social y el resto de normas sanitarias.
Pero la modalidad del teletrabajo no ha aparecido ahora en Repsol, sino que muchos de sus empleados disfrutaban de ciertos días de conexión en remoto gracias al proceso de digitalización en el que lleva inmersa la compañía unos años.
A priori puede parecer que, si solo asisten a las instalaciones el 50% de la plantilla, la compañía esté pensando en reducir el número de activos inmobiliarios para recortar gastos. Pero no es así.
Según han informado a MERCA2 desde la compañía, entre los planes de Repsol no se encuentra ni la venta de edificios, ni alquilarlos a terceros. La energética prefiere mantener sus activos inmobiliarios, ya que le han supuesto una fuerte inversión y puede que ahora no le saquen el rendimiento esperado.
Tampoco valoran la posibilidad de descentralizar equipos de trabajo en espacios flex, como están haciendo algunas compañías. Desde Repsol insisten en que no cabe la posibilidad de que inviertan en nuevas instalaciones para ubicar a la otra parte de la plantilla.
EL COVID-19 PASA FACTURA
Las consecuencias de la crisis sanitaria se han dejado ver en las cuentas del primer semestre del año de la compañía. Aunque el consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz, ha asegurado que ya se está notando «una clara» recuperación de la demanda de carburantes de automoción.
Con unas pérdidas de 2.484 millones de euros, Imaz admitió que el último trimestre «ha sido, tal vez, uno de los más difíciles que hemos conocido, no solo en nuestro sector, sino en las sociedades».
Así, en lo que va de año, las acciones de la compañía se han depreciado un 48,76% en el Ibex 35, y su valor se mantienen en la barrera de los 6,76 euros por unidad, desde los 13,32 euros con los que estrenaba el 2020.
RACIONALIZAR LAS INVERSIONES
Pese a los malos datos, desde la compañía apuestan por la racionalización de las inversiones, con el objetivo de no paralizar ninguno de sus proyectos. Así, el Tech Lab, ubicado en la localidad madrileña de Móstoles, no va a detener su actividad.
Si bien es cierto que existen equipos robotizados y personal que trabaja desde su domicilio, la actividad en esta planta piloto no cesa: “hay actividades que no se pueden parar, porque el coste de pararlas es superior”, nos explican desde la compañía.