sábado, 23 noviembre 2024

Plan B de Repsol: el deterioro económico obliga a una gran venta de activos

Repsol podría estar dispuesto a ejecutar una venta de activos importante, según apuntan fuentes financieras. La firma presidida por Antonio Brufau contempla dicha opción como alternativa en el caso de que vea peligrar su actual calificación crediticia, dada la difícil coyuntura económica por la que atraviesa el sector. Pese a que la compañía nunca lo ha reconocido (simplemente abrió la puerta recientemente a movimientos pequeños) se trata de una opción que ha ido ganando enteros. Y no solo por las exigencias financieras, sino también como evolución natural en su transformación hacía una empresa más verde.

El nuevo plan estratégico que prepara Repsol tendrá dos pilares fundamentales. Por un lado, la petrolera debe hacer más visibles las líneas maestras de la transformación que espera acometer en las próximas décadas. Una primera vía para mostrar posibles desinversiones en sus activos de exploración y producción, llamados de upstream. Una exigencia que los analistas han hecho a la petrolera a lo largo de los últimos años. Por otro lado, un nuevo plan financiero acorde no solo a las exigencias de su reconversión verde futura, sino también ajustado al difícil contexto económico actual.

De hecho, la antigua hoja de ruta de la petrolera española tenía como horizonte de viabilidad los 50 dólares por barril. Una cifra que difícilmente recuperará a lo largo de 2020 y 2021. Aunque, las principales presiones se concentrarán para este final de año. Así, los analistas de Bloomberg esperan que el precio medio del Brent se sitúe en los 35 dólares, mientras que el margen de refino para la firma caerá por debajo de los cuatro euros en el segundo semestre. Unas estimaciones que tumbarían el flujo de caja, la diferencia entre los cobros y pagos, de la compañía hasta en un 50%.

LA CAÍDA DEL EFECTIVO Y EL DETERIORO DE ACTIVOS PRESIONAN EL ENDEUDAMIENTO

La importante caída del flujo de caja de la compañía uno de los problemas al que se enfrenta. La evolución de los flujos de efectivo es clave en cualquier empresa no solo para su funcionamiento o supervivencia (especialmente en las pequeñas), sino también para cuadrar las ratios de endeudamiento. Al fin y al cabo, el valor más usado, el de deuda neta, no es más que el total de pasivos de la compañía menos el efectivo disponible. Por ello, una caída del 66%, de los cobros hasta junio, que se limará hasta el 50% en diciembre supone un desafío para la petrolera.

Pese a que la deuda inicial que presenta Repsol parece baja, tras años de ventas, en verdad no lo es tanto. La razón es que a los 4.200 millones de euros, que son los más habituales en encontrar, se le deben añadir otros 3.900 millones en forma de arrendamientos, según la norma contable NIIF 16. Aun así, todavía no estaría del todo completa, puesto que de ese cómputo se le añaden otros 1.300 millones correspondientes a bonos híbridos, que cuentan al 50% como deuda. En total, los analistas de Bloomberg señalan que «la deuda neta ajustada de 2019 fue de 9.400 millones».

Para este 2020, la cifra se elevaría en unos 400 millones más, dado que el sado de emisiones híbridas ha sido de unos 900 millones. Aunque, las ratios de crédito de la petrolera pueden verse presionados especialmente por otro factor más: una caída del patrimonio neto, por culpa de los deterioros de activos anunciados. Con todo ello, desde Bloomberg alertan que «vemos que los fondos ajustados de las operaciones a la deuda neta caen a un 21% desde un 43% y que rompen la guía del 40% de S&P para la calificación BBB. De manera similar, el flujo de efectivo retenido ajustado a la deuda neta cae al 16% desde el 39% durante 2020 e incumple la guía del 25% de Moody’s para la calificación Baa2″.

LA ALTERNATIVA (NO CONTEMPLADA POR REPSOL) ES RETOCAR LOS DIVIDENDOS

En otras palabras, que la caída del flujo de caja, junto al leve aumento de la deuda total y el deterioro de activos provocaría una revisión del estatus crediticio para Repsol. Incluso, en el peor de los escenarios que podría provocar una bajada. Una situación por la que ya ha pasado la petrolera española: tras la compra de Talismán que incrementó su endeudamiento, a principios de 2015, le siguió una caída en el precio del petróleo, en 2016, que llevó a la petrolera al escalón BBB- y a que S&P le pusiera en observación negativa.

El equipo directivo resolvió la complicada situación con la venta de su 30% de participación en Naturgy (antes Gas Natural Fenosa) junto a un recorte de dividendos y la apuesta por emisiones híbridas. Una decisión que le permitió volver a adquirir el grado de inversión BBB. Por ello, los analistas apuestan cada vez con más fuerza a que la historia se podría volver a producir, aunque existe una diferencia en cuanto a los dividendos.

En la última presentación de resultados, los semestrales, el consejero delegado de Repsol, Jozu Jon Imaz, dio algunas pistas sobre el dividendo que apuntaban en la dirección opuesta: «la retribución al accionista es uno de los pilares de la estrategia de Repsol y será uno de los compromisos clave incluidos en el nuevo plan estratégico». Además, Imaz especificó que la petrolera española quiere situarse «en el primer cuartil de nuestros pares (…) y también aparecer en el primer cuartil del Ibex». Por lo que al final, la opción que más enteros gana para cuadrar cuentas es la de una venta importante.


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