jueves, 12 diciembre 2024

El aperitivo de los colegios: la caída del turismo hará historia

La vuelta a las aulas, programada justo para antes de su nueva suspensión, se prevé a principios de septiembre. Para entonces se conocerá con mayor exactitud el impacto económico que habrá recibido el turismo. De este modo, sin haber cerrado la herida económica, el Gobierno se enfrentará al desangre social que supondrá la falta de previsión ante el nuevo curso académico. Pero vayamos por partes.

La primera capa de cebolla que tiene previsto enterrar el Ejecutivo con otro problema es la industria turística. Desde la organización sectorial Exceltur no escatiman en datos. Todos malos, lógicamente. La primera arremetida, ante el notable y creciente empeoramiento de las expectativas empresariales, en especial de demanda externa, estima “al cierre de 2020 una caída de actividad (directa + indirecta: PIB Turístico) de 98.753 M€. Es decir 15.620 M€ más de caída, que los 83.134 M€ ya previstos en junio antes de los rebrotes. Esto supone un 64,7% menos de actividad que en 2019, y el 84% de esta revisión se debe a caídas de la demanda externa.

Este será el postre que deba asumir la ministra del ramo, Reyes Maroto, antes de dejar a la responsable de Educación, Isabel Celaá, el jaleo educativo. Aunque existe un leve matiz: las transmisión de competencias a las comunidades autónomas provoca que la educación sea un problema que manosear con múltiples culpables. Por lo que respecta al turismo, los agentes implicados saben a quién señalar.

Exceltur señala el camino: “(…) el conjunto del sector turístico español se verá obligado en breve, a recabar un urgente y potente plan de ayudas a fondo perdido, para facilitar la supervivencia de buena parte del tejido empresarial viable y su empleo”. Es decir, no hay ningún tipo de ambigüedad en el sector. Igual que el ocio nocturno ya se ha lanzado a exigir ayudas por el cierre obligado de sus negocios, la industria turística no será menos.

¿HAY MOTIVOS PARA LA ESPERANZA?

 Según las cifras que maneja la organización: solo pueden ir a peor. A nivel de empleo, por ejemplo, estiman que el impacto tendrá unas “dimensiones inéditas”. “A cierre de julio y en plena temporada, ya se tenían 823.000 empleados menos (-37,4% vs los 2,2 millones de julio de 2019). Es decir, y según el Sepe, 517.000 empleos sostenidos gracias a los ERTEs y 306.000 afiliados menos por caídas de contratación (-67% en alojamiento,-87% en agencias de viajes, -81% en transporte,– 46% en restauración y -45,2% locales de ocio)”.

Además, estiman que los movimientos que se están dando en los países del entorno no favorecen una potencial que recuperación que, nada más lejos de la realidad, lleva cayendo desde finales de julio, y todavía queda lo peor.

En este contexto, desde Exceltur también hacen una llamada para que haya una comunicación -pública y privada- que evite mensajes equívocos, alarmismos infundados y que ralenticen el bienestar social. Pero esto genera un problema, sobre todo en la prensa española y el mensaje que se quiere transmitir.

Cuando Exceltur emite este tipo de comunicados, donde los datos son bastante dolorosos para el tejido de la industria turística, no existen los paños calientes. Es lo que hay. Además, se entiende que se busca generar un escenario que mueva al Gobierno a tomar medidas. Por lo tanto, se pone en negro sobre blanco los datos que hay, o lo que se espera. Aunque se entiende la desazón. Básicamente porque los países competidores en el sector turístico se están viendo beneficiados, si es que este verano alguien gana algo, sobre la imagen proyectada en España, sobre todo en términos sociales y sanitarios.

Es decir, resulta muy complejo explicar que todo va mal sin el motivo. Y el motivo es sanitario. El motivo es que el propio turista nacional siente desconfianza, que no se ha captado la atención de los miles de españoles que han viajado este mes de agosto. El motivo es el coronavirus.


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