El verano pasado desde MERCA2 recomendamos a los principales directivos de empresas que operan en España alguna lectura sugerente, serie de moda o cine para pasar el calor. Este mes de agosto, y para ser prudentes con las aglomeraciones, nos llevaremos a CEOs y presidentes a una isla desierta. ¿Qué pensarán en la intimidad? ¿Cuáles son sus preocupaciones? ¿Cómo ven el futuro?
En el caso del máximo accionista de DIA, Mikhail Fridman, en su retiro playero tendría demasiadas cosas sobre la mesa. La más importante, sin duda, la de salvar a la empresa. Sigue siendo la que más tiendas tiene abiertas en España (3.996) pero también es la que ha cogido velocidad de crucero a la hora de echar el cierre. Si el pasado año fueron 458 tiendas, de enero a junio, ha sido un suma y sigue: 241 más.
Quienes más están sufriendo este tijeretazo son los franquiciados que se ven como los ‘cabeza de turco’ oportunos para poner a flote la compañía. De ahí que piensen que la tendencia continuará. Más de uno se iría a esa hipotética isla con Mikhail Fridman para hacerle el oportuno escrache estilo chalé de Galapagar.
Para que un mayor número de tiendas sea rentable, sería bueno que lo cosechado durante el estado de alarma se mantuviera en DIA. Mikhail Fridman soñaría bajo el sol con ponerse moreno y ser atractivo al consumidor. Que este viera a DIA como su supermercado, que le fuera fiel, y que ahora que las restricciones de movimiento han desaparecido, no se fuera a la competencia. Retenerlo, en una palabra.
FRIDMAN ONLINE
Entre mojito y mojito, o entre vodka y vodka, si quiere hacer patria, Mikhail Fridman sonreiría pensando en el salto que ha dado DIA en el ecommerce durante la pandemia. Pero rápidamente su cara haría una mueca de disgusto. La avalancha de pedidos se transformó en un quiero y no puedo. Los pedidos no llegaron a tiempo en un elevado número. De ahí que su consejero delegado, Ricardo Álvarez, acabara por pedir disculpas a los clientes mediante una carta. Fridman debe pensar en cómo aumentar la capacidad para dar servicio.
Acelerar las oportunidades en torno al comercio electrónico, un concepto moderno de proximidad, y un modelo de franquicia mejorado. Eso son los tres pilares que Fridman quiere para que DIA se sostenga a flote en el futuro. Tres salvavidas a los que agarrarse en caso de que le pille un tsunami en la playa.
Pero más allá del negocio en sí, hay otra serie de factores que pueden hacer que Mikhail Fridman no duerma bien en las noches junto al mar a la luz de la luna. Pesadillas en forma de juzgados. Querría borrar de un plumazo que la Audiencia Nacional le esté investigando por la quiebra de la tecnológica española ZED. Su sueño es que se le aplique la conocida como doctrina Monzón y se archive la causa. Qué mejor retorno a la rutina después del descanso estival si así sucediera.
Fuera del plano personal, pero también con protagonismo en los juzgados, Fridman pensará qué le conviene más en el caso del juicio del anterior consejero delegado de la DIA: Ricardo Currás. Si se le acaba declarando culpable, los inversores podrían castigar a las acciones. Falsificaciones de datos y cuentas no son bien vistos. En el otro lado de la balanza, el ex CEO debería indemnizar a la compañía. Pero no sería muy relevante. Recuperar la confianza de los inversores, sí.