La cotización de Telefónica no ha generado valor para sus accionistas en los últimos años. Ni siquiera teniendo en cuenta su gran baza, los dividendos. Es más, la teleco presidida por José María Álvarez-Pallete ha llevado a cabo una política de dividendos casi suicida en relación a su situación financiera.
La evolución de la acción de Telefónica en la última década se ha convertido en una triste aventura por el desierto. La compañía ha perdido más de la mitad de su valor en bolsa y ha atrapado a numerosos particulares que siempre vieron en la teleco una marca de valor seguro. A lo largo de este 2017, la compañía presidida por Pallete ha vuelto a decepcionar a sus accionistas -otro año más- al pasar de máximos cercanos a los 10,50 euros, a deambular más cerca de los 8 euros que de los 9, actualmente.
El gran problema de Telefónica, ya no son solo su pobre cotización, sino que su gran baza, ofrecer importantes dividendos, ha sido una decisión nefasta. La evolución de la cotización de la teleco ajustada por distribución de dividendos no refleja ningún valor real para sus accionistas.
La extraña política de dividendos de Telefónica se podría resumir en lo siguiente: si en los últimos diez años, en lugar de repartir dividendo la firma hubiera utilizado esa misma cantidad en amortizar deuda, a día de hoy ya la habría dejado a cero. Entre 2007 y 2016 Telefónica ha repartido en forma de dividendos 44.204 millones de euros, según datos de Bloomberg. Además, mientras se ha vaciado la caja en esa cantidad la firma se ha descapitalizado en unos 60.000 millones de euros.
La nefasta dirección tomada por la teleco en torno a los dividendos responde a un importante fallo conceptual de Cesar Alierta, antiguo presidente, junto a todo su equipo. El tipo de inversor, las características intrínsecas del propio dividendo junto a la filosofía imperante en Telefónica, están detrás de tan nefasta decisión prolongada a lo largo de los años.
Telefónica, al igual que otros antiguos monopolios como Repsol, siempre ha contado con una cierta ‘bula papal’ para los inversores más espontáneos. Se trata de particulares que han buscado valores seguros con los que ganar patrimonio a lo largo de los años. Para este tipo de inversor, menos profesionalizado, la forma más popular para revalorizar una inversión es el retorno de los dividendos. Es esta una de las causas por las que Alierta siempre prefirió tener un dividendo alto.
Las características intrínsecas que en la teoría más tradicional se le han conferido al dividendo, también ayuda a la mitificación en la teleco del pago en efectivo: en primer lugar, como se ha explicado anteriormente, el dividendo tiene un valor especial para los inversores particulares menos profesionalizados. El famoso refrán “más vale pájaro en mano que ciento volando” se ajusta perfectamente al pensamiento del inversor menos profesionalizado y a su vez se extendía a Alierta y su equipo. En segundo lugar, siempre ha servido como consuelo frente a una mala evolución de la acción. Y, en tercer lugar, un dividendo alto es una forma muy eficaz de desviar la atención de la marcha de la compañía.
La última causa que empujó a Telefónica a una suicida política de dividendos fue la propia filosofía imperante en la firma. Los dividendos es una partida de dinero que pasa de la caja de la compañía a la cuenta de los accionistas. Por tanto, se produce una descapitalización de la misma que podría utilizarse para reinvertir. El problema es que esa cultura no siempre ha existido en Telefónica. La firma durante una gran parte de su vida se mantuvo en monopolio, donde no se compite y el valor añadido al cliente no existe. En monopolio se trabajan mejor los lazos con los políticos que con los clientes. Por tanto, no siempre ha existido en la firma esa conciencia de reinversión.
Telefónica y su mejorable política de dividendos
La gravedad de la dirección tomada, se agrava cuando además de altos dividendos se posee una gigantesca losa en forma de deuda. Un alto dividendo exige un efectivo de caja muy alto que reduce la capacidad de la firma de pagar dicha deuda. Al final, con dicha política se deja muy expuesta a la firma a los vaivenes del mercado por mucho que se llame Telefónica.
Por ello, es lógico que el nuevo equipo gestor liderado por Pallete haya decidido dejar atrás esa política cuestionable. Antes de la entrada de Pallete, Telefónica prometía un dividendo de 0,75 euros por acción, que se traducía un payout -parte del beneficio que se come el dividendo- muy alto. Un año después el pago se redujo un 28%, hasta los 0,55 euros y para este 2017 Telefónica se ha comprometido a pagar 0,4 euros por acción. Aun así, la cantidad sigue siendo muy alta con un payout cercano al 56%, aunque deja más capacidad de repago de la deuda.
La evolución natural de Telefónica debería ser reducir a cero, o muy cercano a esta cifra, el pago de dividendos. Entre otros beneficios, sus accionistas obtendrían: una revalorización en bolsa al acumular más capital y poder reducir deuda. Limitar la carga fiscal de sus accionistas, dado que los dividendos pagan una parte importante de impuestos. La reducción de la deuda hasta una cantidad estable permitiría en adelante acumular más efectivo en concepto de caja. Ambos factores, deuda reducida y una caja potente, ofrecería a Telefónica una estructura más versátil y flexible para enfrentarse a los retos tecnológicos de los próximos años.
Apple, Oracle o Microsoft nunca han repartido dividendos y han generado más valor para sus accionistas que cualquier otra empresa
La fórmula no es nueva. Las grandes tecnológicas llevan muchos años llevándola a cabo. Apple, Oracle o Microsoft nunca han repartido dividendos y han generado más valor para sus accionistas que cualquier otra empresa. Su estrategia de poseer una estructura flexible con una caja potente les ha permitido adelantarse al mercado en muchas ocasiones. En otras les ha dado la flexibilidad de poder adquirir otras firmas, ya sea por decisión estratégicas o porque estuvieran a precio de saldo.
El negocio en Telefónica ha ido mutando y la firma no ha podido adelantarse en ningún momento al mercado. Los años en los que el grueso de los ingresos venían por las llamadas ya han pasado, también aquellos en los que la parte más importante era a través de SMS. Incluso en la actualidad, la tarifa plana de megas en móvil está cerca del fin que de ser una realidad. La tecnología y el mercado cambia y mutan a una velocidad asombrosa, Telefónica necesita una estructura flexible para hacerle frente. Por todo ello, si prosigue en la senda de alto volumen de deuda –la reducción se está haciendo de manera muy lenta- unos costes operativos exorbitados y una caja muy pobre estará condenada a seguir vagando por el desierto.
Ya lo decía Albert Einstein, “si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Ahora, la pelota está en el tejado de Pallete.