Era evidente que la intención del expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, al huir de España y refugiarse en Bruselas era crear un conflicto diplomático para, de ese modo, internacionalizar lo que ellos llaman el conflicto –usando la misma terminología que en su día utilizó ETA- y que Europa se preocupara de lo que estaba pasando en España. De ese modo debió pensar que al final conseguiría la tan ansiada mediación.
Pero no le ha salido bien. Desde el minuto uno la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, se puso al frente de la ‘operación anti-Puigdemont’. Es decir que el Gobierno viene utilizando desde ese momento todos sus recursos políticos y diplomáticos para evitar que la estrategia del ex presidente catalán tuviera éxito. De hecho, no lo ha tenido porque lo cierto es que las autoridades europeas han cerrado filas con el Gobierno español.
Los teléfonos han estado sonando todos estos días, y especialmente a raíz de que el pasado viernes la jueza Lamela decidiera enviar a la cárcel de forma preventiva a Junqueras y otros ex consellers del Govern destituido por el 155. Desde el Gobierno se levantaron todos los teléfonos posibles para explicar en Europa que se trataba de una decisión de la jueza, y que, por supuesto, el Ejecutivo no tiene nada que ver con la misma.
En el único sitio donde ha habido alguna discrepancia es en la propia Bélgica, ya que mientras el primer ministro Charles Michel, se ha posicionado del lado del Gobierno español, sus socios nacionalistas flamencos lo han hecho del lado de Puigdemont, lo que ha provocado una crisis política importante en aquel país. Tanto, que algunos ministros flamencos han arremetido contra España recogiendo las tesis del independentismo catalán.
Sin embargo, Santamaría ha pedido a su partido, el PP, y a los ministros del Gobierno que no respondan a esas provocaciones, con el fin de que esa crisis no vaya a más y Michel pueda salvar su frágil acuerdo de gobierno que ahora mismo está en el alero. Que la estrategia del Gobierno está teniendo éxito lo pone de manifiesto el hecho de que Puigdemont ha empezado a dejar ver cierto nerviosismo ante el desinterés de la UE por el conflicto.