Espionaje. Magnates multimillonarios acusados de ser capos de la mafia. Gigantes de decenas de miles de millones. Compras compulsivas por más de 200.000 millones de dólares. Alianzas transoceánicas. Actividad frenética casi enfermiza en desarrollar patentes. La guerra por hacerse con el control del mundo de las semillas –que desemboca en controlar la alimentación- ha sobrepasado a las compañías y ya involucra hasta a los países más poderosos del mundo.
Nadie escapa del sector de la alimentación. La tecnología, la energía o la automoción son gigantes pero que tienen sus limitaciones. No todo el mundo tiene acceso a internet. Ni tampoco tiene móvil u ordenador. El número de personas con coche es todavía menor. Pero, ¿alguien puede sobrevivir sin comer? La respuesta es obviamente no. En mayor o menor medida, hasta la última persona del planeta está sometida a lo que ocurra en ese sector.
El control sobre dicha parcela económica se puede acotar todavía más: el verdadero objetivo es dominar las semillas y sucedáneos, de ahí el resto fluye. No hace falta explicar la relevancia de las semillas tanto en frutas, verduras u hortalizas. Si hace falta precisar más el tiro acerca de la industria cárnica, pero simplemente vale con fijarse de donde proviene la alimentación de los animales. Incluso en el mundo de la pesca, con el cada vez mayor peso de las gigantes piscifactorías.
El sector ya es un monopolio, apenas un puñado de empresas manejan a su antojo un mercado de 60.000 millones de dólares
Las semillas terminan por convertirse en un elemento clave de dominio del sector alimentario, que este a su vez es esencial en todo el mundo. Los gobiernos son cada vez más conscientes de ello, y mantienen su pequeño bastión de poder en el mercado. El sector ya es un monopolio, apenas un puñado de empresas manejan a su antojo un mercado de 60.000 millones de dólares. Pero a su vez, cada una corresponde a una zona geográfica que busca ese control: Europa, Estados Unidos, China y cada vez más cerca Rusia.
La alimentación, en especial la agricultura, está integrando una nueva era de megatransacciones que han reducido el número de empresas que tienen poder de mercado. En este 2017 el volumen de ellas asciende muy por encima de los 200.000 millones de dólares, entre compras y operaciones de fusión, cantidad que supera ampliamente lo gastado en toda la última década, según Boston Consulting Group.
Ahora el 2017, Bayern ha integrado a Monsanto, Dow y Dupont se han fusionado y Syngenta ha pasado a manos chinas, ampliando ese control más allá del 70%
La evolución del sector ha sido la siguiente: en 1985 las nueve empresas más grandes del sector tenían una cuota de mercado del 12%. Una década después, prácticamente las mismas nueve empresas controlaban un 17%. Otra década más tarde, el poder de las ya ocho gigantes del sector alcanzaba el 44%. En 2012, las firmas Monsanto, Dupont, Syngenta, Limagrain, KWS, Dow y Bayern sumaban el 62%. Ahora el 2017, Bayern ha integrado a Monsanto, Dow y Dupont se han fusionado y Syngenta ha pasado a manos chinas, ampliando ese control más allá del 70%.
La conclusión es que el número de gigantes es cada vez menor, pero con mayor poder y todas pertenecen a las potencias mundiales: DowDupont valorada en 14.600 millones pertenece un 88% a capital norteamericano. Bayern una vez adquiera a Monsanto, valdrá en mercado 23.100 millones con capital europeo, en especial alemán. Limagrain es francesa. Por último, Syngenta que ahora ha sido absorbida por China National Chemical está intervenida por capital chino. Por si fuera poco, Rusia ya ha anunciado que se embarca en un nuevo desarrollo del sector a nivel estatal.
Una historia de espías y poder
La evolución del sector avanza cómo si se tratase de una película que narra la ya extinta guerra fría. Varios miles de millones en desarrollo y patentes, espionaje o agentes dobles con el propósito de ponerse por delante. No son pocos los casos que han aparecido en los medios, acerca de detenciones por robos de patentes. El ritmo de fabricar patentes y registrarlas es frenético. Sólo Monsanto gasta más de 2,6 millones de dólares al día en investigación.
ambos fueron acusados de haber tratado de sacar semillas tratadas genéticamente de las instalaciones para entregárselas a una delegación china
Uno de los más famosos involucraba a dos científicos chinos que fueron detenidos en un centro de biotecnología de Arkansas, ambos fueron acusados de haber tratado de sacar semillas tratadas genéticamente de las instalaciones para entregárselas a una delegación china que casualmente visitaba el país. Semanas más tarde del suceso, eran otras seis personas de raza asiática detenidas en Iowa por intentar hacerse con semillas recién patentadas.
La realidad, es que los chinos se han posicionado fuertemente en el sector a base de talonario. En las más de tres décadas anteriores, ninguna firma de China aparecía entre los gigantes del sector. Todo eso ha cambiado. Por un lado, China National Chemical compraba la histórica Syngenta, de origen suizo, por 46.000 millones de dólares. Con el movimiento, los asiáticos consiguen una parcela muy importante en el sector. Además, la empresa estatal Cofco cerraba la compra de Nidera y Noble afianzando su dominio a nivel mundial en el sector de los cereales.
“La independencia alimentaria comienza por las semillas”, afirmaba el jefe del Departamento de Cultivos del Ministerio de Agricultura de Rusia, Pyotr Chekmorev. Hasta el momento, era el único gigante que no había dado un paso adelante en el mundo de las semillas y la alimentación. La idea de depender de Estados Unidos o China, no ha gustado a Vladimir Putin que ya ha dado instrucciones para posicionarse en el mercado. Dos nombres sobresalen por encima para dar ese paso: la firma Ros Agro, y el multimillonario Oleg Deripaska.
Deripaska que está entre los once hombres más ricos de Rusia, tiene una estrecha relación con Putin, además de un turbio pasado. El magnate ha sido acusado de tener vínculos con el crimen organizado ruso. La justicia española le acusó en 2009 de blanquear más de cuatro millones de euros de la mafia rusa. Un año más tarde, el Financial Times le situaba como uno de los capos de la Mafia Rusa. Incluso se especula que tiene una buena relación con el hijo del dictador libio Gadafi.
La ilusión de la competencia
La competencia es una de las patas sobre las que debería asentarse el capitalismo como sistema económico. Pero nada más lejos de la realidad, la competencia ya apenas existe en cualquier mercado con mucho dinero en juego.
Los grandes sectores los controlan un puñado de empresas, que a su vez pertenecen a los mismos fondos de inversión. El caso de la alimentación y las semillas, es otro ejemplo más. Hasta que forme parte de la estructura de Bayern, Monsanto pertenecía en gran medida –tenían un importante parte de su accionariado- los siguientes fondos: Vanguard, Blackrock, Capital Group o UBS. Por su parte, la firma Dupont estaba controlada por Capital Group, Vanguard, Blackrock o JP.
Azar, Schmalzy y Tew (2017) explican como la inversión de fondos y otros gigantes –como bancos- tenían en 2015 entre el 70 y el 80% de las acciones cotizadas en EEUU
En este sentido, se han presentado diversos trabajos académicos que han estudiado el nuevo sistema. El más reciente, el de Azar, Schmalzy y Tew (2017) explica como la inversión de fondos y otros gigantes –como bancos- tenían en 2015 entre el 70 y el 80% de las acciones cotizadas en EEUU.
Si ponemos la lupa aún más en el sector encontramos lo siguiente: cinco empresas controlan el 75% del mercado de semillas de maíz. En el caso del azúcar, nueve firmas controlan el 99%, pero cuatro solo tiene el 86% del mercado. Pero existen muchísimos más ejemplos de monopolios: en el mundo de la cerveza, cinco empresas obtienen el 80% de todos los beneficios del sector. Más allá del mundo de las semillas, en el de la alimentación que se vende en el supermercado, una decena de ellas ocupa prácticamente todo el sector.