Casi una semana después de que el Parlament de Cataluña declarara la independencia y el Gobierno aprobara la aplicación del 155 y convocara elecciones para el 21 de diciembre, la situación es, más o menos, la que sigue: la intentona secesionista ha fracasado, el expresident de la Generalitat está huido en Bruselas, la Justicia ha puesto en marcha sus mecanismos contra los sediciosos, el independentismo está dividido y desmantelada su estructura ‘oficial’.
Podría hablarse de derrota, sin duda. Pero las palabras en situaciones como esta pueden ser muy peligrosas. Como ya he dicho otras veces, perdedores en lo que ha pasado somos todos. Y ahora hay que intentar buscar soluciones a un problema que sigue estando ahí por más que la tensión en la calle haya descendido. Las elecciones del 21-D van tener mucho que decir en esto, y por eso es importante analizar que puede ocurrir tras ese día.
El primer escenario es que vuelvan a repetirse, más o menos, los resultados de las últimas elecciones, es decir: que el independentismo tenga mayoría absoluta aunque pierda algún escaño. La diferencia es que, esta vez, la fuerza mayoritaria será ERC, es decir, el núcleo duro del independentismo. “Eso significaría que volverían, con fuerzas renovadas y apoyados en el resultado a intentarlo de nuevo”, dicen fuentes del nacionalismo moderado catalán.
Ese mismo nacionalismo que prácticamente ha desaparecido y cuyos restos, el PDeCAT, sufrirá un castigo considerable en esas elecciones. El segundo escenario es que ocurra lo contrario; es decir, que sumen mayoría los tres partidos constitucionalistas. En ese caso, como dice Arrimadas, lo lógico es que gobierne el más votado con el apoyo de los otros dos. También es verdad que C’s sabe que los más votados van a ser ellos.
Existe, en ese caso, otra posibilidad si el acuerdo es complicado: que se busque una figura de consenso para un gobierno de corto recorrido con la intención de normalizar la convivencia en Cataluña. Y el tercer escenario es que ni independentismo ni constitucionalismo sumen mayoría absoluta, pero si lo haga un tripartito de izquierdas: en ese caso volveremos a tener sobre la mesa la exigencia de un referéndum pactado.
Es decir que, pase lo que pase, y si me apuran el segundo escenario es el menos probable de los tres a pesar de que el constitucionalismo se haya echado a la calle y haya perdido el miedo, el problema va a seguir ahí. Porque, incluso en el segundo escenario, el independentismo tendrá suficiente fuerza como para seguir manteniendo la tensión. Eso quiere decir que no habrá más remedio que negociar… ¿El qué? Ese es el meollo de la cuestión.