Ben Sills y Esteban Duarte para Bloomberg
Durante los momentos más difíciles en la lucha de Mariano Rajoy por poner a Cataluña en pie, la fuerza policial regional, los Mossos d’Esquadra, siempre estuvo en la escena del crimen.
Cuando los manifestantes separatistas atraparon a funcionarios de la Guardia Civil española dentro del edificio de economía regional, a finales de septiembre, los Mossos retrocedieron y dejaron que la protesta se desarrollara.
Cuando los activistas instalaron urnas electorales ilegales alrededor de la comunidad autónoma, el 1ero de octubre, los Mossos ignoraron las órdenes de los tribunales de evitar la realización del referéndum.
También, cuando Carles Puigdemont acudió a la legislatura regional el 10 de octubre en medio de la especulación sobre si declararía o no la independencia, oficiales blindados de los Mossos sellaron el acceso al edificio parlamentario.
En ese momento, la policía española esperaba muy de cerca, lista para arrestar a Puigdemont si se daba la orden. El riesgo de un enfrentamiento entre fuerzas policiales rivales, con consecuencias impredecibles y aterradoras, era claro.
Mientras los funcionarios en Madrid tramaban cómo llevar a cabo una toma de control de la administración catalana, los Mossos estaban entre sus principales preocupaciones. De hecho, con el pasar de los días, el escrutinio de su accionar fue en aumento. La semana pasada la Guardia Civil registró un cuartel de los Mossos en Lleida, al oeste de Barcelona, y descargó datos de los teléfonos celulares de tres oficiales.
Cuando llegó el momento, los Mossos se inclinaron ante la autoridad de Madrid, sin dudarlo. El jefe de la policía fue despedido el sábado y Ferran López, un oficial de servicio, fue promovido para dirigir la división en ese lugar. El comandante saliente escribió a sus funcionarios para pedirles que siguieran las órdenes de su sucesor.
Un dirigente sindical de la policía catalana, que prefirió no ser identificado, le dijo a Bloomberg que los Mossos obedecerán lo que diga Madrid, pero que no hay dudas sobre la formación de fuerzas rebeldes. Añadió que existe una gran inquietud con respecto a la forma en que se ha manejado la situación.
La mañana de este lunes, fueron los Mossos quienes pidieron a los funcionarios regionales expulsados que abandonaran sus oficinas, cuando se descubrió que permanecían operativos. Entre tanto, López, el nuevo jefe, viajaba a Madrid para reunirse con su maestro político, el ministro de Interior español, Juan Ignacio Zoido.