Por Alcobendas todos le conocen como “el Cipri”. Su nombre Cipri Quintas. Es un tipo fácilmente reconocible, entre otras cosas porque es calvo, calvo como una bola de billar. Vamos es como Kojak, pero en español.
Recuerdo el día que le conocí. Un amigo común, Oscar Villanueva, me dijo que comieramos en un restaurante dentro de un centro comercial en Alcobendas, junto al hipermercado Alcampo. Se trataba de Silk and Soya y me acuerdo de mi primera impresión. Al ver el restaurante pensé: “¡¿Pero qué grillao ha montado esto, en un apartado centro comercial junto a un supermercado?!”. Pues ese grillao, era Cipri.
Y es que era sorprendente, estábamos en un descomunal espacio de más de 1.000 metros cuadrados con 3 restaurantes temáticos, un chill out y una terraza inmensa, todo excesivo, a lo grande, exagerado y decorado exquisitamente por el gurú del diseño de hostelería Nacho García de Vinuesa. A primera vista el entorno era extraño, aunque hoy ya me he acostumbrado. Pero con todo y con eso, más extraño que el espacio en sí mismo era todo lo que allí sucedía.
Nos sentamos a comer y charlar, y en los postres mi acompañante sonrío al ver un rostro amigo, miré a lo lejos y vi acercarse a un tipo que venía hacía nosotros y saludaba efusivamente a todo el mundo a su paso. Ya he dicho antes que se parecía a Kojak, pero no, no era él. “Por esto quería que comiéramos aquí. ¡Tienes que conocer Cipri!”.
Aquel día Cipri hizo algo que más tarde comprendería que resulta poco habitual en él. Se quedó con nosotros sentado en la mesa un buen rato. Creo que es la única vez en mi vida que, tras conocer un ratito a una persona, uno sale con la idea de haber encontrado de golpe, y de forma intensa a un tipo raro pero especial, intenso y exagerado en las formas. Pero en definitiva un amigo de toda la vida al que conoces, curiosamente, desde apenas una hora.
Y es que lo normal si uno queda a comer con Cipri es que el haya decidido que tienes que conocer a este o aquel, o que vas a poder hacer negocios con el de más allá. Si comes con él tienes el riesgo de que una comida para dos se convierta en comida para siete de los que no conoces a ninguno, y que el propio Cipri no esté sentado más que minutos en la mesa ya que generalmente queda a comer o cenar con 3 o 4 grupos al mismo tiempo.
Un clásico en su repertorio es comer los entrantes en una mesa, el segundo en otra y el postre en otra. Va rotando.
Verlo es un show; surrealista pero bonito.
El bueno de Juan Fornieles, coordinador de contenidos de Elmundo.es, aun recordará como un día que habíamos quedado a comer los dos para ponernos al día, al llegar la reserva para dos se había convertido en una mesa de cinco. Pensamos que era un error, pero no. Era simplemente que Cipri había decidido que teníamos que comer con más gente. 10 minutos después estábamos sentados en la misma mesa comiendo con el propio Cipri, con Susanna Griso y Huecco a los que no conocíamos. Son “las cipriadas” y es precisamente lo que le hace imprevisible y singular. El que le frecuenta ya las asume y las conoce.
Lo singular del personaje y lo singular del sitio, me han hecho frecuentarlo asiduamente durante estos años. Eso ha posibilitado que haya podido asistir a algunas situaciones tan pintorescas, que merecen ser contadas.
El Rey del Mambo:
Se conserva bien ya entrados los 50, aunque no es tan guapo ni está tan en forma como él se cree, pero no importa. Es hombre de modas, y ahora pregona hacer mucho deporte e intentar cuidar la alimentación. (¡Que coñazo da ahora con los superalimentos! ¡Malditas semillas de Chía y proteínas!)
Cipriano fue en otra época Rey de la noche madrileña. Con 21 años abrió su primera discoteca: Desguace. Después vendrían muchas otras. Durante 2 décadas abrió decenas de garitos de moda en Madrid, bueno y no sólo en Madrid. Las playas de Gandía también le sufrieron durante el estío. Él decía que le costaba encontrar novia en aquella época, y el único motivo no era la más que evidente falta de pelo. La noche es exigente y es difícil encontrar en ella estabilidad.
Tengo la teoría de que cualquier persona antes de los 30 años debería trabajar como si fuera parte de su aprendizaje como relaciones públicas. Tampoco mucho tiempo, tal vez un par de añitos. No es un MBA, pero tiene poco que envidiarles en algunos aspectos, ¡y además te pagan!. Si prestas atención aprendes a determinar a distancia, sólo viendo a la gente actuar de que va y que quiere cada uno. Simplemente con el lenguaje gestual ya ves quién viene a darte la brasa, quién esta triste o contento, quién viene a sacarte unas copas, o a pedirte algo. En esa formación Cipri es cum laude.
Es como un agujero negro; la teoría del caos en su pura esencia, pero en él curiosamente, funciona.
El poder desarrollar y mantener ese “sexto sentido” sólo se crea tras el trato intenso con cientos de personas, y más si están desinhibidas en un ambiente de confianza, da una ventaja competitiva el resto de la vida. Si luego, además de leer situaciones, eres capaz de empatizar con ellas ya el tema es diferencial. Y eso es lo que le ha sucedido a Cipri. El lee perfectamente a las personas, pero además es capaz de empatizar con ellas, entender y aceptar sus egos, sus problemas y sus preocupaciones. Y eso le hace especial.
Tiene una extraña habilidad para hacerse amigo del alma de algunas personas. Y cada vez hay más personas que necesitan encontrar un apoyo así. La tecnología genera soledad vital, y esa soledad vital los hace mucho más inútiles en las relaciones personales. Me refiero a las de verdad. Esas en las que no interviene dispositivo electrónico alguno.
Un buen amigo mio me dijo una vez que observó con cierta preocupación que su hermana se acercaba y se hacía intensamente amiga de un tipo que escuchaba sus penas, la hacía mucho caso, intentaba animarla y pasaba mucho tiempo con ella. De forma protectora y paternalista se puso a la defensiva, pensando que algo había detrás. “Cogí mi bate de béisbol, lo escondí tras mi gabardina y me quedé esperando. Algo querrá y entonces lo sacaré”. Ha pasado casi una década y al bate ya casi le han salido raíces. YA no está escondido en la gabardina. Cipri no quiere nada. Y ese es precisamente su lema, el lema de un experto en relaciones personales para el que la vida es sencilla y se reduce a “dar sin esperar; recibir y recordar”
Cuando le preguntas a Cipri como le va el negocio sonríe. “Aquí estoy, ¡muriendo de éxito!”. Muchas veces lo dice pese a estar pasándolas canutas. La hostelería son rachas, y Cipri, que es como un mesonero 2.0, como una evolución de Lucio, pasó hace años momentos complicados con la crisis.
«No pasa nada, el restaurante es una tapadera» -comentan algunos- . Y en cierto modo así es. Una tapadera, una excusa donde llevar a cabo todo tipo de relaciones sociales, y un curioso consejo de administración deambulante donde se cuecen todo tipo de negocios y se toman decisiones empresariales sorprendentes.
La tecnología genera soledad vital, y esa soledad vital los hace mucho más inútiles en las relaciones personales. Me refiero a las de verdad. Esas en las que no interviene dispositivo electrónico alguno.
Dice de sí mismo que le falta cultura y de verdad así lo cree. Se equivoca y eso no es cierto. Ya quisieran muchos de los presidentes de grandes empresas, directores y ejecutivos de postín que le frecuentan tener la mitad de inquietud y ganas de aprender que él. Hace años me comentaba que no tenía tiempo para leer suficientemente y le conté un pequeño, pero efectivo truco que a mí me sirve. Era tan sencillo como comprar los libros digitales, pasarlos a voz con una App y aprovechar el tiempo en el gimnasio haciendo deporte para escucharlos.
Ya hace décadas que dejó de ser el Rey de la noche, pero entonces se convirtió en el Rey del Networking. Y su objetivo es hacer que sucedan cosas, que les sucedan a los que le rodean, las hace suceder a su alrededor por la simple, pero intensa emoción de sentirse participe.
Cierto día se le encendió la bombilla y sentó a comer a un alto responsable de una línea aérea, con el consejero delegado de una empresa de alimentación. Estuvo en la mesa sólo unos minutos, los suficientes para dejarles la idea e irse:
“¿He pensado que porque no ofrecéis pizzas calientes en los aviones? ¿Tiene sentido?”
Cara de póquer la de ambos comensales. Les dejo juntos, sin darle más trascendencía, y se largó a la siguiente mesa. Volvió a los postres para certificar que habían acordado un pedido de varios millones de porciones de pizzas para una de las principales líneas aéreas del país. En aquel entonces a nadie se le había ocurrido servir pizzas en los aviones. Él lo había hecho posible sin darle mucha más trascendencia.
Esto no es extraordinario en él. Precisamente lo extraordinario es que es habitual. Hace tan sólo unos meses otro conocido empresario que tiene una gran empresa de transporte de España le comentó como el que no quiere la cosa que había intentado conseguir la licencia de varios concesionarios de coches sin éxito. Cipri consultó su móvil. ¿A quién conocería en esa firma de automóviles? Marco sin dudarlo y preguntó a su interlocutor: “A un amigo mío que ofertó para quedarse algunos de vuestros concesionarios no se los han dado. ¿Sabes por qué?»
La respuesta fue directísima: “Sí, lo sé. De hecho he sido yo quién ha rechazado su propuesta. Pásamelo y le explicó por qué y que necesitamos la próxima vez de su lado para que sea posible”.
Él dice que allí pasan cosas mágicas. Aunque no es cosa de magos. Es cosa de conocer a las personas y volcarse con ellas.
Por eso una legión de empresarios, directivos, deportistas de élite y celebrities de todo tipo le rodean, y eso se materializa en su restaurante como epicentro de esa actividad. Es un personaje atípico y singular, un conseguidor, un facilitador al que cada vez más gente rodea, admira y quiere.
Yo lo viví en primerísima persona el día que me sentó a comer con el que entonces era un desconocido: “¡teníais que conoceros!. Os dejo ahora y veréis que aquí van a pasar cosas”. Hoy es uno de mis grandes amigos y una persona a la que realmente quiero y aprecio.
Cipri es el Rey del Networking, y desarrolla ese sexto sentido, esa inteligencia emocional que no abunda en los ámbitos profesionales, y que no encontrarás en un Máster del IESE.
Para hacer ver la singularidad del personaje. Contaré una anécdota. Hace un par de años yo salía de Silk and Soya con prisas. Es habitual en mí que me pille el toro… Era mi aniversario de bodas, y mejor me daba prisa en bajar a una conocida joyería en la Calle Serrano de Madrid a comprar un regalo, y así se lo hice saber mientras me despedía de él. Me acompañó al ascensor y me ánimo a irme corriendo, no sin antes sacar una tarjeta de visita del bolsillo y en ella escribió “es mi hermano”. Sin darle importancia me la metió en el bolsillo, me dio un palmadita en la espalda y me dijo que no olvidara enseñarla al llegar. Te harán un descuento del 30% en todo lo que compres, que es el precio que me hacen a mí. Dicho y hecho.
A él acuden jóvenes con ganas de hacer negocios a los que ayuda y presenta proveedores, inversores… altos directivos y presidentes del IBEX que necesitan consejo, un contacto o simplemente que les escuchen. A todos trata por igual, a todos dedica el mismo tiempo y a todos intenta ayudar. Verle en acción a lo lejos, viviendo su estética y su ritmo, es un espectáculo.
Creo que su principal cualidad es saber interpretar el mayor amigo o enemigo de las personas. Su ego.
En el clásico de Dale Carnegie, “Como ganar amigos e influir en las personas” (1936) se cuenta una historia deliciosa en la que dos compañías rivales luchaban por ser proveedores del acero necesario para el ferrocarril americano. Se veían obligadas a bajar precios constantemente y competir entre sí, perdiendo margen de beneficios y cuota de mercado año a año. Una de ellas sugirió una fusión que parecía muy lógica, pero que fue rechazada durante años. Eso fue así hasta que una sutileza obró el milagro. El nombre de la compañía resultante sería el del empresario que no quería fusionarlas. Ese hecho, su ego y el hacer perdurar su memoria fueron suficiente motivo para formalizar una fusión que, aunque lógica, se había tornado imposible. Ese manejo del ego es, hoy en día, fundamental en las relaciones personales.
Ahora Cipriano, el Rey de las relaciones personales, el Rey del Networking acaba de publicar un libro que presentó en su Alcobendas natal y rodeado de sus amigos. En el que condensa esa experiencia de tantos años sabiendo interpretar y sabiendo seducir a las personas. Y lo hace además cediendo todos los beneficios a 3 ONG (Asociación Mensajeros de la Paz, del padre Ángel, Fundación Irene Villa y Fundación Sandra Ibarra), entre las que ya ha repartido tras la presentación del libro gracias a la solidaridad de sus amigos, varios miles de euros.
Se trata del “El libro del networking: Las 15 claves para relacionarte socialmente con éxito” (Alienta). Una obra que es una buena segunda parte, adaptada a los nuevos tiempos del clásico de Carnegie, que, aunque delicioso, 81 años después ya era hora que fuera revisado.