El líder de la oposición se encuentra ante un dilema: apoyar al Gobierno o intentar tumbarlo. A lo primero le invitan el sentido común, sus barones de referencia en el norte y sur (Feijóo y Moreno), los diputados arriólicos que sobreviven en el Congreso y la experiencia: todavía no se ha repuesto del todo de su doloroso tortazo de abril de 2019 tras irse a Colón con Vox y Rivera para defender a España, decía.
Cierto es que gran parte de la derecha mediática le invita a irse del brazo junto a Vox, que ha conseguido con la mayor parte de los prebostes conservadores de la prensa de papel se sumen a sus tesis.
Nombres clásicos del centro-derecha simpatizan con Abascal mientras Casado sufre la misma orfandad mediática que zahería a Sánchez, que en 2017 no se hablaba con Atresmedia y era odiado por el Grupo PRISA, controlado en aquel entonces con mano férrea por el olvidado Juan Luis Cebrián.
ARRIOLA, PASADO Y PRESENTE
Pedro Arriola susurró al oído del presidente del PP durante tres décadas. Este sociólogo listísimo, capaz de llamar «frikis» a los Podemos mientras cebaba a Pablo Iglesias en las pistas mediáticas de los amigos de Génova 13, siempre llevó a los populares hacia la moderación.
Y es que el recuerdo de un franquismo que se eternizó ‘treinta años más de la cuenta’, en comparativa con otros regímenes fascistas europeos, provoca que el centro huya por norma general de las opciones conservadoras.
En especial en esa España diversa compuesta por Cataluña, Euskadi o Navarra, territorios en los que el PP es marginal, o en Galicia, Comunidad Valenciana o Canarias, donde son más fuertes a base de apostar por un disfraz regionalista.
EL TRAUMA DEL 11-M SE PRESENTA ANTE CASADO
El 14 de marzo de 2004 José Luis Rodríguez Zapatero se hacía con la victoria en unas generales marcadas por los atentados terroristas de tres días atrás. El PP, que un año atrás había perdido ya unas cita con el PSOE, se quedó sin muchos apoyos después de que la ciudadanía fuese consciente de que el Gobierno de Aznar había agotado mandato entre mentiras.
ETA no fue, por mucho que las líneas de investigación de Ángel Acebes insinuasen lo contrario, y el PP no asumió la derrota. De hecho, con Zaplana y el propio Acebes escoltando a Rajoy, se pusieron a soplar en favor del fuego que encendían en prensa y radio sobre los atentados.
Aquel disparate decía que el CNI, ETA y parte de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado se habían compinchado para echar al PP del poder. Han pasado quince años de esta colección de trolas respaldadas por un partido que se dice de Estado.
Y nadie ha pedido perdón: ni siquiera el PP, que quemó el ambiente a base de manifas que acabaron beneficiando a Zapatero, «nos conviene la tensión» (le decía a Iñaki Gabilondo antes de la cita de 2008). Eso sí, llegó Rajoy al poder y el 11M quedó aparcado… también mediáticamente.
UN AÑO SIN RUEDAS DE PRENSA
Pablo Casado ya no es el que era. Y es que el palentino, que ganó unas primarias con cierta retórica adolescente («menos Valle de los Caídos y más Silicon Valley») y padrinazgo controvertido (Aznar y Esperanza), perdió velocidad hace poco más de un año.
Fue entonces cuando se dejó barba, recuperó al marianismo (Ana Pastor), escuchó a Fejóo y se dejó de competir en nacionalismo impostado con Vox. Aquel viraje tuvo premio: ganó miles de votos, recuperó escaños y se convirtió en alternativa de Gobierno. Y lo seguirá siendo con mayor intensidad si se zampa, de una manera elegante, a Ciudadanos.
Quizás para lograrlo tenga que emular a Mariano Rajoy, que no dio ruedas de prensa en Génova 13 durante el último año de Gobierno de Zapatero, asfixiado por la crisis, obsesionado en hacerse perdonar con los editores conservadores y haciendo el harakiri al PSOE con el 135.