Por norma general la relación entre empresas privadas y administración pública es delicada. Y más en estos tiempos de incertidumbre. Un ejemplo claro se vive estos días entre Estados Unidos y la compañía de ciberseguridad Kaspersky, a la cual no le ha valido de nada negar su relación con el gobierno ruso para sufrir un veto comercial por parte de la administración Trump.
Todo saltó por los aires la semana pasada, cuando el Departamento de Seguridad Interior de USA ordenó a las agencias del Gobierno retirar los productos de la empresa de seguridad de origen ruso de sus sistemas informáticos. El argumento se basa en la posible “amistad” con el gobierno de Moscú y su relación con los altos mandos del espionaje de dicho país.
Además, lo quieren hacer de inmediato. Han dado 30 días a los organismos públicos para detectar quiénes usaban servicios de Kaspersky, e implementar otros lo antes posible. Son tajantes porque desde Seguridad Nacional asumen, según Bloomberg, que existen riesgos de una colaboración.
Por este motivo, todas las filiales de la compañía han salido a dar la cara. En España, por ejemplo, la presentación de la nueva línea de productos de la compañía se vio marcada la semana pasada por esta circunstancia. Así, el director general de Kaspersky Iberia, Alfonso Ramírez, salió al paso de manera muy contundente: “Nuestra empresa no tiene relaciones inapropiadas con ningún gobierno”. Asimismo, dejó claro que se sienten “decepcionados” por el comportamiento de Estados Unidos, puesto que no les han querido aclarar las “pruebas evidentes” que según ellos sí tienen de esta relación.
Ramírez explicó a la prensa que el jefe de la compañía, Eugene Kaspersky, ha sido invitado a ir a EEUU el próximo 27 de septiembre para aclarar la situación. Pero no parece que la situación vaya a mejorar, dado que todo se encuentra muy enconado desde hace años. Tantos desde que una sauna se hizo célebre en esta historia.
¿Un problema de imagen para Kaspersky?
El encuentro que tendrá el polémico capo de Kaspersky no parece que vaya a salir bien. Y es que en el año 2015 una serie de investigaciones de Bloomberg desvelaron que Eugene mantenía encuentros privados cada semana con militares rusos y oficiales de inteligencia en una sauna. Algo que el propio protagonista lo tomó a broma, pero no pudo negar.
Pero esta relación de amor-odio entre la administración estadounidense y la compañía de ciberseguridad viene de lejos. Tanto en lo más remoto, como en la actualidad.
En cuanto a los primeros choques serios, la tirantez de ambas partes surgió al conocerse que Eugene Kaspersky supervisaba un proyecto secreto de software anti-hacking para el FSB, principal agencia de inteligencia de Rusia. Ese proyecto se convirtió en la base de la tecnología de seguridad contra los modelos de “negación de servicio” de Kaspersky.
Todo se veía venir
Por otra parte, quizá ha podido pillar por sorpresa, pero lo cierto es que antes del verano ya había una tensión evidente entre EEUU y Kaspersky. El propio ministro de Comunicaciones ruso, Nikolay Nikiforov, advertía públicamente en junio que tomarían represalias si sucedía lo que finalmente ha pasado: el veto a la compañía.
Todo se escenificó en medio de la controversia política en Estados Unidos sobre la piratería informática y la supuesta intromisión del Kremlin en las elecciones presidenciales de 2016. Esto llevó a que agentes del FBI entrevistasen al menos a una docena de empleados de Kaspersky en EEUU como parte de una investigación de contrainteligencia. No obstante, no quedaron muy claros los motivos de este acoso.
Ahora todo está en el aire. Y habrá que ver el impacto de imagen que tendrá sobre la compañía este sainete con la seguridad estadounidense.