Nunca antes tres cifras habían significado tanto. El 112 o el 016 no son simples números, sino símbolos de esperanza en momentos críticos. Conocíamos que era un servicio imprescindible, pero el propio Gobierno lo certificó recientemente: «Los servicios públicos de emergencias son esenciales». Una definición que, por desgracia para los llamados centros coordinadores de emergencias, se podría extender a ‘esencialmente precarios’.
Los servicios de emergencia, que van más allá del 112 o del 016, es otro de los sectores que moralmente saldrán reforzados de la crisis que ha provocado la pandemia del coronavirus. Al igual que el sanitario o el de seguridad, su trabajo se ha mostrado esencial para canalizar la preocupación y el abatimiento de la sociedad. Siempre con una sonrisa en la voz, cuando debía estarla, una presteza digna de cualquier superhéroe o las respuestas adecuadas como si se tratase de Google en mitad de la mayor pandemia que nuestro mundo ha vivido.
A pesar de todo, el colapso en días claves ha sido demoledor. Hasta el punto de que la práctica totalidad de calls center de este tipo se han reforzado con incrementos que han supuesto más que doblar la plantilla en muchos casos. Las esperas en línea han superado las horas (para los que podían aguantar), precisan fuentes internas, pese a que no había ni un respiro para el personal. Lo peor de todo es la recompensa material, porque la gratitud se agradece pero no da de comer: trabajos por horas para los nuevos y los de siempre un precario contrato laboral con un salario que apenas llega al límite por medio de las subcontratas de cada CCAA.
¿HORA DE CAMBIAR EL SISTEMA DEL 112?
El 112 comenzó a funcionar el 1 de enero de 1998 tras una directiva de la Unión Europea que quiso unificar en un solo número todas las emergencias. Desde su creación, el de Madrid ha recibido más de 100 millones de llamadas. El máximo de un año fue superior a seis millones, pero la llegada de la crisis hizo que el número de requerimientos descendiera. Ahora, el sistema está sobrepasado en plena pandemia.
El colapso material y emocional pondrá de nuevo sobre la mesa la necesidad de redefinir el actual sistema, en especial, desde el punto de vista laboral. Los sindicatos llevan muchos años criticando el actual modelo, de subcontratas, y abogando por la incorporación de estos profesionales al ámbito público. «Llevamos años exigiendo a las administraciones que las personas que atienden estos servicios esenciales sea personal contratado directamente por la administración pública y no por empresas privadas», explican desde CCOO.
Las agrupaciones de trabajadores del sector consideran que la privatización del servicio, en el que se prima el beneficio económico, propicia situaciones caóticas como las que se han vivido recientemente. Además, de que tampoco transfiere a los trabajadores seguridad familiar, los que deben trasladarla son los primeros que no la tienen, para desarrollar sus vidas. «Y son las personas que trabajan en estos servicios quienes están sacando adelante estos servicios esenciales con su entrega», recalcan desde el sindicato. Hay que tener mucho hormigón fácil para pedir a los trabajadores que malpagas que empleen más horas o den el 100% cada día.
UNA CALAMIDAD LLAMADA CCAA
El coronavirus pasará, como todas las tormentas, y las heridas tardarán cerrarse. Pero, algunos agujeros que ha dejado, como el impacto de un meteorito, difícilmente desaparecerán. Una de ellas, es el daño que el sistema de CCAA ha causado en España. Una a una, todas las competencias de las que era titular han brillado por ser las que más daños han sufrido. Años atrás, fueron las cajas de ahorros y más tarde la educación (que se maneja al antojo de cada una). Ahora, el foco está en la sanidad.
El colapso del sistema sanitario, y las muertes que va a causar, quizás no sea el daño más importante. Al fin y al cabo, las medidas del Gobierno llegaron tarde y mal, lo que propició un número insostenible de infectados. Ante estas circunstancias, era muy difícil poder hacer frente a una avalancha de enfermos en términos de materiales médicos muy especializados como UCIs o respiradores. Pero, no así en otro tipo de instrumentos más comunes como las mascarillas, los guantes y otros tantos. Pero, incluso ahí fallaron los políticos regionales.
En el momento, en el que esto no sea más que un mal recuerdo se mirará atrás. Entonces, se verá como, de nuevo, el sistema de políticos regionales volvió a fallar y, probablemente, exacerbó el problema. También, como los que lo pagaron fueron los propios ciudadanos y especialmente los trabajadores a los que se debía proteger. Las comunidades autónomas, el café para todos, salió impactado hace menos de una década, será ahora el coronavirus ¿quién finalmente lo hunda?