La reputación del Grupo Prisa cayó al mismo ritmo que la crisis hacía saltar el mercado económico español. Desde 2008 el grupo fundado por Jesús de Polanco se vio financieramente con el agua al cuello, por lo cual se tuvo que desprender de su patrimonio audiovisual (Cuatro, Canal + o CNN+). El posterior cambio de la línea editorial de El País fue relacionado por sus enemigos como un pacto subterráneo entre Juan Luis Cebrián y Moncloa, que habría avalado en las sombras que la banca española intercambiase deuda por acciones de la compañía.
Pero los nubarrones en parte se han despejado para Cebrián, que ha sonreído al ver los 14 millones de euros de beneficios del multimedia en estos primeros nueve meses, cifra que ha ayudado a rebajar la deuda hasta los 1.587 millones de euros. ¿La razón para volver a los números negros? Está clara: el mundo digital, que ha crecido en nueve meses más del 20% y ya representa más del 40% de los ingresos del área de prensa de la compañía.
Es cierto que los números siguen siendo insalvables y la deuda mastodóntica, pero poco a poco el horizonte se le despeja a Juan Luis, que se regocija al ver que su principal acreedor es el HSBC en vez del Santander o La Caixa, hecho por el cual podría creer que la presión política se pudiera rebajar.
Es cierto que Prisa no goza de la mejor reputación en el entorno digital, donde tuiteros, agregadores de noticias y periódicos online que muestran simpatías por Podemos le acusan de «casta» y de «vendidos al poder», salpicando con los papeles del Panamá al mismísmo Presidente ejecutivo de Prisa, que comenzó a mover taburetes de las tertulias de la SER mientras veía como ex trabajadores del grupo arremetían contra él por embolsarse casi dos millones de euros mientras avalaba un ERE que afectó a más de 130 trabajadores en 2012.
Cebrián tiene contrato blindado hasta el año 2020. Espera conseguir la liberación política del grupo y volver a sus orígenes
Incluso Pablo Iglesias ha dejado caer en público que Prisa ha presionado al PSOE para que no pacte con Podemos, acusación que refrendó el propio Pedro Sánchez, o de publicar el escándalo inmobiliario de Ramón Espinar por interés de interferir en un proceso de primarias: «Los aparatos de Cebrián, a saco en nuestras primarias». La hostilidad contra el partido por parte de El País, que según la OJD vende menos de 115.000 periódicos diarios, también la han denunciado otros líderes de Podemos.
Pero Cebrián, que cuenta con un contrato blindado hasta 2020, sabe que sus días más amargos habrán acabado si fructifica la operación de la venta de Santillana por alrededor de 2000 millones de euros. Es cierto que la editorial reporta alrededor del 45% de los ingresos totales de Prisa, pero esta operación podría suponer el bote salvavidas definitivo para un grupo que se ha visto lastrado por la relación endogámica de su cúpula con el poder.
De cerrar esta operación, a Cebrián se le despejaría el horizonte económico, y por lo tanto, la presión política que dicen que asfixia a la línea editorial del grupo podría menguar tanto que Prisa alcanzaría lo que están esperando sus millones de oyentes y lectores: la vuelta a sus orígenes ideológicos.