Hemos dejado atrás el escepticismo ante la mal llamada ‘gripe china’ y el bajón tras el inicio del confinamiento. Ahora estamos en pleno proceso de asimilación y sufriremos una recaída a final de semana porque en España se van a disparar las muertes ante el previsible colapso del sistema sanitario.
En esta montaña rusa emocional hemos sido versos sueltos, miramos por encima del hombro a los que llenaban carros hace cinco días, y ahora encarnamos el papel de ‘gente’, temerosa tras recobrar la consciencia de nuestra presencia efímera.
¿Alrededor? Los mismos que culparon a ZP de la crisis económica mundial de 2008 apuntan ahora a Sánchez por el Covid-19. Cierto es que Zapatero no estuvo a la altura del momento y el actual Gobierno va camino del ridículo gracias a un vicepresidente que ha dado mal ejemplo al no guardar cuarentena (por su empeño de exigir a codazos su legítimo pero banal trozito de protagonismo y poder).
En el mundo no están mejor y en el Viejo Continente hasta Sánchez parece un ejemplo: esa basura llamada Boris Johson dice que va a dejar morir al personal y ese irresponsable apellidado Macron mantuvo anteayer las municipales francesas.
GANANCIA DE PESCADORES
Europa vive en el tercer mundo logístico y tecnológico. Corea del Sur ejerce de faro mundial mientras las religiones o sectas masificadas se frotan las manos y la histeria parece convertir al papel higiénico en moneda de curso legal o en posible sustituto del dolar.
El individualismo occidental también propaga el virus: en Asia el ‘nosotros’ está por encima del ‘yo’, la militarización es efectiva, la disciplina está interiorizada y los domingueros que quieren teletrabajar desde la Malvarrosa china están encarcelados (o deberían).
Los sanitarios reciben merecidos aplausos de los españoles, muchos aplaudidores deberían plantearse dejar de votar a los partidos que desmantelan el Estado del bienestar para convertirnos en una ridícula parodia de los Estados Unidos, y se avecina ‘La doctrina del shock’.
En esta obra literaria Naomi Klein nos detalla cómo las élites utilizan catástrofes de todo tipo para sacar el hacha. Y saldrá a relucir la tijera tras la eterna primavera de 2020, estación prolongada que nos retrotrae a ‘Las largas vacaciones del 36’ (obra en la que Jaime Camino nos muestra a la burguesía barcelonesa frustrada sin poder volver a casa por la Guerra Civil).
ARRESTO DOMICILIARIO
Este particular reality-show nos convierte a todos en concursantes de ‘Gran Hermano’. Y es que los efectos psicosociales de esta especie de arresto domiciliario sin fecha final nos pueden provocar el mismo trauma que sufren los personajes exhibidos en la telebasura.
¿Telebasura? Antonio García Ferreras anda molesto porque las radios decían que la tele amarilleaba con el coronavirus, que no es la gripe aguda que decía Lorenzo Milá ni es el apocalipsis que radia Jiménez Losantos.
El locutor turolense, suponemos, compartirá «anticuerpos españoles» con esos nacionalistas que hacen sangre con el 8M tras haber protagonizado la performance de Vistalegre a la misma hora. Vox contó con el amante de los fusiles como aspersor de bacterias y la hemeroteca deja a la altura del betún a sus adversarios políticos progres, hoy formales gobernantes que olvidan las paridas que dijeron en 2014 sobre el ébola que mató al perro Excalibur.
LA CARPA
Juan Carlos Ortega pescó el otro día en los bajos fondos del estanque tuitero y realizó un especial sobre el coronavirus en la SER digno de Ondas. El cómico se limitó a poner la oreja, escuchar a la chusma iletrada que ‘es más lista que los demás’ y rebotar su conspiranoia: «esto es cosa de Trump», «no nos están contando toda la verdad» y «las farmacéuticas lo han propagado».
No está propagando mentiras ‘Sálvame’, que con el catedrático Jesús Sánchez Martos ha evitado la banalidad de las divas matinales. Y medias verdades propagan periódicos y plataformas supuestamente solidarias, ains, que en realidad se van a hinchar a comer datos para ofrecerte su paywall desganado y su OTT de baratillo cuando escampe la tormenta.
ANEMIA
El consumo de la televisión en China se ha disparado más de un 40% en los últimos días y en España va camino del ello: este pasado 14 de marzo fue el sábado con mayor consumo televisivo de la historia (o al menos de las tres últimas décadas).
Seis horas y treinta y ocho minutos fueron digeridos por cada español, según Kantar Media, y la comparecencia de Pedro Sánchez fue vista en tele por dieciocho millones de personas. Toda esa marabunta tendrá dificultades para encontrar rigor científico en algunas tertulias y en el papel, anémico en este campo desde hace tiempo.